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Jane Goodall: “Políticos como Trump hacen todo lo posible por socavar los esfuerzos contra el cambio climático”

La primatóloga británica Jane Goodall durante el acto de su investidura como doctora 'honoris causa' por la Universidad Complutense de Madrid.

David Noriega

“Cuando era niña no soñaba con ser científica, porque las niñas no soñaban con hacer ciencia. Soñaba con ir a África, ver animales y escribir libros sobre ellos”, dice Jane Goodall nada más acercarse al micrófono. “Todo el mundo se reía de mi y me decía que no podía hacer eso, pero mi madre siempre me apoyó. Me decía que si trabajaba duro y no me daba por vencida, lo lograría”, explica. Ahora, con 84 años, ya nadie se ríe de ella. Es una de las etólogas más conocidas del mundo y, probablemente, una de las científicas con más impacto del siglo XX, gracias a sus estudios sobre el comportamiento de los chimpancés salvajes en los bosques de Gombe, en Tanzania, donde se adentró por primera vez a finales de la década de los 50.

En aquella época, muchos científicos consideraban que los únicos seres inteligentes que podían tener pensamientos racionales eran los humanos. Una corriente que Goodall no conocía, ya que no había ido a la universidad. Solo dos años después de comenzar sus observaciones sobre el terreno asistió a la Universidad de Cambridge para realizar un doctorado en etología, pese a carecer de formación anterior. “Cuando llegué, los profesores me dijeron que lo había hecho todo mal: que no debería darles nombres a los chimpancés, sino números, que había dado por sentado que tenían sentimientos y emociones…”, recuerda. “En algunos campos de la ciencia todavía se dice que hay que ser objetivo y no tener empatía con el objeto de estudio, pero creo que no es así. No podemos desarrollar todo nuestro potencial humano si no conectamos ese cerebro tan intelectual con la capacidad de empatía”, razonaba este sábado, poco antes de ser investida honoris causa por la Universidad Complutense de Madrid.

Este reconocimiento le llega a Goodall, según el propio rector de la Universidad, Carlos Andradas, porque es “una brillante científica que ha roto paradigmas y ha abierto otros nuevos” y “una militante de algo que necesitamos muchísimo, el desarrollo sostenible y la convivencia entre hombre y naturaleza”. Además, ha recalcado que su figura “ha trascendido y trasciende el ámbito meramente científico, para ser una mujer de una gran influencia social para todos los jóvenes”.

“El impacto del cambio climático es innegable”

En 1977, la primatóloga fundó el Instituto Jane Goodall, para la investigación, la educación y la conservación de las especies y el medioambiente. Y, en 1991, impulsó el programa Roots & Shoots (Raíces y Brotes), que se ha extendido por más de 80 países, para involucrar a los jóvenes en la protección de los ecosistemas. Su implicación en la concienciación sobre el medioambiente y la desaparición de los chimpancés en África y el desarrollo sostenible de las comunidades locales africanas hace que esta científica esté de viaje “300 días al año”. “El impacto del cambio climático en el planeta es innegable”, justifica. “Mucha gente joven siente apatía; muchos científicos dicen que estamos en un punto de no retorno; hay muchos líderes políticos en el mundo, como el presidente Trump, que hacen todo lo posible para socavar los esfuerzos contra el cambio climático, pero yo soy optimista”, prosigue.

Goodall sustenta su optimismo sobre cuatro pilares. Por un lado, la gente joven que, “cuando se implica y se pone a trabajar, cambia cosas en el mundo”. Por otro, “nuestro increíble cerebro y las cosas que podemos crear a nivel tecnológico para evitar ciertos impactos”. En este punto se detiene para reclamar a los gobiernos más apoyo “a energías renovables, en lugar de financiar otras contaminantes, como el gas o el petróleo”, pero también que los ciudadanos “tomemos consciencia de nuestra huella cotidiana y cómo podemos reducirla”. En referencia a la Cumbre del Clima de Katowice, que se celebra estos días en Polonia, Goodall ha destacado la “importancia de encontrar acuerdos para la legislación, pero también de poder aplicarla, porque si no se puede aplicar, no tendrá resultado”.

Además, afirma que “especies que han quedado al límite de la extinción pueden tener una segunda oportunidad”, gracias a la “resiliencia de la naturaleza, incluso en lugares que han sido devastados”. Y, por último, sobre “el indomable espíritu humano” de “personas que dan un ejemplo de como superar adversidades y ponerse a trabajar en situaciones complicadas, para lograr cambios impensables”, señala para introducir a la directora ejecutiva del Instituto Jane Goodall en el Congo, la doctora Rebeca Atencia.

3.000 grandes simios desaparecen cada año por el tráfico de especies

En Congo es, precisamente, donde se encuentra el centro de rescate y rehabilitación de chimpancés de Tchimpounga, el más grande de África. “Debido a la caza furtiva y el tráfico de especies, muchas crías quedan huérfanas y tienen que ser llevadas a estos centros”, explica Goodall, “para rehabilitarlas y poder devolverlas a la libertad”. En total, según datos del Instituto, cada año desaparecen alrededor de 3.000 grandes simios. Pero otro problema es “la deforestación, por la demanda que nosotros mismos hacemos”, indica Atencia. “Por eso, cada uno somos responsables de ese impacto que está sucediendo en la selva”, razona la directora del instituto, que trabaja también “en programas educativos con comunidades locales para el desarrollo sostenible”. “A nivel educativo, hay un cambio generacional, donde la gente ya sabe la importancia de defender la selva”, se felicita.

Ya investida honoris causa, Goodall inició un discurso en el que una de sus primeras frases la pronunció “en un idioma que muy pocos aquí conocerán”. “Uh uh uh uh” (hola, soy yo, Jane) chilló al paraninfo que, entregado, respondió de la misma manera. Ya en inglés, tras hacer un repaso por su prolífica carrera y los programas educativos y de conservación del medioambiente que ha promovido, defendió que “tenemos la posibilidad de decidir qué cambios queremos realizar en el planeta”. Y, basándose en las posibilidades que plantean las nuevas tecnologías, lanzó un mensaje para los jóvenes: “Este es un gran momento para estudiar el comportamiento de los animales”.

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