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El PP intenta empujar al PSOE al abismo de 2016

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, durante un debate en el Senado con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

Aitor Riveiro

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29 de octubre de 2016. Mariano Rajoy logra, a la segunda, renovar su mandato como presidente del Gobierno. El por entonces líder del PP perdió en la primera intentona, un mes antes. Las elecciones de junio habían deparado una compleja aritmética parlamentaria. Para mantenerse en la Moncloa, Rajoy tuvo que esperar a un cisma histórico: el PSOE se rompió en dos, la dirigencia socialista dio un golpe palaciego contra su secretario general, Pedro Sánchez. Y 66 de sus diputados se abstuvieron para permitir que la derecha retuviera el poder.

Seis años después es el mismo Pedro Sánchez (que dejó su acta de diputado antes de romper la unidad de voto de su grupo) quien preside el Gobierno. Pese a dimitir como secretario general y abandonar el Congreso, logró imponerse en las primarias de 2017 y recuperar el liderazgo del partido. Pero la quiebra interna de 2016 provocó heridas que no están bien cicatrizadas. Y todavía supuran de vez en cuando. 

La relación de Sánchez con algunos de sus barones es, cuando mejor están, mejorable. Y a cinco meses de unas elecciones donde se repartirá todo el poder municipal de España, y casi todo el poder autonómico, los nervios florecen. Máxime si la agenda legislativa del Gobierno de coalición para el cierre del año va de los Presupuestos de 2023 a la derogación de la sedición o la reforma de la malversación, pasando por recuperar el pleno derecho al aborto para las mujeres de 16 y 17 años y reformar el sistema de renovación del Tribunal Constitucional. 

Emiliano García Page desde Castilla-La Mancha, Javier Lambán desde Aragón y, con mucha menos intensidad, Guillermo Fernández Vara desde Extremadura, se han lanzado contra el apoyo de ERC y EH Bildu a las cuentas públicas del año que viene, algo que ya ocurrió en los dos anteriores presupuestos aprobados. Pero especialmente contra la reforma del Código Penal que recibió este jueves el visto bueno del Congreso entre acusaciones de golpismo y con el Tribunal Constitucional activado por la derecha.

Los tres, como buena parte del aparato del PSOE, respaldaron públicamente a Susana Díaz en las primarias de mayo de 2017. Contra pronóstico, Pedro Sánchez se impuso en el voto entre la militancia y los tres dirigentes se replegaron a sus territorios. Hasta ahora, que creen ver en peligro su continuidad al frente de sus respectivos gobiernos autonómicos y, por extensión, de los partidos.

Los tres también apoyaron el golpe de mano del 1 de octubre de 2016 contra Sánchez y la inédita decisión de la gestora de propiciar la investidura de Mariano Rajoy a finales de ese mes. El candidato del PP obtuvo 170 votos a favor, 111 en contra y 68 abstenciones, de las cuales 66 fueron del PSOE. Si esos votos hubieran ido al no, como ocurrió con una parte del grupo socialista, Rajoy habría fracasado de forma consecutiva en dos intentos de investidura.

Aquella gestora la presidía el por entonces presidente de Asturias, Javier Fernández, a quien hace apenas unos días recordó Lambán. “Debió ser el secretario general del PSOE cuando dejó el cargo Alfredo Pérez Rubalcaba”, dijo, para zanjar: “Con Javier Fernández al frente le habría ido mejor a este país y a mi partido”. García Page no se ha quedado atrás en sus críticas a Sánchez. “No es tolerable pactar con delincuentes su propia condena”, dijo esta misma semana. 

La frase ha alentado al PP para proseguir la búsqueda de una nueva ruptura en el PSOE que le permita afrontar con mejores opciones las elecciones de mayo y, también, las generales previstas para finales de 2023. Ya lo intentó el pasado mes de noviembre cuando pidió que el Pleno del Congreso votara la admisión a trámite de la reforma del Código Penal “por llamamiento”.

Es decir, cada diputado de uno en uno, de pie y de viva voz. Su intención quedó clara en seguida: en sus redes sociales movieron la fotografía de los diputados castellanomanchegos o aragoneses que iban a votar a la proposición de ley. Lo hicieron antes y después de la sesión, que concluyó de madrugada y que motivó un cierre de filas en el grupo socialista con una performance en la que mostraron unidad de acción: todos los diputados se pusieron en pie.

Pero la ofensiva sigue estos días aumentada por las palabras de Page o Lambán, a quienes desde el PP se señala para que dejen de criticar al Gobierno de su jefe de filas mientras “sus” diputados o senadores votan las reformas que tanto les disgustan. Ese “sus” implicaría que los secretarios generales autonómicos tienen potestad sobre las directrices estatales del PSOE, y que los barones están dispuestos a romper la disciplina de voto que marque la dirección federal.

Lo dijo el propio Feijóo este viernes en un mitin del PP en Valencia. “Hay que agravar las penas, dicen los presidentes socialistas en las comunidades autónomas. ¿Y qué hacen sus diputados? Exactamente lo contrario. ¿Qué se creen, que con este postureo socialista la gente no se da cuenta? ¿Se cree que lo que dicen aquí en Valencia y llegan a Madrid y hacen lo contrario, la gente de Valencia no se da cuenta? ¿No saben lo que votan los socialistas de Valencia en las Cortes generales? ¿O es que cuando llegan a Madrid dejan de ser de Valencia, y cuando llegan a Valencia se han olvidado lo que han votado en Madrid? Es imposible olvidarse en 2 horas”, dijo irónicamente.

“Los españoles no merecemos esto”, prosiguió, para concluir: “Venimos a decir a los socialistas que se unan. No a los sanchistas, esos no tienen remedio. Mucho socialista ha defendido la Constitución, defendido y hecho la Transición. Muchos socialistas han intentado hacer las cosas bien. Tenéis secuestrado el voto. Vamos a poner a disposición de todos un partido ancho y constitucionalista”.

La última oportunidad para que esto ocurra llegará el jueves 22 en el Senado, cuando se votará definitivamente la reforma del Código Penal. El PP aprieta para que otra ruptura del PSOE les otorgue una victoria política. Pero los socialistas transitan estos días más pendientes de lo que pasa fuera que dentro. Pese a la bronca interna, la disciplina de voto no está en duda.

En el PP incluso hay quien confía en que el PSOE repita en enero de 2024 la jugada de octubre de 2016 para permitir a Feijóo gobernar en solitario sin depender de Vox. Pero en frente algunos además recuerdan que en 2019, por dos veces, el PP se negó a apoyar un Gobierno en solitario de Sánchez, tal y como hiciera el PSOE de la gestora en 2016. Los 66 abstencionistas de la investidura de Rajoy dirigieron una carta a Casado para que así lo hiciera. El PP dijo no, quizá confiando en que se les abría una oportunidad. Hoy, Sánchez sigue en Moncloa y a Casado lo cambiaron los suyos por Feijóo.

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