Los adolescentes que siguen movilizados por Palestina pese al veto de Ayuso: “Es una cuestión de humanidad”

“Nos preguntan que por qué tienen que cumplir las normas si Israel, pisando los derechos humanos, no lo hace”. Cristina, profesora de un centro educativo madrileño, lidia con las dudas razonables de los chicos y chicas de su instituto unas horas después de confirmar que no están solos. Lo que pasa en su centro se ha replicado en otros de la región: a todos ellos la Consejería de Educación les ha advertido que cesen las actividades de condena al genocidio y el uso de símbolos de apoyo al pueblo gazatí como banderas o pañuelos. La ofensiva israelí en territorio palestino ha costado la vida a 64.000 personas en dos años, casi un tercio de ellas menores de edad.

A los estudiantes se les amontonan los argumentos. “¿Y qué hacemos? ¿Quitamos el listado de los niños que han muerto? Esto es una cuestión de humanidad”, asegura una alumna de ojos grandes y muy abiertos. Otra, que está a su lado, recoge el guante: “No hay ningún tipo de opinión, solo exponemos los hechos, que son brutales y cada uno con su criterio que saque las conclusiones”. Al final, una tercera remata: “Es como pedir que seamos neutros respecto al Holocausto”.

Las ideas brotan en un espacio que está muy lejos de la cotidianeidad de los chicos y chicas de 16 años: un despacho del Ministerio de Juventud. El revuelo por el veto ha cogido a los chavales en una reunión, programada hace semanas con la ministra Sira Rego, para dar a conocer los proyectos de solidaridad que el instituto –cuyo nombre no trasciende en esta información por su propia decisión– lleva desarrollando casi dos años: un festival de música solidario, un mercadillo, charlas con refugiados que han llegado a España, un taller para aprender a hacer pan palestino, un vídeo de boicot a Eurovisión si sigue participando Israel y hasta un intercambio de ideas con otro centro en Arroyomolinos.

"No hay ningún tipo de opinión, solo exponemos los hechos, que son brutales y cada uno con su criterio que saque las conclusiones"

El instituto, de momento, ha abrazado la resistencia. Mantendrá varias de sus clases, despachos y pasillos empapelados con pancartas que dicen “Este centro educativo está en contra del genocidio de Gaza” y las reuniones semanales en el recreo para coordinar las nuevas acciones. Está pendiente que el Consejo Escolar dé el visto bueno a una propuesta de manifiesto para hacer pública la posición del centro en contra del genocidio, cuenta uno de los alumnos.

“No escondo que la noticia de que empieza a haber cierta censura es un jarro de agua fría. El currículo de la Comunidad de Madrid incluye la educación en valores y para la paz. No estamos haciendo nada incoherente respecto a la ley y eso nos provoca confusión”, asegura Cristina. La plataforma Marea Palestina: la educación contra el genocidio, que ha denunciado públicamente la situación en representación de varios centros, ya ha anunciado que va a “estudiar acciones, incluso legales, contra esta vulneración del derecho de autonomía, libertad de cátedra e, incluso, derechos fundamentales como la libertad de expresión”.

Es como pedir que seamos neutros respecto al Holocausto

El sindicato minoritario de profesores y profesoras de la Comunidad de Madrid, STEM, también ha pedido en una carta dirigida al Gobierno de Isabel Díaz Ayuso la “retirada inmediata” de cualquier instrucción procedente de la Inspección hacia los equipos educativos para retirar banderas, carteles y otros símbolos de apoyo al pueblo palestino. Y, de trasladarse esa prohibición, que se ponga por escrito la base normativa que la justifica.

La semilla fueron las dudas

La movilización en el centro de Cristina surgió con cierta espontaneidad. “Nos preguntaban qué estaba pasando y abrimos grupos de debate con algunos profesores de Historia para resolver dudas”, recuerda. De esta semilla salió un grupo de unas 20 personas, entre alumnado y docentes, que sigue activo. Los promotores se aseguran de que llega el mensaje a otros compañeros y compañeras con pasaclases que van informando de las actividades y las acciones. Ahora aspiran a más: quieren hablar con otros centros, hacer red para escalar lo que ya está plantado y floreciendo.

Con La Vuelta hemos visto en el colegio a mucha más gente interesada, hemos notado que hay más conciencia”, percibe otra alumna con una trenza de hilo en el pelo que aún recuerda al verano. “Sí, al menos se conoce el tema y no se ignora”, añade otra. “Pero a la vez hay un choque porque tenemos a muchas personas cuestionando los datos, diciendo que Israel solo se está defendiendo”, problematiza el único chico de la sala.

El Ministerio de Juventud e Infancia ha puesto a disposición de los escolares sus instalaciones como un punto de encuentro que pueda servir para organizar nuevas acciones y escalarlas. “Parece que todo el mundo se ha movilizado ahora con La Vuelta o Eurovisión pero eso ocurre porque antes ha existido gente que ha hecho cosas en sus espacios cotidianos que contagian, aunque parezca que no”, señala la ministra, que ha sido muy crítica con el movimiento de la Consejería de Educación madrileña.

El Gobierno regional niega que estas comunicaciones se estén llevando a cabo a la vez que admite que sí pide a los directores que sean “absolutamente apolíticos” cuando tienen conocimiento de que los centros están organizando “actividades que pudieran tener relación con alguna cuestión política”. La presidenta autonómica no se ha movido en estos dos años de una postura contraria a cualquier protesta propalestina, en la misma línea que el Partido Popular. “