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8M-Día Internacional de la Mujer
De madres resilientes a empoderadas: un proyecto teje redes de apoyo para aupar a mujeres migrantes a liderar el cambio

Las madres africanas que han participado en la primera fase del proyecto estaban atendidas por Cruz Roja en su centro de acogida de mujeres en Sevilla

Sara Rojas

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Ellas ya son resilientes. Son madres migrantes que han sido capaces de afrontar desafíos para su salud mental, vinculados con “las violaciones de sus derechos humanos” que han tenido que soportar a lo largo de su maternidad, tanto en sus países de origen, como en el trayecto que emprendieron con la esperanza de brindarles una vida mejor a sus hijos. Partiendo de esa resiliencia “que ya de por sí tienen”, el proyecto MadresUP trabaja en potenciar las fortalezas de mujeres migrantes en situación de vulnerabilidad social para que puedan convertirse en “madres empoderadas”, capaces de impulsar cambios en su realidad inmediata que reviertan en su propio bienestar psicológico.

Ese es el propósito con el que nace este proyecto financiado por la Agencia Estatal de Investigación y coordinado por el Centro de Investigación y Acción Comunitaria de la Universidad de Sevilla (CESPYD), según lo explica su responsable, Virginia Paloma. “Una madre resiliente es capaz de hacer frente a esa adversidad, y empoderada, además, se siente fuerte y con capacidad de cambio para luchar por los derechos de sus hijos e hijas”, enfatiza la coordinadora de CESPYD. Para promover ese paso de resilientes a empoderadas, el proyecto se ha propuesto tejer redes de apoyo y “lazos de sororidad” entre mujeres autóctonas y migrantes, centrados en tres grupos en situación de especial vulnerabilidad social: madres africanas, latinoamericanas y gitanas.

De momento, MadresUP ha echado a andar contando con la participación de 20 migrantes de origen africano atendidas en centros de acogida de mujeres de Cruz Roja en Sevilla. Durante esta fase inicial –en la que se ha trabajado en estrecha colaboración con Cruz Roja– se han realizado entrevistas en profundidad y ocho sesiones grupales para recoger sus vivencias y “conocer sus fortalezas, recursos, desafíos y preocupaciones”. De esta forma, se han “empapado de su realidad”, de cara a diseñar un programa de intervención “ajustado a sus necesidades y fortalezas”, que prevén poner en marcha el próximo curso, como avanza Virginia Paloma a elDiario.es Andalucía.

Imágenes para expresar lo que no se puede decir con palabras

Compartir emociones y experiencias en un ambiente de confianza tiene “un efecto catártico, liberador”, como asegura la responsable de este programa. De ahí la importancia de generar espacios en los que estas mujeres pudieran sentirse seguras para exteriorizar lo que a veces no se puede expresar con palabras. “No te puedo expresar lo que siento. No tengo palabras para decirte lo que siento y la distancia y la separación de mis hijos. Además, he traído a mi hijo para que se cure y se ha muerto. Es muy duro”, trataba de verbalizar una mujer argelina que lleva cinco meses en España y dejó a sus hijos en su país de origen.

Con la intención de facilitar el diálogo, durante las sesiones grupales de esta fase preliminar se ha utilizado una metodología denominada Photovoice, que consiste en recurrir a la fotografía para responder a las preguntas que se iban planteando: “¿Qué significa para ti ser madre?”, “¿qué dificultades encuentras para ejercer una maternidad satisfactoria?”, “¿en qué te sostienes para hacer frente a la adversidad, qué te ayuda a seguir adelante como madre?”. Tras formular la pregunta, las participantes –madres de entre 21 y 52 años procedentes de Argelia, Senegal, Marruecos, Costa de Marfil, Nigeria y Gambia– capturaban una imagen que les servía de apoyo para reproducir sus sentimientos:

Más allá de recoger los testimonios de estas mujeres africanas, la fase inicial ha servido para comenzar a fraguar esa red de apoyo a la que aspira el programa. Julia Jiménez, una de las psicólogas de Cruz Roja implicada en el proyecto, afirma que, con el paso de las sesiones que se celebraban los viernes, “el grupo ha ido evolucionando y ganando cada vez más confianza”. Ese avance no sólo se palpaba en sus narrativas (con exposiciones cada vez más elaboradas), sino en la convivencia en el centro. “A lo largo de las semanas se fue notando cómo pasan de ser conocidas que comparten un centro a tener una relación más de confianza y de apoyo mutuo entre ellas”, reconoce en ese sentido la psicóloga.

Por esta razón, la responsable de MadresUP concluye que “la experiencia de la fase inicial ha sido ya de por sí beneficiosa para las participantes por el mero hecho de tener un espacio de tranquilidad para expresar sus propias historias, que es una forma de ponerlas en valor, y de escuchar a otras madres que tienen una historia similar”. Todo ello demuestra que “sentirse acompañadas” es una forma de potenciar “su fortaleza”. Así lo atestiguan también testimonios como el de una mujer de Senegal, que lleva tan solo cuatro meses en España sin sus hijos:

“Los viernes cuando nos reunimos con otras madres eso me ayuda a darme cuenta que no soy la única madre pasando por estas situaciones sola. Antes, siempre estaba pensando en todo lo malo que tenía y ahora trato de ver las cosas buenas que tengo como este centro [y] los encuentros. Entonces estoy mejor que antes y aprecio mucho los viernes porque siento que me ayuda mucho”.

La “paradoja” de la maternidad

La idea de colocar a mamás en situación de vulnerabilidad social en el centro del proyecto responde a que la maternidad “mira al pasado y al futuro”. “Los hijos de estas madres van a ser ciudadanos de nuestra sociedad”, esgrime la responsable para justificar la elección de la temática: “Por motivos morales, éticos, pero también prácticos, nos interesa asegurar que estos niños nazcan en el mejor contexto posible, en el contexto más psicológicamente seguro, con referentes positivos, y eso implica trabajar con ella con perspectivas de futuro”, remarca Virginia Paloma.

Los testimonios recabados en la fase inicial dan buena cuenta de que la maternidad es un episodio que ha marcado “un antes y un después” en la vida de cada una de las participantes. Asimismo, al cruzar los testimonios compartidos sobre su trayectoria vital y perspectivas de futuro, se aprecia otro denominador común: la maternidad no siempre ha sido como la soñaron, pero en todos los casos se presenta como fuente de fuerza y motivación para seguir adelante.

“Esa es la paradoja de la maternidad”, señala en este sentido la responsable de MadresUP: “Cómo al mismo tiempo genera una carga, un sobreesfuerzo de cuidados que hay que conciliar con el trabajo y con una situación de extrema vulnerabilidad –y por tanto es una fuente de preocupación–, pero, al mismo tiempo, es lo que les sostiene, es su motor para seguir adelante”.

En efecto, al preguntar qué les sostiene frente a la adversidad, la respuesta de Amaranta (25 años, natural de Gambia, su hijo en su lugar de origen) fue: “Pensar en mi hijo, en su futuro, en su comida y su ropa me da fuerzas para seguir adelante... una bolsa para que mi hijo vaya a la escuela, comida en la mesa y sus zapatos...esas cosas me hacen luchar por su bienestar y el mío... para que él esté bien... Mi madre intentó hacer lo mismo por mí... me preparaba las cosas para que yo fuera a la escuela y eso me hace seguir adelante como madre... Mi hijo no está aquí, pero es mi soporte...”.

Enfoque comunitario

Frente al tratamiento individualizado de la terapia tradicional, el proyecto 'Empoderando la maternidad resiliente de las mujeres migrantes, refugiadas y gitanas para su bienestar psicosocial' (MadresUP) introduce una perspectiva emergente de la salud mental, basada en un enfoque comunitario. La aproximación comunitaria pone el foco en generar cambios en la sociedad y no tanto en las personas, “que al final son reflejo de las problemáticas sociales que les afectan”, como informa Virginia Paloma, también profesora de Psicología en la Hispalense.

En sintonía con la apuesta de organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS), con esta premisa se trata de maximizar las fortalezas y recursos de las mujeres migrantes para, desde ahí, tratar de actuar sobre los condicionantes sociales que comprometen su salud mental: “un contexto injusto, donde hay precariedad laboral, no tienen acceso a una vivienda digna y sufren mucho aislamiento”.

De ahí que se centren en generar redes de apoyo diverso (al relacionarse con otras mujeres migrantes asentadas y mujeres autóctonas), donde puedan encontrar un respaldo emocional, además de información para acceder a recursos que desconocían. Así, creando una especie de “tribu” entre mujeres, el proyecto MadresUP confía en que las madres ya de por sí resilientes puedan mejorar su bienestar psicológico, dando el paso a convertirse en madres empoderadas: “Si te sientes fuerte, te sientes un agente activo de cambio y eso te hace sentir bien, porque ya no te sientes como víctima de un sistema injusto, sino que te ves fuerte, acompañada de otras y, además, con capacidad de cambio”, resume Virginia Paloma.

Mentoría entre iguales

Todos estos ingredientes convergerán en el programa de intervención que están ya diseñando. De acuerdo con la coordinadora del Centro de Investigación y Acción Comunitaria de la Universidad de Sevilla, los tres pilares que lo vertebran son: la mentoría entre iguales (capacitar o formar a mujeres migrantes que llevan más tiempo en España para que sean mentoras y pueden funcionar como referentes para las madres que acaban de llegar), el apoyo mutuo (fomentando grupos de diálogos como los ya experimentados) y, como tercer pilar, diversificar su red de apoyo social contando también con madres autóctonas (para evitar así redundar en el aislamiento que sufren cuando llegan de sus países).

Tras participar en el programa, muchas de las madres africanas que se alojaban en el centro de acogida de Cruz Roja han mantenido el contacto con las compañeras que conocieron durante las sesiones de Photovoice. Además, como celebra Julia Jiménez, otras tantas han pasado de ser participantes a ser voluntarias, pues se ofrecen a colaborar en los programas para ayudar a otras mujeres.

Por todo ello, aunque el proyecto MadresUP acaba de arrancar, su responsable siente que “ya ha merecido la pena”. Tan solo con la fase inicial, ya hay madres como Ágata (26 años, Gambia) que han transformado su resiliencia en empoderamiento: “Para sentirme bien como madre y como mujer, primero tengo que educarme y cuidar de mí misma antes de que un hombre u otra persona cuide de mí... Lo que quiero es superarme... Teniendo educación y pudiendo cuidar de mí misma podré tener una familia y será el resultado de lo que haga por mí misma”.

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