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Los grandes mamíferos del Pleistoceno fueron cruciales para preservar la diversidad de plantas

Mamut en el Australian Museum, Sydney. April – Pethyybridge. / Unsplash

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Un estudio publicado en la revista Frontiers in Ecology and the Environment propone que las perturbaciones en la vegetación generadas por la megafauna del Pleistoceno proporcionaban el mecanismo que necesitaban muchas especies herbáceas para prosperar. Según apunta el CSIC , en este contexto, “los mamuts y otros grandes mamíferos, al caminar o remover la vegetación, creaban claros entre gramíneas (especies silvestres parecidas al trigo, la cebada o la avena), en los que el suelo quedaba expuesto al sol.” Lo que permitía a las plantas herbáceas con flores vistosas germinar y establecerse entre las gramíneas.

“Estas plantas herbáceas con flores no tienen parte leñosa y necesitan sol directo para crecer. Por eso el papel de los grandes mamíferos era clave para crear estos espacios en los que germinaran sin que se lo impidieran las gramíneas, que son más altas y ensombrecen las plantas que hay más abajo, entorpeciendo que prosperasen”, explica Francisco I. Pugnaire, investigador del CSIC en la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC (EEZA-CSIC) y coautor del estudio. Así se explica que antes hubiera mayor proporción de herbáceas de este tipo con más calidad alimenticia, y menos gramíneas.

¿De qué se alimentaban los mamuts, mastodontes y demás animales de gran tamaño durante el Pleistoceno, hace unos 10.000 años? Por su tamaño, los animales de la conocida como megafauna requerían gran cantidad de energía, por lo que necesitaban una gran cantidad de alimento de elevada calidad nutritiva. Sin embargo, “las plantas que actualmente forman las praderas de cualquier región del mundo, dominadas por gramíneas, no contienen los nutrientes suficientes como para mantener esa biomasa de animales de gran tamaño del Pleistoceno”.

Un 'extra' de energía

Es decir, “el ‘extra’ de energía lo proporcionaban plantas herbáceas no gramíneas, especies anuales o perennes de flores vistosas que almacenan en sus tejidos los nutrientes necesarios para el desarrollo de grandes animales.” El estudio plantea que estas especies herbáceas florecieron en los pastizales altamente productivos del Pleistoceno, la denominada estepa de los mamuts, y “son, en muchos aspectos, superiores a las gramíneas en capacidades como tasa de crecimiento, de rebrote, de defensa antiherbívoros, etc.”

Por tanto, las alteraciones de la cubierta vegetal proporcionaban espacios vacíos que ocupaban esas especies. La desaparición de la megafauna a finales del Pleistoceno por los cambios del clima y por la aparición la especie humana, fue privando paulatinamente a esas especies herbáceas de las zonas adecuadas para sobrevivir, haciendo que las gramíneas ocuparan el espacio y ensombrecieran el suelo, llevando a las herbáceas no gramíneas a perder su preponderancia y mantener el papel secundario que se observa en la mayoría de las praderas actuales.

Además, “la evidencia obtenida en sistemas como las sabanas africanas actuales, donde aún existen herbívoros de gran tamaño que producen grandes destrozos en la vegetación y proporcionan lugares para la regeneración de especies no gramíneas” apoyan esta interpretación, según apunta el investigador del CSIC. Desde el centro de estudios, señalan que “los resultados del estudio podrían contribuir a mejorar la calidad forrajera en explotaciones ganaderas y aumentar la riqueza de especies en praderas naturales y seminaturales”.

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