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España conserva mal dos tercios de sus hábitats más valiosos

Una dehesa.

Raúl Rejón

A finales de septiembre pasado, un agricultor taló más de 300 encinas en una dehesa extremeña. Adujo que competían con sus olivos, se saltó los términos de su autorización y las serró. Ha sido expedientado. Las dehesas españolas, como la que despobló esta tala, son uno de los hábitats prioritarios protegidos por la legislación europea en estado alarmante: actualmente está mal y sus perspectivas futuras son malas, según la evaluación remitida por España a la Unión Europea.

El caso de la dehesa es uno de 152, ya que España tiene mal conservados más de dos tercios de los ecosistemas considerados de interés. Presentan un estado “inadecuado” o directamente “malo”. La situación española quedó camuflada en un informe global de la Agencia Europea de Medio Ambiente. Esos entornos son la base de la red de protección ambiental Natura 2000. La ley europea Hábitats establece la defensa de unas 200 tipologías terrestres. 117 se dan en España –algunas con diferentes emplazamientos–.  

Los ecosistemas incluidos en la legislación europea se dividen en nueve tipos: bosques, prados, dunas, turberas, brezales y matorrales, agua dulce, rocosos, arbustivos y costeros. Cada cual tiene sus joyas. No todo se identifica con una montaña cuajada de árboles centenarios. Humedales, estepas, alamedas, ríos alpinos, bancos de fango… disfrutan de protección. Y padecen sus zonas en peligro.

La estadística dice que, de los 244 espacios evaluados, 35 muestran una conservación deficiente y otros 117 incorrecta. 11 tipos de bosques españoles están en la lista roja. Una decena de variedades de prados y cinco hábitats de dunas comparten esa calificación. Solo las turberas y los brezales se libran de la peor nota.


Seis ejemplos de hábitats mal conservados por España

Mapa de la ubicación de los hábitats mal conservados en España. Selecciona el tipo

Árboles en peligro

El grupo de ecosistemas que acumula más hábitats pobremente conservados es el de los bosques. Los informes oficiales hablan del “mal estado” de los castañares, los hayedos y las tejedas en la España mediterránea así como los robledales pirenaicos. También las alamedas, olmedas y saucedas, cuyo futuro “es inadecuado en la zonas de montaña pero malo en las bajas por la sobreexplotacion del agua”. Las masas de acebuches (el olivo silvestre) y algarrobos se hallan “fragmentadas en hábitats antropogénicos agrícolas y ganaderos”, especifican los análisis.

Pocas estampas se relacionan más con España que las dehesas revestidas con árboles perennes (ya sean encinas o alcornoques). Estas llanuras se extienden por 1,5 millones de hectáreas. Se encuentran encuadradas en el grupo de los prados y un tercio de su extensión es Lugar de Interés Comunitario. Y, sin embargo, este ecosistema está dañado tanto en estructura como en sus funciones. En su análisis para el Ministerio de Medio Ambiente, Mario Díaz y Fernando Pulido explican que  “las malas perspectivas de futuro del tipo de hábitat se deben sobre todo a la ausencia generalizada de regeneración natural del arbolado (…) ligada a cargas ganaderas excesivas”.

El objetivo de preservar estos ambientes es que no desaparezca la biodiversidad europea. Así, la normativa comunitaria lo que hace es obligar jurídicamente a los países miembro a que adopten “medidas para mantenerlos o restaurarlos a un estado favorable”.

Acción humana

Con todo, la acción humana está detrás de mucha de la degeneración de estos ecosistemas. Un ejemplo claro es el de las dunas fijas con matorrales en el litoral. “La proliferación de viviendas, infraestructuras y paseos marítimos a pie de playa”, explican los técnicos, han convertidos a este ambiente en “uno de los más degradados”, ya que se han convertido en zonas urbanizadas.

Lo mismo ocurre en las estepas donde la presión agrícola y urbana han hecho que “las perspectivas de futuro” de las llanuras salinas mediterráneas “no sean muy halagüeñas”, según admite el Ministerio. Además, el cambio climático incide en la sensibilidad de este suelo a los cambios hídricos.

Los entornos naturales singulares y valiosos no se circunscriben a paisajes de postal. El patrimonio medioambiental que viene reconocido por la ley incluye ecosistemas que escapan a una noción más espectacular. Así, la evaluación de los hábitats españoles ha revelado que están en precario las “orillas de río fangosas” que se forman por aluviones y que, al secarse, dan paso a una vegetación exclusiva. Un ecosistema más propio de los “cursos fluviales orientales”. Apenas 1.800 hectáreas de riberas. 

En España queda un minúsculo resto de la Europa glacial. 211 hectáreas de glaciares permanentes, concentrados en los Pirineos, todos considerados Lugar de Interés Comunitario. Su nivel de conservación es malo. Se caracterizan por su fragilidad y su superficie ha experimentado una “drástica reducción” sobre todo por el calentamiento global. A este vestigio de otras épocas climáticas le otorgan los expertos un futuro “muy negativo”.

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