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Manuel Pizarro, Baltasar Garzón o David Cal: otros fichajes estrella de los partidos que acabaron en fiasco

Casado se ha desplazado a Santander para oficiar las candidaturas del PP a Cantabria y Santander.

Elena Herrera

La campeona olímpica Ruth Beitia anunció este martes su renuncia a encabezar la lista del PP en las próximas elecciones al Parlamento de Cantabria apenas dos semanas después de haber sido elegida a dedo para ese puesto por la dirección nacional. El nombre de la saltadora, que alegó “razones personales y familiares”, se une a la lista de fichajes políticos que son apuestas personales de los líderes de los partidos o que se anuncian a bombo y platillo por su perfil supuestamente independiente, pero que acaban frustrados o en estrepitosos fracasos en las urnas. Hay ejemplos en formaciones políticas de todos los colores.

Beitia no es estrictamente una recién llegada, pues llevaba dos legislaturas como diputada autonómica, si bien durante este tiempo se mantuvo siempre en segunda fila. Su fichaje fue consecuencia del empeño de Pablo Casado, al que no importó el terremoto interno que generó esta designación. La nombró en contra de la dirección regional del PP cántabro.

No es la primera vez que una apuesta personal del presidente del PP acaba haciendo aguas. Ocurrió en 2008, cuando Mariano Rajoy fichó al expresidente de Endesa Manuel Pizarro para que fuera su número dos en la lista por Madrid en las generales de ese año. El también abogado del Estado llegó con la intención de ser ministro de Economía y sustituir al socialista Pedro Solbes, con el que incluso se batió en un debate televisado. Pero Rajoy perdió esas elecciones y Pizarro acabó dejando su escaño apenas dos años después de ser elegido, un tiempo en el que su actividad parlamentaria no destacó.

Otro ejemplo de candidato frustrado en el PP es el del piragüista David Cal, que fue número cinco en la candidatura al Ayuntamiento de Pontevedra en las municipales de 2011. Mantuvo un perfil muy bajo durante la campaña, en la que continuó con sus entrenamientos de diez horas diarias y se limitó a responder por email a los medios de comunicación que le pedían entrevistas. Tras la cita con las urnas declaró sentirse “defraudado y disgustado” por no haber logrado la mayoría absoluta –fue reelegido Miguel Anxo Fernández Lores (BNG)– y optó por no recoger siquiera su acta de concejal.

De este tipo de práctica hay otros ejemplos en el PSOE. El caso más reciente es el de Màxim Huerta, que dimitió del cargo de ministro de Cultura después de una semana en el cargo tras conocerse que había defraudado más de 200.000 euros a Hacienda entre los ejercicios 2006 y 2008. El nombramiento del escritor y presentador de televisión, que no tenía carnet del PSOE, había sido recibido con desconcierto en las filas socialistas, donde algunos dirigentes esperaban un perfil más contrastado y quizá menos ligado a la cultura popular, en la línea de algunos de sus predecesores como el intelectual Jorge Semprún (1988-1991), la escritora Carmen Alborch (1993-1996) o la guionista Ángeles González-Sinde (2009-2011).

También llevó el sello de Pedro Sánchez el fichaje de Irene Lozano para las elecciones de diciembre de 2015. Su desembarco en las filas socialistas enfadó profundamente a buena parte del partido, donde destacados barones criticaron la llegada de la exdiputada de UPyD por los ataques que les había proferido desde su entrada en política en la formación de Rosa Díez. Una vez en el Congreso, Sánchez relegó a Lozano a un segundo plano y esta renunció a ir en las listas en los comicios de junio de 2016, por lo que apenas estuvo tres meses como diputada del PSOE. Tras su llegada a la Moncloa, Sánchez la recuperó para dirigir el nuevo proyecto de Marca España, con rango de secretaria de Estado.

Fue fugaz también el paso por las filas del PSOE del exjuez Baltasar Garzón. Felipe González quiso dar un golpe de efecto fichando al instructor de una causa tan polémica como la de los GAL como número dos en la candidatura socialista por Madrid en las generales de junio de 1993, pero su presencia en la cámara baja apenas duró un año. Dimitió en mayo de 1994 tras ser relegado a un simbólico puesto de secretario de Estado en el Plan Nacional contra las Drogas cuando él esperaba ser ministro, un cometido acabó en manos de Juan Alberto Belloch.

Otro fichaje del PSOE que generó cierta polémica, aunque en este caso en el ámbito municipal, fue el de la alpinista Chus Lago. Fue número dos a la alcaldía de Vigo en las locales de 2007 tras Abel Caballero, que gobierna la ciudad desde entonces. Tras esos comicios, Lago ocupó la concejalía de Medio Ambiente, Sanidad y Consumo, tarea que compatibilizó con sus expediciones, lo que la obligó a ausentarse en algunos momentos.

Podemos y Ciudadanos

Los nuevos partidos tampoco han escapado de este fenómeno. Le ocurrió a Podemos antes de las generales de 2015, cuando los catedráticos Javier Pérez Royo y José Manuel Gómez Benítez renunciaron a ir en las listas apenas un mes antes de la celebración de esos comicios. El primero, constitucionalista y antiguo asesor de los socialistas Felipe González y Manuel Chaves, se retiró tras una reacción negativa de las bases.

Gómez Benítez, que fue vocal del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) a propuesta del PSOE bajo el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero, concurrió incluso a las primarias del partido. Sin embargo, acabó renunciando tras quedarse sin una clara posición de salida en las listas tras el acuerdo al que Podemos llegó con Compromís en Valencia. Oficialmente, ambos anunciaron que abandonaban por motivos personales.

En Ciudadanos resultó polémico el fichaje del médico Carlos Pracht, cabeza de lista por Cantabria en las generales de 2015. Aunque fue elegido diputado, no concurrió en la repetición electoral de junio del año siguiente por las críticas generadas al haber equiparado la violencia “machista” a la “feminista”. Lo sustituyó el humorista Félix Álvarez, más conocido como Felisuco.

Tampoco salió bien la apuesta de la dirección de Albert Rivera en las elecciones gallegas de septiembre de 2016: la escritora y periodista de Libertad Digital Cristina Losada. De perfil marcadamente antinacionalista y contraria a las políticas de normalización del gallego, fue muy criticada en la campaña por apenas utilizar la lengua cooficial. Ciudadanos no consiguió obtener representación en el Parlamento de Galicia y, a día de hoy, Losada no está siquiera en la dirección del partido.

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