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'Stolen Memory', la llave para “abrir la puerta a historias enterradas por el nazismo”

Objeto personal Antonio Jiménez Ramos

Guadalupe Gavilán

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Hay veces en las que algo tan simple como un reloj o una pluma estilográfica se convierte en la llave para “abrir la puerta de historias enterradas”. Es el caso de Antonio Jiménez Ramos. Con solo su ficha personal de prisionero y su pluma estilográfica, Antonio fue un cordobés que luchó contra el franquismo en la Guerra Civil y, tras ganar la guerra los golpistas, tuvo que exiliarse a Francia en 1939. El 21 de mayo de 1944 fue arrestado por los ocupantes alemanes y deportado al campo de concentración de Neuengamme, en Hamburgo. En 1945 lo trasladaron al campo de Sandbostei, donde posiblemente murió. Su memoria queda guardada en ese último objeto personal que dejó como huella y que espera encontrar algún lugar donde se le recuerde y se le haga justicia.

El horror nazi provocó millones de víctimas. Por eso, la exposición #StolenMemory quiere restaurar la dignidad a todas esas personas a través de una iniciativa para devolver “las últimas pertenencias de las víctimas, los objetos que llevaban consigo en el momento de su detención” a sus familias; si es posible, si las encuentran.

La muestra es una iniciativa de Arolsen Archives (Servicio Internacional de Búsqueda) y la Consejería de Turismo, Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía que se está llevando a cabo en Sevilla. Son frecuentes las visitas de institutos para dar a conocer a los más jóvenes las historias de muchos españoles (y no españoles) víctimas del nazismo, a través de sus objetos más personales.

El rojo, el color de la búsqueda

Paseando por la sala, se encuentran unos paneles informativos de color rojo que te van guiando uno a uno por las diferentes historias que, a través de objetos, tienen como finalidad encontrar a los herederos de diferentes víctimas españolas del holocausto nazi.

Uno a uno, los objetos hablan. Un reloj de bolsillo que guarda la historia del sevillano Vicente Díaz. Casado y con dos hijos, que fue llevado en mayo de 1944 hasta el campo de concentración de Neuengamme en Hamburgo. Recibió el número de prisionero 31.652 y fue obligado a realizar trabajos forzados en un anexo del campo. Lo que pasó después, se desconoce, pero su reloj de bolsillo aguarda para ser encontrado por algún heredero que quiera desenterrar su historia.

Manuel García Ruiz, otro andaluz que tuvo que abandonar un reloj de pulsera a la entrada de un campo de concentración. Un camarero almeriense que luchó en la Guerra Civil contra Franco y se exilió a Francia como tantos. La palabra “disparo” (desaparecido en francés) aparece después de su nombre en una lista de antiguos prisioneros de su campo de concentración. No se sabe si sobrevivió a la guerra, pero el reloj que llevó consigo hasta al final de su encarcelamiento sí lo hizo y busca regresar con sus dueños.

Una exposición “impactante”

El onubense Fidel Ramos Valera protagoniza el último objeto físico que podemos encontrar en una sala que, en palabras de algunos de los alumnos de la ESO que estaban visitando la muestra, “resulta impactante”. El reloj de bolsillo que aún busca a los familiares de Fidel se guarda la historia de un suboficial del Ejército Republicano Español en 1943 que fue deportado por los alemanes al mismo campo que los andaluces mencionados. Fue liberado por los aliados el 2 de mayo de 1945 y regresó a Francia, donde fue reconocido años después de manera oficial como combatiente de la resistencia.

Y aunque estos andaluces protagonizan la sala en la que se ven los objetos físicos, esta está repleta de nombres y recuerdos plasmados en fotografías que siguen buscando el final de su historia de una manera digna, “cerrando el círculo y encontrando a sus descendientes”. Vicente Villena, Francisco Navarro o Venancio Ortells, entre otros, son los nombres que inundan “un ambiente sobrecogedor”, como lo describe otro de los alumnos de visita.

El azul, el color de los encuentros

Llegando al final de la sala, el color azul se convierte en el protagonista de los distintos carteles informativos. Carteles que también contienen nombres, fotos de objetos e historias, pero esta vez con algo que los diferencia: estos objetos han encontrado hogar en las casas de los herederos de los diferentes protagonistas.

Antonio, Vicente, Braulia, Josefa, Miguel, Pilar, Edmond, Francisco, Nathan, José, Peter y Paulo son los nombres de todas esas víctimas del nazismo que han “vuelto a casa” a través de lo que dejaron atrás. “Son objetos que a simple vista parecen insignificantes pero que para las familias de estas personas deben de significar un montón, están reconstruyendo la historia de sus seres queridos gracias a ellos”, apunta una de las estudiantes que se encuentra fascinada con la misma.

Porque, efectivamente, en los carteles puedes leer testimonios de los familiares que han recibido estos objetos y que aseguran estar teniendo “un acceso a una parte de la historia de mi familia que hasta ahora desconocía”.

La exposición sigue disponible y abierta al público de forma gratuita hasta el próximo 30 de junio, en la sede del Archivo General de Andalucía en Sevilla, lo que fue el Pabellón del Futuro de la Expo Universal de 1992. 

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