‘Tristán e Isolda’: llega al Maestranza la obra que Wagner escribió para descansar del ‘Anillo’ y resultó aún más compleja

El equipo encargado de poner en escena 'Tristán e Isolda' en el Maestranza posa junto al cartel.

Alejandro Luque

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Recuerda el maestro Henrik Nánási que Wagner compuso su Tristán e Isolda para “descansar” del enorme esfuerzo que le estaba suponiendo la creación de su monumental tetralogía de El anillo del Nibelungo. “Se encontraba en medio de una serie de dificultades técnicas, con un proyecto con un gran reparto, y quiso escribir algo más simple. El resultado fue que creó algo mucho más complicado”, dice sonriendo. Esa nueva fantasía wagneriana cobrará vida los próximos días 27 y 30 de septiembre y 3 de octubre, con el propio Nánási al frente, para abrir la temporada del Teatro de la Maestranza de Sevilla y supone además el regreso del Wagner lírico al coliseo hispalense tras un paréntesis de varios años.

Así lo ha anunciado en rueda de prensa el director del coliseo, Javier Menéndez, quien no oculta su entusiasmo ante una obra “que es siempre un grandísimo reto”, afirma. “Se trata de su primer drama musical, una obra cumbre del romanticismo tardío, pero absolutamente rompedora y revolucionaria, que abre las puertas al resquebrajamiento del sistema tonal”.

Inspirada en una leyenda medieval de origen celta, Tristán e Isolda no solo abanderó la vanguardia musical de su tiempo, llevando la tonalidad hacia un punto de no retorno, sino que, con su cromatismo, su inestabilidad armónica, su exacerbada voluptuosidad y su angustia orquestal –“música enferma”, la llamó el crítico Eduard Hanslick– constituye un símbolo de la victoria del sentimiento sobre la razón, arrastrándonos hacia el profundo misterio de la noche insondable, de un amor imposible que trasciende la vida y solo es realizable más allá de la muerte.

Cuatro horas de emociones

La propuesta que llega al Maestranza destaca por el equilibrio en el reparto entre intérpretes consolidados, como Stuart Skelton –que ya roza las cien representaciones metido en la piel del personaje masculino principal– y debutantes en el universo de Tristán e Isolda como Elisabet Strid, coprotagonista, o Agnieszka Rehlis en el papel de Brangania.

Mientras que Nánási se mostraba “feliz de estar por primera vez en Sevilla, disfrutando de esta bonita atmósfera y de un tiempo incomparablemente mejor que el de Alemania, donde vivo”, explicaba que una de las características que hacen tan singular esta obra es, por un lado, su peculiar narrativa, donde “lo importante ocurre antes del inicio de la acción”, y por otro el hecho de que las emociones centren el relato. “¿Pueden imaginarse a una pareja hablando durante cuatro horas de sus emociones? Eso es lo que sucede en Tristán e Isolda, un repertorio físicamente muy exigente, que exige potencia pero también capacidad para hacer notar los matices”.

Por su parte, Allex Aguilera, responsable de la dirección de escena y la escenografía, subraya que en esta propuesta “la música es la que manda. Hay poco ‘teatro’, si se me permite decirlo así. Narran sus emociones con muy poca acción, por lo que he tratado de dar la mayor facilidad a los cantantes, al tiempo que he intentado crear atmósferas, dar una personalidad a cada acto. El Tristán es como el Amazonas, si uno va a contracorriente, es imposible remontar el río. Hay que navegar a favor de la música”.

Música protagonista

“He intentado hacer una propuesta lo más minimalista posible”, prosigue Aguilera, “nada de grandilocuencia, pero haciendo que el conjunto aguante. Como digo, la música es la protagonista, habla más que el texto, incluso”.

Entre los españoles implicados en la obra se encuentra también Jesús Ruiz, encargado del diseño de vestuario, quien asegura que un trabajo como el de la obra wagneriana “no es un encargo que ocurra todos los días”, aunque él ya ha tenido cuatro experiencias con el compositor alemán. “Como dice Allex, la ópera casi podría prescindir de la acción, la música lo ocupa todo. Pero no podemos olvidar lo maravilloso del arte, que es su capacidad de inspiración. Hemos pretendido construir un mundo atemporal desde la leyenda medieval al existencialismo de Schopenhauer, y todo confluye. Hay un momento en que todos querríamos amar y ser amados como Tristán y como Isolda”.

En un correcto castellano, Stuart Skelton cree que esta partitura es “la música más sublime” compuesta por Wagner, y es un placer defender desde el escenario “ola tras ola de música, de emoción, de amor y de muerte”. A su lado, Elisabet Strid siente que este debut sevillano “es como un sueño: estar en una de las ciudades más bellas del mundo haciendo mi papel soñado y rodeada de los mejores”.

Contra los prejuicios

Cabe recordar que como actividades paralelas de este estreno, el próximo 26 de septiembre tendrá lugar en el propio Teatro de la Maestranza un coloquio de Allex Aguilera y José María Jurado García-Posada, mientras que el 22 tendrá lugar una sesión del programa ÓPERA(ciónGar)CÍA, que bajo el título de De pociones, hechizos y canciones: Tristán e Isolda tratará de acercar la ópera de Wagner a todos los público bajo la dirección de los músicos y pedagogos de Vibra-Tó Joaquín Sánchez y Miguel Guinea.

Preguntados sobre los prejuicios que rodean a Wagner, incluso entre algunos amantes de la música clásica y la ópera, Menéndez quiso subrayar que “cuando programo a Wagner es siempre un éxito monumental, y en este caso no tienes la sensación de que dure cuatro horas, casi cinco con los descansos, porque la música te arrolla. Es un verdadero chute de adrenalina, el que lo prueba no lo puede dejar”.

Nánási está seguro de que “cambiaremos la opinión de quienes piensan así”. “Si un espectáculo es bueno, tiene una gran orquesta, un gran coro y grandes voces… Acaba brindando una experiencia en la que es difícil que no quedes atrapado. Quizá Wagner tenga un camino diferente para llegar a la gente, quizá no es tan directo como Verdi o Puccini, pero al mismo tiempo tiene más conductos para conseguir el mismo feeling que poseen los maestros de la ópera italiana”.

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