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Adiós a la mascarilla en la calle: los retos del fin de una medida más estricta en España que en otros muchos países

Dos personas en una terraza de Málaga en octubre de 2020.

Belén Remacha

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El Gobierno por fin ha puesto una fecha al fin del uso de mascarillas en exteriores como prevención frente a la COVID-19. Será el 26 de junio de 2021. El Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas llevaban semanas debatiendo esta cuestión, con negociaciones muy avanzadas y amplio consenso, y la ciudadanía esperando una fecha. Hace falta una modificación del real decreto de nueva normalidad, donde está incluida la obligatoriedad de llevar mascarillas en todo momento. Para que el cambio de norma esté listo el sábado 26 de junio, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha convocado un Consejo de Ministros extraordinario el próximo jueves 24. “Este [el del 19 de junio] será el último fin de semana con mascarilla en los espacios al aire libre”, ha anunciado el presidente.

La mascarilla ha sido el símbolo de la crisis de la COVID-19 en Europa y América, sociedades nada acostumbradas a ella. El jueves 21 de mayo de 2020, las mascarillas se hicieron obligatorias en España, mediante una orden ministerial publicada en el BOE. Era, en principio, mientras durase el estado de alarma, pero susceptible a alargarse, como así fue, con el real decreto de nueva normalidad. La normativa en España ha sido de las más estrictas en la Unión Europea y muchos otros países afectados por la enfermedad. La obligación de llevarla por la calle empezó el verano pasado cuando varias comunidades lo decretaron así para todos los supuestos, hubiese o no distancia en exteriores, porque tenían competencia para hacerlo. Las excepciones se circunscribieron a cuando se comiera o bebiera. Las últimas en incorporarlo fueron Madrid y Canarias. Para finales de julio ya estaba impuesta en todo el territorio. Y ninguna Comunidad levantó esa medida mientras eran las competentes. Luego llegó la normativa estatal.

En nuestro entorno, prácticamente solo Italia y Francia tenían normas similares de uso en casi todo momento en lugares públicos, incluidos exteriores. En Italia ha sido así desde octubre. Hasta entonces, cuando comenzó ahí la segunda ola, solo lo era en espacios cerrados y en algunas regiones especialmente golpeadas, como el Lacio. En Francia comenzó a serlo en verano, primero en algunas ciudades grandes. En ese país, dejó de ser obligatoria por la calle este jueves. Permanecerán en el transporte público, estadios y lugares con aglomeraciones. En Italia, el calendario va más tarde que el de España: el Gobierno se plantea retirarlas a partir del 15 de julio. Tanto Francia como Italia llevan un ritmo de vacunación ligeramente más lento que el de España: en Francia están completamente vacunados el 22,6% y en Italia el 24,2%. Y ninguna de las dos tienen cubiertos al 100% a sus mayores (Francia, solo a un 77% de los de más de 80). En la ciudad de Bruselas también había una norma estricta sobre el uso de mascarillas en el exterior, que no se ampliaba a toda Bélgica y que fue relajada el 7 de junio. En Grecia también continúan con la obligatoriedad en exteriores.

El Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades (ECDC) recomendó en su actualización del 21 de abril que se “relaje” el uso de mascarilla y la distancia social entre personas con pauta completa de vacunación. En países como Alemania, Noruega, Finlandia, Suecia, Portugal y Reino Unido las mascarillas no eran ya de por sí obligatorias en el exterior, exceptuando calles con aglomeraciones y otro tipo de situaciones similares; lo eran por lo general en comercios, vehículos y espacios públicos interiores. En Reino Unido tampoco; con su desescalada, siguen siendo obligatorias en el transporte, tiendas o cine, pero no en exteriores. En Portugal, solo cuando no se pudiera mantener la distancia, y se mantendrá así hasta final de verano, según anunció su presidente. 

Fuera de Europa, las políticas han sido variadas entre países que no tenían costumbre de usar este producto. En Argentina, por ejemplo, eran parecidas a la de España: desde mayo de 2020, obligatorias en exteriores. En Australia, que por sus características insulares han podido seguir la estrategia 'COVID 0', nunca lo han sido ni siquiera en interiores. Israel sí tenía una norma rígida sobre el uso en exteriores de mascarillas que fue flexibilizada el 18 de abril, cuando tenían un 57,2% de la población con pauta completa: desde ese día ya no son obligatorias en las calles y se quedan solo para interiores.

En EEUU, dependía de los estados, y de hecho, durante la administración de Donald Trump, fue un asunto político quién la imponía antes y quién no. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) recomendaron hace unas semanas que las personas completamente vacunadas pudiesen no usarla tanto en interiores como en exteriores. Y recomendaron también (no tienen autoridad para dictar normativa) que las personas no vacunadas pudiesen pasear sin esta protección. El estado de Nueva York decidió el 19 de mayo que se podía no usar mascarillas en espacios públicos, excepto en el transporte público, en los colegios y algunos otros lugares. Sin embargo, autoriza a los comercios a pedir su uso, ya que una buena parte de su población no está vacunada y es difícil conocer el estado de todo el mundo.

Sin detallar la nueva regla

Aunque parece que siempre hemos usado las mascarillas de la misma forma, entre mayo y junio de 2020, no eran obligatorias por la calle. Solo si no se podía garantizar la distancia de dos metros. El uso se relaja en España con el 47,3% de la población con, al menos, una dosis de una vacuna contra la COVID, y el 28,8% con la pauta completa, y el 100% de los mayores de 70 años, los que corren más riesgo de sufrir la COVID grave, cubiertos. También con niveles de incidencia acumulada similares a los de agosto de 2020 (92 casos por cada 100.000 habitantes), y con la letalidad del virus tocando fondo. Y en la semana en la que el Gobierno espera llegar a los 15 millones de personas totalmente inmunizadas.

Muchos expertos coinciden en que es un momento apropiado, aunque queda una transición en la que habrá que hacer pedagogía. “Las distancias siguen siendo importantes, en muchos espacios hay que continuar usándolas. Aunque es el momento, hay que trabajar en esos matices sobre el cuándo hay que mantenerlas, que la gente sepa a qué atenerse y no confundirla más, y eso es lo que seguramente lo ha retrasado. El mensaje a mandar es que no es el fin de la pandemia, ni de las mascarillas”, explicaban desde la Sociedad Española de Salud Pública (SESPAS), una de las plataformas en constantes conversaciones con Sanidad.

Pedro Sánchez no ha dado detalles acerca de cómo se quedará la nueva normativa, pero en ningún momento está sobre la mesa que se elimine su uso en España en los interiores a corto plazo. La mascarilla la tendremos que seguir llevando encima, para entrar en cualquier lugar público cerrado. El reto de salud pública es que la ciudadanía no entienda tras la relajación de esta norma que la pandemia de COVID-19 se ha terminado, y que se siga utilizando este elemento de prevención en los contextos recomendables, o incluso se mantenga más a largo plazo en lugares como el transporte público para evitar, aparte del coronavirus, otras infecciones respiratorias.

En marzo de 2021, una enmienda del PSOE modificó en el Senado la norma de nueva normalidad, para volverla obligatoria de manera unificada en todo momento y decidiese lo que decidiese la comunidad. El Consejo Interterritorial de Salud lo relajó, pero solo para la playa y unas pocas situaciones más. Y es ahora, el 26 de junio de 2021, cuando se volverá a algo parecido al uso del punto de partida.

Por ahora no hay conclusiones acerca de si una estrategia ha sido más exitosa que otra: usarla solo donde fuese necesario, o acostumbrar a la ciudadanía a emplearla de manera habitual. Los expertos, incluso lo ha reconocido el propio Fernando Simón, coinciden en que el uso de las mascarillas en espacios abiertos nunca ha sido del todo efectivo per se, porque un contagio con distancia al aire libre es muy difícil. Las administraciones se inclinaron por ello para que, ante la duda, los ciudadanos nos habituásemos a usarla en todo momento. “Había que acostumbrar a la población y se usó para justificarlo”, recordaba Juan Ayllón, director del Área de Salud Pública de la Universidad de Burgos, “y yo no me creía mucho que fuese a funcionar, no he sido nunca nada partidario de mascarillas por la calle. Pero igual sí había algo de razón. Con el tiempo, sí se ha visto a gente que solo se la baja para comer, los hay que la usan bien. Es muy difícil aún determinarlo. Con los años, se harán estudios”.

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