Sube la luz
Sube la luz. Un anciano sonriente y sonrosado entra en Urgencias sangrando por una brecha en la cabeza.
-¿Qué pasó?
-Nada, el bombillazo
-¡Joder! Pues sí que lo han hecho bien. Hoy han entrado más de 200 como usted.
Justo al lado, otro anciano, pequeño y arrugado como un hueso de aceituna, y con la cabeza vendada, refunfuña por lo bajini:
-Oscuro país. Oscuro pasado. Oscuro futuro...
-¡No! -le grita el anciano sonrosado agarrándose la cabeza con las manos- ¡Eso nunca! Mis nietos están llenos de luz. Mis hijos aún pagan la luz. Y yo estoy aquí porque me han fallado los reflejos, ¡pero nunca jamás volveremos a la oscuridad! -y levanta la voz y el dedo índice y abre los ojos como un iluminado- ¡Nunca nos quitarán la luz de la inteligencia!
El anciano hueso de aceituna se levanta como disparado por un resorte.
-Pero conviene ir dando el cante, abuelete: ¡Atención! ¡Ciudadanos! ¡Compañeros de cama! ¡Preparaos para el bombillazo!
Y el anciano sonrosado le rebate de nuevo:
-¡Que no! ¡Tranquilos! No pasa nada. ¡Siempre nos quedará la luz interior!
Y la enfermera les pone una inyección a cada uno.
Y se hizo el silencio.
Cuidado que sube otra vez. El listo del bar de la esquina lo explica muy bien a todos los que le escuchan cabizbajos:
-El rodillo continúa, compañeros. Porque esta no es la primera vez que sube y tampoco va a ser la última y tampoco va a ser lo único. Estamos condenados a la miseria y a la oscuridad más absoluta.
-¡He visto la luz! ¡He visto la luz! -grita uno que entra corriendo en el bar.
-Que no, idiota, que es la apisonadora fluorescente que relampaguea cuando apisona. ¿No lo ves? ¡Eh! ¡Cuidado! ¡Vosotros! ¡Los de la esquina de la derecha! ¡No os riáis, moveos! ¡Corred! ¡Que vienen mas y vienen contrapeados y en pirámide progresiva! Así, si no te aplasta uno te aplasta el siguiente. ¡Joder! No se va a salvar ni el apuntador. Que por cierto, trabaja a oscuras. Escucharme bien, escucharme todos, ciudadanos, compañeros de barra: Ya podéis ir buscando la luz divina. Porque la eléctrica mata.
Pero un anciano sonriente y sonrosado, y con la cabeza vendada, que bebe en silencio su vasito de pitarra en un rincón de la barra, le rebate:
-¡Que no! ¡Tranquilos! No pasa nada. Siempre podremos decir eso de ¡Apaga y vámonos!
Pues nos vamos. Todos teníamos menos de 20 años aquel día de 2013. Y estábamos encendidos: “¡Aquí no nos vamos a quedar! ¡Que se queden los viejos y los que no quieran remar! ¡Que se queden los oscuros con su oscuridad! ¡El problema no es la crisis! ¡El problema es que no hay huevos para torearla! ¡Venga, vámonos! ¡Por Hendaya o por Portbou!”
-¡Qué escándalo, Señor! ¡Todos esos críos gritando esos pareados horteras! ¡Y aquellas chicas de los acantilados gritando por los altavoces esas cosas tan tontas! ¡Y dando saltos con esas falditas tan cortas!
“¡Vamos! ¡Corazones jóvenes, espíritus valientes, cerebros privilegiados! ¡A las pateras! ¡Todos los que estáis apuntados en la lista! ¡Vamos! ¡Brazos poderosos, soñadores incurables, luchadores incansables! ¡A las pateras! ¡El talento a las pateras! ¡Los oscuros a la oscuridad!”
-¡Qué horror! ¡Qué juventud tan perdida!
“¡Venga, vámonos! ¡Por Hendaya o por Portbou!”
-¡Por favor, que se vayan ya de una vez y nos dejen engordar en paz!
Y todos aquellos críos desaparecían mar adentro cantando eso de: “Sí, sí, nos vamos pero volveremos / cargados de niños y de dinero / y seremos ricos de nuevo.”
- Ay, ay, ay...
Y al final también se fue la luz. Se nos cruzaron los cables, se nos fundieron los plomos, nos quedamos a dos velas y con solo dos opciones: morir o matar. O bien: matar o rezar. Y después de un minuto de silencio, elegimos rezar, todos juntos ahora:
“Padre electo que estás en España
respetado sea tu noble trabajo
que persigue la felicidad de las personas.
Tú que intentas mejorar la vida y no tu patrimonio
protege a los que se esfuerzan y persigue a los corruptos
y no les dejes que se rían y se hagan el toli
ahora y en la hora de devolver lo que se llevan.
Ayudanos a progresar como individuos,
danos la luz nuestra de cada día
y no nos dejes caer en la oscuridad mental.
Amén.“
Y en cuanto terminamos de decir amén, vino la luz. ¡Qué casualidad!
Amén.