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“A los jóvenes transexuales el sistema no nos deja existir”

Violeta Aguado

Terminar los estudios, conseguir trabajo o independizarse son algunos de los principales problemas a los que se enfrenta la actual juventud española. Éstas y otras situaciones de la vida cotidiana se complican para los jóvenes transexuales.  

“La etapa educativa es una de las más complicadas de afrontar cuando estás en una transición, es difícil encontrar centros inclusivos donde se respeten las diferencias y se pongan medidas reales para parar el acoso hacia el alumnado trans”, dice Ángela Sotogrande. Esta joven transexual no abandonó en ningún momento sus estudios porque tenía claro que “sin estudios y siendo trans, seguramente no llegaría a ninguna parte”.

Sin embargo, el caso de Ángela es diferente al de Elizabeth, que tuvo que cambiar de instituto porque el centro privado en el que estudiaba no ofrecía ninguna medida para acomodar a una alumna trans. O el caso de Paula, que abandonó el entorno escolar hasta en dos ocasiones.

Según el estudio Transexualidad en España, Análisis de la realidad social y factores psicosociales asociados, solo un 39,2% de los jóvenes hizo visible su transexualidad cuando estudiaba. Los jóvenes transexuales coinciden a la hora de calificar los espacios educativos como entornos no inclusivos, especialmente durante la educación secundaria, cuando el sistema binario irrumpe con fuerza y los niños y las niñas tratan de encajar en uno de los estereotipos establecidos.

Para estos jóvenes transexuales el problema es de base. Creen que los roles de género en los que se educa a los niños son rígidos y los espacios educativos no educan sobre la diversidad ni invitan a que los alumnos se comporten como son. Además, acusan a leyes como la LOMCE de obstaculizar el crecimiento de entornos seguros y respetuosos en los que se persiga la transfobia, o cualquier otro tipo de acoso.

El difícil acceso a un puesto de trabajo

El problema del desempleo –que alcanza a un 46,5% de los jóvenes españoles– se agrava en el caso de los jóvenes transexuales, quienes suelen estar expuestos a la transfobia en el ámbito del trabajo. “A la hora de hacer el curriculum, ¿qué nombre pongo? ¿El legal o el mío? Y en la entrevista, ¿lo cuento o espero? ¿Y si me contratan y luego me piden el DNI?” Éstas son algunas de las preguntas que estos jóvenes se hacen a la hora de tratar de conseguir un empleo. “Te tienes que enfrentar a tus miedos como persona para hacer un simple curriculum” dice Rion, un joven de 21 años, que confiesa tener miedo a enfrentarse a la búsqueda de trabajo.  

El abandono del sistema educativo o la falta de concordancia de su imagen corporal con su nombre en el DNI son algunas de las razones que dificultan el acceso de estos jóvenes a un trabajo digno. “Hay ciertos trabajos a los que no podemos acceder si nuestra imagen no coordina con la que la sociedad establece”, dice Marcos, quien en más de una ocasión no ha sido contratado por esta razón.

Aitor, estudiante del Grado en Educación Primaria, también experimentó rechazo cuando solicitó hacer prácticas como monitor en un campamento: “Me dijeron que si tuviera cambiada mi documentación sí que podría trabajar, no tiene sentido porque es un papel donde pone un nombre y un sexo, no tiene nada que ver con lo que soy”.  

La precariedad también es un problema frecuente entre aquellos que consiguen un puesto de trabajo. Según el estudio elaborado por la Universidad de Málaga en 2011, un 33,3% de los personas transexuales tiene ingresos inferiores a 600 euros y más del 55% señala haber tenido algún conflicto en el trabajo al hacer pública su transexualidad. Esto hace que muchos jóvenes dirijan sus intenciones laborales hacia ámbitos “más abiertos” como la educación, la psicología o el propio ámbito trans. “Lo más probable es que termines siendo autónomo porque te das cuenta de que nadie te va a contratar”, dice Marcos.  

Estos jóvenes también coinciden en que las medidas de discriminación positiva en el acceso al empleo –que se aplican en comunidades como Navarra– son solo una solución temporal. “Son facilidades para llegar a las mismas oportunidades que tiene otra persona, si cambiase el sistema y no fuera necesario encajarte en un género para acceder a un puesto de trabajo, no necesitaríamos la discriminación positiva”, opina Marcos. Sin embargo, para otros jóvenes como Paula, la discriminación positiva no ayuda a normalizar la situación: “Yo, como persona trans no pido privilegios, pero tampoco pido perjuicios”, asegura esta joven.  

La emancipación forzada

Las trabas que estos jóvenes encuentran a la hora de encontrar trabajo también limitan sus posibilidades de independizarse económicamente. Según el último informe publicado por el Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud, el 80% de los menores de 30 años de nuestro país aún no ha conseguido emanciparse. El apoyo económico de la familia continúa siendo una de las principales fuentes de ingresos para los jóvenes españoles, un apoyo fundamental para los jóvenes trans, quienes no siempre encuentran la aceptación dentro de su familia.  

Para ellos, muchas veces no existe la opción de una emancipación normal: “muchos jóvenes trans que viven fuera de casa lo hacen porque no han recibido apoyo familiar” nos cuenta Paula desde Galicia. Es el caso de Marcos que se marchó de casa a los 23 obligado por la insostenible situación que estaba viviendo. A día de hoy, con 27 años, Marcos vive de nuevo con su madre de quien aún depende económicamente. Este caso es habitual, tal y como nos cuenta Leo Mulió, psicólogo de la Fundación Daniela, dedicada a la defensa de los derechos de menores y jóvenes transexuales. Leo recibe muchos casos de jóvenes trans que no inician su cambio por miedo de quedarse en la calle: “El ser dependiente económicamente muchas veces frena y dificulta el proceso de cambio”.   

Las dificultades de la vida cotidiana

Actividades tan normales como utilizar la tarjeta de crédito, viajar, practicar deporte o incluso usar un cuarto de baño se convierten en situaciones de conflicto a las que los jóvenes transexuales se tienen que enfrentar en su día a día. El proceso para conseguir un nuevo DNI es largo y complicado y la falta de concordancia entre su imagen corporal y su nombre legal hace que constantemente tengan que dar explicaciones. En la universidad, en el banco, en el médico... Son muchos los ámbitos en los que estos jóvenes encuentran problemas. “Te sientes vulnerable, sientes que la ley no te respalda, que tienes que ir a contracorriente cada día”, confiesa Marcos. 

“Es absurdo, únicamente tener cambiado el DNI indica si eres 'una mujer' o 'un hombre' de verdad”, dice Andrea, quien sueña con poder competir en Atletismo. A pesar de tener apariencia femenina, la Federación le impide competir con el resto de chicas hasta que esta joven trans no consiga legalmente el cambio de identidad. Para Rion, la razón de que surjan todos estos problemas cotidianos es que “la gente necesita identificarte, ponerte en una caja o en la otra. No entienden que puede haber una tercera, una cuarta o las que sean”.

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