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La negativa de Madrid a cerrar bloquea el plan de Sanidad y las autonomías para evitar un nuevo repunte en Semana Santa

Un hostelero de Vitoria prepara una terraza en la vía pública.

Belén Remacha

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Hace muy poco más de 3 meses, el 2 de diciembre de 2020, el Consejo Interterritorial de Salud, que reúne a los consejeros de la rama de todas las Comunidades Autónomas y estaba presidido por el entonces ministro Salvador Illa, cerró la primera versión del documento que unificaría medidas de cara a las inminentes Navidades. El documento permitía los viajes si era para ver a familiares y flexibilizaba las reuniones y el toque de queda las noches señaladas. Sobrevolaba el riesgo de una tercera ola de COVID-19 que comenzó a crecer pocos días después y llegó a su pico en enero, de nuevo, con los hospitales desbordados y las cifras de muertes marcando récords. Ese 2 de diciembre de 2020 España tenía una incidencia acumulada de 251 casos por cada 100.000 habitantes.

Tres meses después, el mismo Consejo, ahora con la ministra Carolina Darias al frente, debe decidir qué hace con la siguiente festividad destacada en el calendario español: la Semana Santa, que cae el 1 y 2 de abril. De momento, la decisión se delega en la Comisión de Salud Pública –con técnicos del Ministerio y de las Comunidades–, que deberá elaborar un plan en los próximos días. Actualmente, la incidencia acumulada va a la baja y es algo menor que el 2 de diciembre, 159 casos por cada 100.000 habitantes. Pero la mayoría de las comunidades están de acuerdo en enmendar aquel error previo a las Navidades y en no permitir la movilidad ni relajar las medidas por ser fechas especiales. Catalunya, Aragón, Murcia, Balears y Castilla-La Mancha están incluso tratando de coordinarse para ello. Sanidad busca un acuerdo entre todas, las 17, “homogéneo” y “de país”, y Darias defiende que entre los consejeros autonómicos hay “bastante consenso”. La ministra dijo que “el objetivo es bajar a 50 casos de incidencia acumulada”, y este miércoles que “nuestro objetivo es salvar vidas, no semanas”.

La propuesta que Sanidad ha trasladado a las autonomías pasa por el cierre perimetral para evitar desplazamientos, que los universitarios no regresen a casa, toque de queda entre las 22:00 y las 6:00, vetar eventos masivos, limitar las reuniones a 4 o 6 personas y evitar las citas sociales en domicilios. El documento con esta propuesta, adelantado por la Cadena SER, contempla además la realización de una campaña publicitaria para contrarrestar la llamada “fatiga pandémica”. 

Se desmarca, otra vez, Madrid. La presidenta de la Comunidad adelantó que aspira a que esa fecha suponga una recuperación de la economía, aunque dentro de su propio equipo no hay consenso. Ayuso dijo este miércoles por la tarde en una entrevista radiofónica no entender por qué hay “que cerrar por cerrar”. “Estando todas las comunidades autónomas cerradas no se ha impedido que ese virus se haya desbocado. Se ha demostrado que no es Madrid quien está contagiando, que el virus no entiende de fronteras ni de origen”, añadió. El alcalde de la capital, en la misma línea, pidió que no haya esos días cierre perimetral de la región.

El 2 de diciembre de 2020, España tenía una incidencia acumulada superior a la del 3 de marzo de 2021. Pero los datos de la Comunidad de Madrid, la única abiertamente proclive a no cerrar, se han movido al revés: entonces una incidencia de 225; ahora, de 261. Es la región que en peor situación epidemiológica está, solo por detrás de las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla. Andalucía, cuyo gobierno en otras ocasiones también ha sido disidente con Sanidad, sí aboga por mantener los cierres perimetrales esos días.

Los epidemiólogos, a favor de esperar a estar por debajo de 50

Los epidemiólogos y expertos en Salud Pública están de acuerdo en rebajar las expectativas para Semana Santa y mantener restricciones. También sitúan la barrera, como la ministra, en al menos los 50 casos por 100.000 habitantes. Ildefonso Hernández, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública (SESPAS), opina que “con tasas de incidencia por encima de 100 no podemos rebajar demasiado porque corremos el riesgo de rebotar. Por principio de precaución, esperaría hasta bajar de 50. Y si haces la relajación justo antes de unas vacaciones, se alienta la movilidad”. Mario Fontán, ex presidente de la plataforma de Médicos Residentes de Salud Pública, opina parecido: “No podemos perder el foco y pensar que porque la tendencia lleve semanas a la baja, muy positivo, quiere decir que los niveles de transmisión ahora mismo sean aceptables”. Añade que “todavía estamos lejos de una situación en la que cualquier elemento que pueda incrementar la transmisión no pueda tener un impacto en el sistema sanitario y en las personas”. Por tanto, es recomendable “hacer un esfuerzo extra y mantener ciertas restricciones de la movilidad”.

Hernández recuerda que en otros países europeos que tuvieron su tercera ola antes que España están ya en meseta o están volviendo a repuntar. También lo señala Pedro Gullón, miembro de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE): “Para abril ha podido cambiar la tendencia a ascendente. Espero que no, pero es probable”. Gullón insiste en esa barrera de los 50 casos por cada 100.000 habitantes como límite para plantearse cosas, pero sostiene que aunque la tendencia a la baja se mantenga, será difícil llegar antes de abril “porque el ritmo de descenso ya se está ralentizando debido a que a partir de cierto número es muy difícil bajar. Y algunas comunidades aún siguen altas, principalmente Ceuta, Melilla y Madrid. Así que yo sería extremadamente cauto”.

Con todo, las Navidades y la Semana Santa no le parecen del todo comparables: “Las restricciones tienen que tomar todas las dimensiones y contar con la esencialidad de lo que se intenta cortar. Las navidades fueron una explosión por las reuniones familiares, algunas con movilidad incluida y otras no, sin movilidad podría haberse dado una tal vez menor pero parecida. Pero eran más esenciales para las familias tras un año muy duro, y corríamos el riesgo de que la gente no aceptara una prohibición. Los movimientos de Semana Santa son más vacacionales, también para ir a ver a la familia en algunos casos, pero sin tanta carga”. Algo que también apunta Fontán: “La Semana Santa no implica los mismos patrones. Sí que supone un aumento de la movilidad y una potencial mayor interacción entre no convivientes que puede hacer que el trabajo de control de la transmisión de las comunidades se vea mermado”.

¿El último gran esfuerzo de la pandemia?

Los expertos llaman a ser responsables con el proceso de vacunación. Ahora que ya está “encarrilado”, dice Fontán, “es más aconsejable pecar de exceso para que el trabajo titánico que están haciendo las personas encargadas de su organización y administración no se vea afectado”. Porque, aunque vaya avanzando con ya 1,2 millones de personas con la pauta completa inoculada y el efecto en las residencias notándose, “todavía estamos lejos de tener a los colectivos vulnerables con una pauta completa de vacunación. Es importante tenerlo en mente para no pensar que un incremento de la transmisión pudiera no afectar todavía a gente vulnerable”. Es decir, en una hipotética ola en abril o mayo, todavía no habríamos podido evitar todo el número posible de hospitalizaciones que busca la vacunación.

Ildefonso Hernández pide lo mismo: “Un poquito de paciencia puede ser una inversión a futuro muy rentable”. Incluso pensando en términos económicos: “En abril y mayo se hacen las reservas turísticas de verano. Si en ese momento sube la incidencia, será una señal fatídica. Si se quiere vivir el verano con un poquito más de tranquilidad, hay que llegar a abril y mayo con una situación muy buena. Y lo malo de las olas es que sabes cuándo empiezan pero no cuándo acaban”.

¿Renunciar a la Semana Santa puede ser el último gran esfuerzo que se nos pide en esta pandemia? “No me atrevería a calificarlo como último por las implicaciones que tiene poner fechas”, responde Fontán, “pero pensando en que se consiga vacunar a la gente más vulnerable sin que se descontrole la transmisión creo que ese esfuerzo merece la pena, teniendo en mente ese objetivo de cuidarnos todo lo posible mientras vamos avanzando”. Hernández tampoco puede responder si es exactamente “el último”, “pero si tenemos en abril la vacuna de Janssen y se acelera el proceso de vacunación, es posible que en julio tengamos protegida a gran parte de la población y más holgura para manejarnos. Hay que ser pacientes ahora para no frustrarnos el resto del año”.

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