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“Nunca ha habido tantas posibilidades para publicar noticias que no son noticias”

El periodista Javier Mayoral en la Facultad de Ciencias de la Información de la UCM.

Matías de Diego

En medio del huracán de la inmediatez, de las noticias de última hora y de las redes sociales, en sus clases de periodismo Javier Mayoral (Badajoz, 1970) lee a Francisco Umbral. Se detiene, delante de sus alumnos, para ponerle voz a las crónicas parlamentarias de Julio Camba; a la Guerra Civil, vista por Chaves Nogales; y a las crónicas políticas y sociales de Emilia Pardo Bazán. “Hablamos del nuevo periodismo americano, pero el nuevo periodismo americano es un viejo periodismo europeo y un viejo periodismo español; un periodismo con una tradición muy rica que se podría aprovechar mucho más”, cuenta a eldiario.es desde su despacho la facultad de Ciencias de la Información de la Complutense.

“La escritura es un elemento especialmente importante para leer el mundo, para entenderlo. Si sabes escribir y sabes leer, vas a interpretar mucho mejor los síntomas de la realidad. Por eso, ese aprendizaje literario es muy importante”, remarca el profesor que, antes de dedicarse por completo a la enseñanza, pasó más veinte años en la redacción de Telemadrid. De todo lo que aprendió como periodista y de su experiencia como profesor nace Periodismo herido busca cicatriz (Plaza & Valdés), un libro en el que analiza las cicatrices que han dejado en el periodismo sus sucesivas crisis: la económica, la digital, la de credibilidad y la de identidad.

¿Por qué decide escribir sobre la herida del periodismo y no sobre sus crisis?

He pensado en la herida porque es lo que dejan las crisis en nuestro propio cuerpo y en nuestra propia piel. Además, la crisis remite a una situación en la que parece que los responsables de lo que sucede están fuera, que los culpables son los otros, y creo que debemos mirarnos a nosotros mismos. Debemos mirar, alejándonos de la autocomplacencia, y preguntarnos qué hemos hecho mal los periodistas y qué responsabilidad tenemos en lo que ha ocurrido con el periodismo y qué podemos hacer para superarlo. La idea de herida que busca su propia cicatriz era muy buena para esto.

¿Le falta autocrítica al periodismo?

Sí. El periodismo está muy acostumbrado a criticar, pero tiene la piel muy fina, muy sensible y tiende a mirar hacia afuera y no hacia adentro. Hoy en día estamos sometidos al escrutinio de los lectores, de las audiencias, de los ciudadanos. La autocrítica y ese escrutinio son muy sanos para el periodismo.

Escribe que los periodistas hemos perdido parte de nuestra identidad.

Ese es uno de los grandes problemas del periodismo. La falta de credibilidad surge porque no sabemos lo que queremos ser, por culpa de esa falta de identidad; no sabemos qué le queremos ofrecer a la sociedad, a los ciudadanos o al mundo que nos rodea. Debemos preguntarnos qué quiere ofrecer el periodismo. La crisis de identidad tiene mucho que ver con esa dificultad para explicarle a la sociedad por qué es útil el periodismo.

¿Por qué hemos perdido esa identidad?

Porque el periodismo no ha sabido venderse. En este momento, no sabemos hacer buen marketing de nosotros mismos porque todavía no sabemos lo que queremos ser. En las campañas publicitarias de las cadenas de televisión o de radio estamos diciendo que vamos a contar cómo es el mundo, pero, en realidad, estamos intentando entretener. Estamos intentando buscar que las audiencias pasen por nuestras páginas web o por nuestras cadenas. Estamos intentando entretener a la ciudadanía para que se mantenga en nuestros índices de audiencia. Estamos intentando, en definitiva, convertir a los ciudadanos en audiencias.

Inmersos en esas crisis de identidad y en la búsqueda de audiencias se abre un nuevo frente: las “noticias falsas” y la posverdad.

En realidad, lo de información falsa es una contradicción de términos. No puede haber información falsa. En todo caso, podemos hablar de información errónea, pero si es falsa y está basada en mentiras es que no es noticia, son mentiras. Este fenómeno ha existido siempre, pero la novedad es que ahora hay más cauces que nunca para difundir esa información averiada. Nunca ha habido tantas posibilidades para publicar noticias que no son noticias y darles una apariencia de verosimilitud. A pesar de ello, creo que, en lugar de ser un problema, es una gran oportunidad para el periodismo, para que los periodistas y los medios de comunicación reivindiquen su papel como garantes de la información veraz.

¿Por qué parece que no hemos sabido reivindicarlo?

No hemos sabido hacerlo porque tenemos esa crisis de identidad y, además, estamos intentando sobrevivir atrayendo y entreteniendo a la audiencias. Si fuéramos conscientes del momento en el que vivimos, estaría muy claro que el papel del periodismo es garantizar la veracidad. De hecho, ese es el pacto inaugural del periodismo: veracidad a cambio de credibilidad. Yo te cuento la verdad y tú te crees lo que te cuento. La crisis de credibilidad tiene que ver con la pérdida de veracidad en los relatos periodísticos.

¿Cómo salimos de este círculo vicioso? ¿Cómo se revierte esta situación?

El periodismo está necesitado de una regeneración. Tenemos que volver a firmar el pacto que hicimos con los ciudadanos y habría que reconocer que lo hemos hecho mal. El periodismo tiene muchas dificultades para reconocer que se ha equivocado. Curiosamente, los que lo han reconocido han sido los medios más pequeños, pero en los grandes medios de comunicación he echado de menos ese reconocimiento de que las cosas no se han hecho bien. Además, habría que reinventar el pacto con los ciudadanos y volver a comprometernos a hacer un relato creíble. Si no somos creíbles, no servimos de nada.

Los medios públicos también se han visto afectados por esta crisis de credibilidad, ¿qué ha pasado?

Creo que no han sido verdaderamente medios públicos, sino que se han convertido en medios gubernamentales y, por eso, no han sido creíbles. Si realmente hubieran sido medios públicos, también habría sido una buena oportunidad para los medios privados al tener un referente que les habría obligado a elevar el nivel y a hacer menos periodismo basura. Los medios públicos son esenciales. Son esenciales porque garantizan una función fundamental que es el derecho a la información en medios que tienen una gran capacidad de calar en grandes sectores de la sociedad. Merece la pena invertir el dinero de todos en medios que sean garantes del derecho a la información y que tengan una línea editorial basada en la pluralidad y la garantía de veracidad; no tendría que haber líneas ideológicas en los medios públicos. Desgraciadamente, lo que hemos visto es que existen esas líneas ideológicas, que coinciden milimétricamente con el partido que está en el gobierno.

¿Falla el modelo de los medios públicos?

Sí. Falla, sobre todo, porque no hay garantías de que sean realmente independientes o de que las decisiones que se toman sean realmente periodísticas. Habría que blindarlos para que no se produjesen injerencias del gobierno de turno. Tienen que tener una autonomía blindada. El nombramiento en cadena –el gobierno nombra al director general del ente público, que nombra al director de informativos, que nombra al subdirector de informativos– garantiza la dependencia del poder. Hay que cambiar ese sistema para blindar el funcionamiento de los medios públicos y que ocurra todo lo contrario: que no haya posibilidad de injerencia gubernamental.

Para conseguirlo, tenemos que buscar elementos de defensa colectiva. La defensa individual genera héroes, pero no soluciones; hay que buscar herramientas colectivas. Me parece muy sensato y muy útil que existan herramientas como los Consejos de Informativos. Sin ellos, las televisiones públicas serían infinitamente peor de lo que son.

Uno de los asuntos sobre los que insiste en el libro es la inmediatez, ¿en qué nos ha afectado esta búsqueda constante de las noticias de última hora?

La novedad es un elemento esencial del periodismo. El problema no es tanto la novedad como la obsesión por la novedad: si estamos obsesionados con lo ultimísimo, podemos hacer un discurso que distorsione la realidad. Esa obsesión puede llegar a cambiar la forma de trabajar del periodista: si estás tan pendiente del relato inmediato, no puedes hacer un relato más profundo de los hechos. Durante un tiempo a los medios les ha pasado esto: han perdido la capacidad de hacer un relato más esponjoso y más profundo porque están muy pendientes de la espuma, de la superficie, de la primera piel. Eso hace que el periodismo sea menos útil y más dependiente del poder, y habría que preguntarse quién domina ese relato de la superficie. Solo cuando hay profundidad, solo cuando hay investigación, solo cuando hay tiempo para hablar con más fuentes y contrastar la información, los medios de comunicación pueden acabar denunciando y desvelando algo que alguien está intentando ocultar. El relato sobre la superficie es un relato inducido: alguien quiere que contemos algo y que lo contemos así. No nos podemos quedar en eso.

¿No se ha convertido, en cierto modo, el periodismo de investigación en una especie en extinción?

Sí, pero porque investigar vale caro y quizás no haya muchos ciudadanos dispuestos a pagar el precio que realmente tiene esa información. Hay que hacer un esfuerzo enorme, casi noticia a noticia, para explicar a los ciudadanos por qué es necesario hacer un esfuerzo económico y por qué el verdadero periodismo es caro. Requiere mucha inversión y requiere mucho tiempo conseguir contar algo que alguien está intentando tapar. Por otra parte, todo periodismo debería tener un componente de investigación. Deberíamos plantearnos qué es el periodismo cuando no tiene ese componente. Si no existe la investigación, si nos remitimos a la nota de prensa y no hacemos nada más, es cuando deberíamos plantearnos para qué sirve el periodismo.

¿Qué futuro le espera al periodismo?

Es muy elocuente la charla que mantengo con Iñaki Gabilondo y que sirve como prólogo del libro. Hay un edificio que se está viniendo abajo y hay otro que no vemos todavía. Nos fijamos, porque es muy llamativo, en el edificio que hemos perdido; el viejo periodismo se ha derrumbado y las grandes empresas periodísticas están en crisis, pero hay otro periodismo que está creciendo. Cuando la gente dice que el periodismo ha muerto, se equivoca. El periodismo no solo no ha muerto, sino que está manteniendo un pulso con diferentes poderes para contar aquello que es necesario contar. Pueden cambiar las formas de contar, el procedimiento de trabajo, las condiciones laborales de los periodistas, pero el periodismo sigue siendo muy necesario.

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