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No a todos los colegios les parece buena idea la jornada escolar intensiva

Entrada del CEIP Latina, en Madrid. / J.G.

Sofía Pérez Mendoza

Las familias del colegio público Latina de Madrid ya han dicho dos veces que no quieren cambiar el horario escolar. Han rechazado la jornada intensiva lo que le convierte en una rara avis en el mapa general de España donde sí se ha impuesto con porcentajes cercanos al 100% en muchas comunidades. En la Comunidad de Madrid se dan más resistencias: poco más de la mitad de los colegios públicos tienen este tipo de horario.

El proceso para concentrar las clases en la mañana no solo ha fracasado, sino que ha generado tantas tensiones entre la comunidad educativa que el equipo directivo ha decidido que no volverá a iniciarlo hasta que no haya una propuesta que nazca de las madres y los padres. Hasta ahora, ambas habían venido del grupo de maestros.

“En las dos ocasiones se ha generado mucho mal rollo y al final el debate pedagógico sobre qué es mejor para los niños y las niñas se convierte en otra cosa”, asegura Javier Gómez, director del centro.

El proceso para instaurar la jornada matutina es largo y lleno de burocracia: un proyecto educativo, una comisión, reuniones informativas, mesas electorales... Meses de trabajo. La última palabra siempre la tienen las familias, que votan si están a favor o no del cambio en las urnas. En este colegio ni siquiera llegó a votar el mínimo de censo necesario para que se tenga en cuenta el resultado de las papeletas: dos tercios del total de padres y madres. De los que sí acudieron, más del 80% dijeron que sí.

Solo para poner en marcha la maquinaria se necesita que la demanda salga del Consejo Escolar, donde debe estar apoyada por la mayoría de los representantes de los docentes y también de las familias, y así ha sido en las dos ocasiones. Pero al abrir la lente a los más de 400 alumnos del centro, el pulso se mide de un modo distinto en función de a quién preguntes.

Docentes sospechosos

Algunos profesores sienten que las familias les miran con suspicacia por querer compactar la jornada, aunque en realidad el número de horas son las mismas. “Se malinterpreta. Pensar que queremos trabajar menos es un error porque la jornada lectiva es la misma. Solo trasladamos la hora intermedia, como los niños”, explica María Eugenia, maestra de Infantil del colegio y una de las participantes en la elaboración del proyecto educativo para adaptar la jornada.

Ahora el centro hace una pausa para comer de 12:30 a 14:30 para volver hasta las 16:00. Con el cambio, las clases se harían de continuo hasta las 14:00 –con un par de recreos– con posibilidad de dejar a los menores en el comedor otras dos horas más, además del horario ampliado de las actividades extraescolares. Es decir, la misma horquilla de tiempo. Los maestros, aclaran desde la dirección, no dejarían de trabajar cuando acaba la jornada lectiva sino que deben quedarse una hora más.

“No hablamos abiertamente del tema”

La tirantez no solo se genera con los maestros, sino también entre familias, confirman varias de ellas. “Estoy a favor de la jornada partida y hemos llegado a escuchar argumentos relacionados con que si alguien deja al niño al cole hasta las cinco es un mal padre o madre. Hemos optado como centro por no hablar abiertamente del tema. Yo reconozco que, en función de nuestra idea previa, todas buscamos argumentos que la apoyen. Dudo que nadie en el proceso para votar el cambio vaya a variar su forma de pensar”, afirma Ana María, madre y también presidenta del AMPA del centro.

Susana, del otro lado, piensa que, como le pasa a ella, “los niños y niñas no rinden después de una pausa tan larga”. “Creo que es positivo que se concentre el trabajo intelectual y después a otras cosas. En los institutos de toda España las clases son por la mañana y nadie lo cuestiona”, opina. Desde su punto de vista, las familias que están entrando al colegio en Infantil “ya vienen con otra idea, mucho más favorable a la continua”.

“No hay estudios que demuestren que es mejor cambiar. Y por qué cambiar de una situación que podemos reconocer que no es ideal a otra que tampoco lo sería. El problema no son las horas, que están cubiertas, es el reparto y el sobreesfuerzo”, defiende Ana María, partidaria de que los menores “salgan corriendo cada uno a su casa”. “Temo, además, que se abra un campo de incertidumbre sobre el mantenimiento del comedor y las extraescolares que puede afectar a la conciliación”, añade. Desde el centro aseguran que estos servicios, además del desayuno, están garantizados.

El director del colegio enmarca lo que está pasando en el centro dentro de la “normalidad” del distrito. “De los coles parecidos al nuestro en número de estudiantes solo hay uno que ha cambiado el horario”, asegura Javier. Esa normalidad que se percibe desde dentro, cambia si se mira desde fuera. “Una familia que venía de Andalucía se quedó alucinada con que siguiéramos con jornada partida”, cuenta María Eugenia, que tuvo al niño en su clase. En esta comunidad autónoma, el horario intensivo está regulado por decreto en todos los centros públicos.

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