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Un chiste de Pedro Sánchez para cerrar un espectáculo político estéril

Pablo Iglesias hace un gesto de sorpresa durante una intervención de Sánchez.

Iñigo Sáenz de Ugarte

Pablo Casado hizo un cálculo en el que no está claro si han reparado los responsables del PSOE y Podemos. En la primera sesión de control del Gobierno en el Congreso, anunció que las tres derechas sumaron más votos que los dos partidos de izquierda en las elecciones de abril. Acto seguido, se dirigió al presidente en funciones para pronunciar las cinco palabras en las que deberían pensar Pedro Sánchez y Pablo Iglesias todos los días antes de meterse en la cama: “No tiente a la suerte”.

Fue un consejo no solicitado y en el fondo inútil, porque eso es precisamente lo que van a hacer hasta el final con el inevitable resultado de unas nuevas elecciones. El pleno del miércoles fue otra ocasión en la que ambos líderes se ofrecieron para encontrar una salida. Eso sí, de una forma muy especial: le tiendo la mano para que usted haga exactamente lo que yo le pido.

No se movieron de sus posiciones –Gobierno de coalición o Gobierno del PSOE con apoyo parlamentario de Podemos– y dejaron todo al albur de una última iniciativa que no se producirá y que si ocurre, no tendrá ningún resultado. Iglesias se quejó de que Sánchez no le ha llamado desde julio (“¿sabe cuántas veces me ha llamado desde la investidura fallida? Cero”, como si no lo supiera Sánchez) y dio a entender que lo hará él. No hay que descartar que Sánchez comunique a su centralita que le digan que no está.

En su segunda intervención desde el escaño, el portavoz del PNV, Aitor Esteban, tiró la toalla. Decidió no consumir sus minutos finales y dejar una frase para la reflexión: “Creo que mi silencio va a contribuir mucho más que unas posibles palabras a que se produzca una estabilidad institucional”. En un escenario político en el que a todo el mundo se le calienta la boca, Esteban optó por la prudencia y no decir lo que estaba pasando por su cabeza.

Antes había apuntado la única vía de solución: “Son ustedes (por Sánchez e Iglesias) los únicos que pueden arreglar esto, porque sus equipos ya no tienen capacidad negociadora”. Después, escuchó las réplicas que se dirigieron esos dos líderes y, en vez de arrancar un trozo de escaño y lanzárselo a la cabeza, decidió no consumir su último turno. Por mencionar la expresión que el portavoz del PNV empleó en julio, no están ni a setas ni a Rolex.

Sánchez e Iglesias creen que ya han cedido lo suficiente y que es al otro al que le toca mover la ficha en su dirección. El líder de Podemos recordó que él renunció a formar parte de un Gobierno, lo que es en la práctica una de las mayores concesiones que puede hacer un partido. El PSOE puede decir que ellos ofrecieron un Gobierno de coalición en julio con un reparto de carteras que Podemos rechazó.

Iglesias mantiene su cesión de entonces, pero Sánchez no quiere ni oír hablar de retomar la senda que se cerró hace mes y medio en sólo 72 horas. El presidente dijo que en julio se comprobó que la idea de coalición era “inviable”. No se molestó en explicar a la Cámara por qué.

Cómo pudiste hacerme esto a mí

“Hoy tengo la sensación de que cuando propuso un Gobierno de coalición no lo decía en serio”, le acusó Iglesias. Después, en el final de su intervención, fue más lejos: “Hay algo más importante que la ideología o la coherencia de un presidente, y es su palabra”. Como aparece en la publicidad de algunas películas norteamericanas de acción: esta vez es personal. Quizá siempre lo haya sido en la relación entre ambos.

Iglesias volvió a referirse a la entrevista que Sánchez dio en el programa de Jordi Évole, cuando comentó que los poderes económicos hicieron todo lo posible para impedir que pactara con Podemos. Parece que nadie le ha dicho aún que ese Sánchez ya no existe. El de entonces era una versión surgida del momento para reclamar la ayuda de los militantes socialistas en su campaña contra Susana Díaz y la gestora. La épica fue sustituida hace tiempo por la socialdemocracia más cautelosa, la de toda la vida.

El líder socialista ofreció más de lo mismo, más de lo que se vio en la anterior legislatura. Podemos está vetado en el Gobierno, pero no algunas de sus ideas. “Vamos a tener que pactar muchas políticas y podemos hacerlo juntos”, dijo en la frase más abierta a la colaboración con Podemos. Pero nosotros en el Gobierno y ustedes fuera de él.

Sánchez pareció relajado, sin elevar nunca la voz, como si hubiera tomado ya una decisión y no estuviera nervioso por sus consecuencias. Es decir, quiere tentar a la suerte. Tiene la idea, suministrada por las encuestas, de que unas nuevas elecciones en noviembre no pueden perjudicarle y que seguramente le beneficiarán. No cree que un matrimonio de coalición con Podemos dé garantías de durar una legislatura completa y supone que lo tendrá mucho más difícil si tiene que celebrarlas dentro de un año tras todo el desgaste acumulado y en una coyuntura económica internacional que es imposible que sea mejor o igual que la de ahora.

Pero todo este espectáculo político tiene mucho de teatro del absurdo o de estafa a la audiencia. Se trata de aparentar que es el otro el que boicotea la solución. “Yo soy el primer interesado en que no haya elecciones”, dijo Sánchez, lo que causó carcajadas en la oposición, donde los tres partidos de la derecha tienen sus propias razones para no estar entusiasmados con la idea de nuevos comicios.

Es posible que ese fuera el chiste del día para la mayoría de los diputados. No conviene reírse demasiado. Quizá en noviembre haya unos cuantos a los que se les hiele la sonrisa en la cara.

Los que sí están satisfechos con la opción de nuevas elecciones son los responsables del Círculo de Empresarios. Ya se pueden imaginar por qué.

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