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CRÓNICA

Los gobiernos pensaban que esto se había acabado hasta que llegó ómicron

Pedro Sánchez después de su discurso del domingo en Barcelona.
19 de diciembre de 2021 22:16 h

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En la película 'Los siete magníficos', Steve McQueen cuenta un chiste (bastante malo) sobre un tipo que cae desde el décimo piso de un edificio y que dice a los que le ven pasar en cada planta: “Hasta ahora, todo bien”. Esa ha sido la postura por defecto de muchos gobiernos después de la primera ola en 2020 y en especial tras el éxito de la vacunación. Hasta ahora, todo va bien, estamos mejorando, este año es mejor que el anterior, el próximo será incluso mejor, no hay que alarmarse. Los gobiernos son optimistas por naturaleza. Vender pesimismo, a menos que sea inevitable, sería un reconocimiento de los errores propios.

Desgraciadamente para ellos, un virus no da nunca por perdida la batalla por su supervivencia. Como nos advirtieron los científicos, evoluciona, se adapta y mejora su capacidad de contagiar. Es lo que le mantiene vivo. Ómicron es su última respuesta a esa tensión permanente. Es también la confirmación de que las vacunas funcionan, pero que no son el final de esta historia interminable.

Pedro Sánchez dio este domingo un breve discurso sin preguntas de periodistas para anunciar que la situación no es tan alarmante como indican la explosión en el número de contagios y la constatación de que España vuelve a estar en una situación de riesgo muy alto por primera vez desde agosto. Ha decidido convocar una reunión con los presidentes autonómicos, pero no se celebrará este lunes, sino el miércoles. No le parece que la situación requiera de medidas urgentes si Moncloa espera tres días más para juntar a todos los gobiernos.

El presidente destacó que “con cifras superiores de contagios, tenemos cifras de hospitalización e ingresos en UCI inferiores al año pasado”. Es cierto, como también lo es que hay siete comunidades que tienen ahora más de un 15% de sus camas UCI ocupadas con pacientes con Covid. Sánchez no habló de esta última cifra. Ese es el suelo en el que nos movemos cuando el mayor impacto de ómicron aún no se ha producido en España.

[Antes de seguir, un fragmento de buenas noticias. Un estudio de la Universidad de Hong Kong ha desvelado que ómicron se hace fuerte en el tracto respiratorio superior –nariz, boca, garganta y laringe– y de ahí su gran capacidad de contagio. Sin embargo, no es tan eficiente como la variante delta a la hora de extenderse en los pulmones, lo que la hace menos letal. No hay que olvidar que si infecta a un muy elevado número de personas en el mundo –y va en camino de hacerlo–, terminará siendo peligrosa para muchos de los infectados, sobre todo si no están vacunados, y todos los sistemas de salud.]

¿Hasta qué punto se puede agravar la situación a menos de una semana de las vacaciones de Navidad? Aquí es donde hay que consultar el último análisis conocido del comité científico que asesora al Gobierno británico. El número de infecciones por ómicron se está doblando cada dos días en Reino Unido, lo que es “más rápido que la tasa de crecimiento que se vio en marzo de 2020”. Los números oficiales de contagios están muy por debajo de la realidad. “En Inglaterra es casi seguro que hay ahora centenares de miles de nuevas infecciones diarias por ómicron”. A este ritmo, el número de hospitalizaciones se disparará en unas dos semanas, incluso si se pueden reducir rápidamente las infecciones. Sin tomar medidas nuevas, el modelo con el que trabajan prevé que las hospitalizaciones puedan llegar a las 3.000 diarias en Inglaterra.

El comité contradice el mensaje que están difundiendo algunos gobiernos, que dicen que todo se reduce a aumentar el ritmo de vacunaciones. Se necesita algo más para bajar el ritmo de contagios. No es que la vacunación sea irrelevante: “Reducir la ola de infecciones permitiría a más gente recibir las dosis de refuerzo antes de que pueda verse expuesta a ómicron. Esto serviría para prevenir, no sólo retrasar, algunas hospitalizaciones y muertes”. Es decir, las vacunas funcionan, pero fiarlo todo a las dosis de refuerzo tendrá graves consecuencias en el sistema sanitario, aunque los datos a día de hoy de ingresos hospitalarios no sean aún alarmantes.

No todo tiene que ocurrir como teme este comité científico. Lo que es seguro es que los gobiernos tienen el deber de tomar las medidas oportunas. En Holanda se ha aprobado el cierre de establecimientos como tiendas y restaurantes, excepto los básicos. Una alternativa radical como esa parece imposible en España. Isabel Díaz Ayuso ya ha dicho que en Madrid hay que seguir con las mismas políticas. Nada de limitar horarios o cerrar locales de ocio: “Precaución, vacunación masiva y sin cierres ni más prohibiciones”. Le tuvieron que obligar desde Génova a suspender las cenas de Navidad del PP. Si por ella fuera, se habrían seguido celebrando.

Mientras tanto, los madrileños desfilan por las farmacias intentando comprar tests de antígenos que no encontrarán porque se han agotado las existencias. Díaz Ayuso prometió hace dos semanas que todos los madrileños tendrían un test gratuito a su disposición. Iban a entregarse desde el pasado miércoles y de momento se ha retrasado una semana. La Atención Primaria está colapsada, los teléfonos no responden y los ciudadanos hacen largas colas ante los centros de salud para que les hagan una PCR después de haber dado positivo con el test de antígenos. Y no han sido las únicas colas.

El presidente extremeño, Guillermo Fernández Vara, prácticamente dio por terminadas las medidas excepcionales desde los gobiernos. Lo escribió el 10 de diciembre. No hace tanto tiempo. Fue cuando la curva de contagios ya era ascendente, pero antes de que aparecieran los peores datos de los últimos días. “Ahora necesitamos decirle a los ciudadanos que es su momento. La tutela ya no vale. No puede ser eterna. Que se cuiden”. Menos mal que no dijo que se busquen la vida. Es raro llamar “tutela” a que los gobiernos asuman su responsabilidad.

La reunión del miércoles de todos los gobiernos plantea un dilema, porque no todas las comunidades están en la misma situación, aunque es casi seguro que en todas va a empeorar. En primer lugar, no hay en España apoyo político, jurídico ni probablemente social para medidas como las que se van a aplicar ahora en Holanda. Sánchez habló de “medidas compartidas”, porque una vez más todo el mundo espera que sea otro el que dé el primer paso o, como mínimo, que todos lo den al mismo tiempo. Llámalo cogobernabilidad, pero que parezca que todos hacemos lo mismo.

Ciudadanos exige al Gobierno “un plan nacional que evite 17 criterios distintos y cambiantes”. No explica por qué una comunidad como Navarra (IA de 1.359 casos en los últimos 14 días, según los datos del viernes) debe contar con las mismas medidas que Andalucía (286 casos). Además de reclamar esa pócima milagrosa que es la ley de pandemias, el Partido Popular volverá a exigir que el Gobierno central se responsabilice con un plan propio, mientras Ayuso dirá que no tiene la menor intención de cambiar nada. Cada uno remará para casa.

Lo único que es seguro es que los gobiernos apelarán a la responsabilidad de los ciudadanos. Cualquiera que lo escuche pensará que los españoles no llevan un año y nueve meses siendo muy responsables en su mayoría.

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