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La Cumbre del Clima se queda corta a la hora de pedir más ambición a pesar del aviso de los científicos

La cumbre del clima en Katowice, Polonia

Raúl Rejón

Katowice (Polonia) —

El panorama había cambiado, pero no ha influido lo suficiente como para dar un acelerón. La Cumbre del Clima ha necesitado un día extra para cerrarse, encallada por la manera en que la nueva evidencia científica sobre el cambio climático debía incorporarse al consenso internacional. La necesidad de incrementar los esfuerzos aparece en la decisión final, pero sin arrancar compromisos concretos para ello.  

La COP24 de Polonia se ha celebrado con una nueva información científica encima de la mesa: el informe del Panel Internacional (IPCC) sobre los graves impactos que supone dejar que el calentamiento global llegue a 2ºC en lugar de limitarlo a 1,5ºC. Las negociaciones han seguido el guión previo a este informe y, aunque en sus conclusiones pide a los países que aumenten su ambición, no han podido materializar que deben ajustarse a lo reflejado en el informe: “Hacen falta medidas sin precedentes y urgentes” que reduzcan los gases de efecto invernadero un 45% en 2030. Esta medicina, prescrita por la ciencia tras un ingente trabajo de estudio, ha sido demasiado para lo que puede ofrecer el foro internacional sobre cambio climático.

El acuerdo de la Conferencia ha “acentuado la urgencia” de “mejorar la ambición” para asegurar “los mayores esfuerzos posibles de mitigación [de emisiones] y adaptación [al cambio climático]. Y ha ”enfatizado“ que cuanto más se haga antes de 2020 (que es cuando comienza a regir el Acuerdo de París), se estará en mejores condiciones para implementarlo. La ministra Ribera reconoce que las negociaciones no han conseguido incorporar ”objetivos más ambiciosos“.

De Polonia salen ciertas reglas concretas y comunes que los países deben seguir para presentar en 2020 sus nuevos planes climáticos y cómo evaluar esos paquetes para saber si se cumplen. Un asunto al que los técnicos de los equipos negociadores han otorgado mucha importancia durante toda la cumbre.

Estas llamadas para incrementar la acción desde ya se han desligado del informe del IPCC, en teoría la justificación científica para adoptar medidas con mayor celeridad y fuerza. Las partes agradecen el esfuerzo e “invitan” a utilizar la información del Panel en “todas las discusiones de la agenda”. Para David Howell, responsable de Clima de SEO-Birdlife, hacía falta “atar, vincular, la declaración a lo que ha dicho el panel de expertos sobre el 1,5ºC, es decir, que debe recortarse mucho más”. En resumen, no se indica con claridad que esa ambición mejorada debe ir encaminada a dar respuesta a lo que han indicado los científicos hace dos meses.

De hecho, en las negociaciones se ha evaporado una referencia explícita a la diferencia en la cantidad de gases de efecto invernadero que se van a emitir con los  actuales esfuerzos nacionales y la que posibilitaría un mayor límite al calentamiento: el desfase va de las 52-58 gigatoneladas de Co2 para 2030 a las que va encaminada la humanidad frente al tope de 25-30 exigido para mantener el margen de seguridad de 1,5ºC. Cada gigatonelada son mil millones de toneladas.

¿Por qué ha irrumpido este asunto cuando la COP24 debía ceñirse, sobre todo, a sacar adelante el reglamento de aplicación del Acuerdo de París y a evaluar el estado actual del esfuerzo contra el cambio climático? Precisamente porque el informe -una petición expresa del Acuerdo de 2015- ha dado un meneo considerable al statu quo. 

Ha puesto delante de los gobiernos una realidad demasiado preocupante como para anotarla sin más. Los países con mayores riesgos ligados al cambio climático ven cómo se aceleran sus impactos irreversibles. El expresidente de Maldivas, Mohamed Nasheed, aseguraba el viernes por la tarde cuando las conversaciones encalladas obligaron a prorrogar la cumbre: “No se puede llegar a un acuerdo con la ciencia. Ni con las leyes de la física. La ciencia es ciencia”.  

Frontera entre éxito y fracaso

Las organizaciones ambientalistas habían cifrado el éxito o el fracaso de este encuentro en que los países aprovecharan la evidencia científica puesta por escrito para redoblar la acción contra el cambio climático y, de paso, forzar a los estados más reticentes a la luz de los datos. 

“No estoy de acuerdo”, asegura Laurence Tubiana, que fue la encargada por Francia para las negociaciones del Acuerdo de París en 2015. “Aquí no tenía que darse una movilización política sino construir la base de confianza entre los países. No contentarse con declaraciones que dicen que vamos a ser muy ambiciosos pero luego no hacerlo”. La diplomática insiste: “El informe está ahí. El momento de la verdad es en 2020 cuando los países tienen que presentar sus contribuciones de acuerdo con las reglas que se han establecido aquí: qué se incluye en esos compromisos de reducción y cómo se verifica que se está cumpliendo. Las reglas van a estar para siempre y las declaraciones políticas pueden variar”, remacha.

Pero el eurodiputado de Equo Florent Marcellesi ha afirmado que la COP “ha sido una gran decepción. Los estados no han estado a la altura. No ha apostado por la ambición que pedían los científicos”. La responsable de Cambio Climático en Greenpeace, Tatiana Nuño ha coincido en que “no se ha recogido la ambición necesaria”, pero ha emplazado el reto a la convocatoria que ha hecho el secretario general de la ONU, Antonio Guterres para septiembre de 2019: “Que lleven objetivos más amplios”.

El encargado de cambio climático de Ecologistas en Acción, Javier Andaluz, considera que el texto tiene “un lenguaje muy débil” a la hora de exigir a los países parte que utilicen la evaluación de la situación actual tanto para preparar los compromisos nacionales de lucha contra el cambio climático del año 2020 como esta ambición anterior a la fecha crucial que se dibuja dentro de dos años.

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