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La 'culpa' es del alcohol o de la ropa provocativa: la cultura de la violación se resiste a desaparecer

Un momento de la manifestación del 8M en Madrid (2018).

Marta Borraz

Que “el causante” de una violación es el alcohol. Que la mayor parte de agresiones se producen por parte de desconocidos. Que si una mujer no tiene intención de tener relaciones sexuales con un hombre, no debería coquetear con él. Los estereotipos que rodean a las agresiones sexuales aún no han sido del todo desterrados. Lo demuestra la encuesta hecha pública estos días sobre Percepción Social de la Violencia Sexual elaborada por la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, que pone el acento en algunas creencias que todavía persisten.

Aunque en términos generales los resultados de la investigación dibujan un escenario de intolerancia hacia las agresiones sexuales, hay algunas cifras especialmente relevantes: el 50% en el caso de los hombres y el 45,6% en el de las mujeres, opina que el alcohol es a menudo el causante de una violación. El 20,8% de los hombres y el 17,3% de las mujeres cree que si una mujer se viste “de forma provocativa” no debería sorprenderse si un hombre intenta obligarle a mantener relaciones sexuales. El 43,6% de los hombres y el 37,3% de las mujeres considera más probable que una mujer sea violada por un desconocido que por un conocido.

Pensar que la persona que convive contigo o tus conocidos son incapaces de agredirte es uno de los mitos más frecuentes. Es una creencia generalizada que en última instancia silencia este tipo de situaciones. Si la gente considera que quién te va a agredir es un desconocido, cuando una mujer traslada que ha sido su marido o compañero de trabajo, no le van a creer”, interpreta la investigadora Bárbara Tardón, autora de la tesis La violencia sexual: desarrollos feministas, mitos y respuestas normativas globales.

El estudio, realizado a través de 2.465 entrevistas, apunta a un dato más en este sentido: casi cuatro de cada diez hombres y algo más de dos de cada diez mujeres manifiesta algún grado de acuerdo con la afirmación “cuando un hombre presiona a su pareja para mantener relaciones sexuales, esto no puede llamarse violación”.

Las respuestas a las preguntas relacionadas con el perfil del agresor tienen una consecuencia evidente. Y es que ponen de manifiesto “el desconocimiento de un elevado porcentaje de la población sobre las características de las agresiones sexuales”. Eso con los datos disponibles aseverando lo contrario. Según la última Macroencuesta de Violencia contra la Mujer, elaborada en el año 2015, solo el 18,6% de las violaciones que se producen fuera del ámbito de la pareja son cometidas por desconocidos. Es decir, la mayoría son cometidas por hombres que la víctima conoce.

Culpa de la víctima e impunidad del agresor

Este estereotipo se suma a la lista de ideas preconcebidas erróneas que a veces son creencias asentadas y que en última instancia implican culpabilizar a la víctima o eximir al agresor. “Aunque la inmensa mayoría de la población condena a nivel teórico la violencia sexual, cuando se pregunta por determinados comportamientos o actitudes que suponen una agresión sexual, éstos no siempre se identifican como tales”.

Así, el 16,7% de las personas entrevistadas manifiesta algún grado de acuerdo con que si una mujer es agredida sexualmente estando borracha tiene parte de la culpa “por haber perdido el control” y el 15% considera que “cualquier mujer que sea tan poco precavida como para andar sola de noche por callejones oscuros tiene parte de culpa si es violada”.

“Los mitos se contruyen en base a una serie de prejuicios definidos por la ideología patriarcal al establecer cómo debe ser el comportamiento de las mujeres y de los hombres. Se nutren y consolidan gracias a esta ideología que los sostiene y están ahí permanentemente alimentados por la cultura, los medios de comunicación, la socialización diferenciada y sexista de niños y niñas o la ausencia de políticas públicas para combatir la violencia sexual”, explica Tardón.

La experta recuerda además cómo los mitos pueden ser reproducidos de manera inconsciente, algo que no es identificar en respuestas a preguntas directas y concretas como las que hace la encuesta. “Los asumimos visceralmente y nos atrapan con la finalidad siempre de sembrar la duda en la víctima”. El estudio también hace referencia a un elemento relacionado con este aspecto, el de la deseabilidad social. Es decir, que las personas respondan lo que es socialmente correcto y no lo que realmente piensan. El diseño de la encuesta, dice el estudio, se ha enfocado a minimizar esta deseabilidad social.

Elena Laporta, abogada y miembro de la organización Women's Link apunta a que “este tipo de creencias no suelen ni plantearse en otro tipo de delitos” y hace hincapié en que los estereotipos aparecen en todos los ámbitos de la sociedad, también en aquellos encargados de proteger a las víctimas. “En el sistema judicial también se reproducen los mitos, lo que provoca que las mujeres no acceden en igualdad de condiciones a la justicia”. Una opinión que coincide con la de Tardón al identificar el peligro de los estereotipos: “Lo que hacen es dejar totalmente en solitario a las víctimas frente a una vulneración de derechos humanos”.

Laporta apunta a la formación en materia de género como mecanismo para combatir estas creencias en el sistema judicial. “Formaciones específicas, obligatorias y continuadas en el tiempo, que no tienen que centrarse exclusivamente en la norma penal, sino que deben abordar la perspectiva de género con un enfoque global de la discriminación hacia las mujeres, sus causas, manifestaciones y consecuencias”.

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