¿El mejor negocio del mundo? Las editoriales científicas disparan los precios y multiplican su facturación
En los últimos cinco años el precio de publicar investigaciones se ha disparado, y con él los beneficios de las editoriales científicas. Entre 2019 y 2023 el coste medio de los APCs (Article Processing Charges, el dinero que cobra una revista para divulgar un artículo) ha pasado de 2.356 euros a 2.983 euros en seis de los principales grupos del mundo (Elsevier, Springer Nature, Wiley, Frontiers, MDPI y PLOS), según un estudio elaborado por varios investigadores del ScholCommLab, un laboratorio interdisciplinar con sede en la Universidad Simon Fraser de Vancouver.
La subida media es del 26%, que aplicada a millones de artículos a los largo de los años se traduce en que la facturación de esos mismos grupos editoriales en ese plazo se ha multiplicado por dos y medio solo por este concepto.
Las editoriales analizadas por el ScholCommLab ingresaron algo menos de mil millones de dólares en 2019 por APCs, cifra que en 2023 escaló hasta romper la barrera de los 2.500 millones de dólares. Esto supone una subida superior al 250% en apenas un lustro.
Juan Pablo Alperín, investigador en el campo de las publicaciones científicas y acceso abierto del Public Knowledge Project y codirector del ScholCommLab, explica a elDiario.es que esa media esconde notables diferencias entre los precios que cada editorial impone, que a su vez son diferentes en los cientos (miles) de revistas que edita cada una de ellas. También lamenta la “falta de transparencia” de las empresas, que les ha obligado a buscar los datos a mano en las webs de las revistas y, a partir de ahí, realizar estimaciones.
Según el ScholCommLab, estos seis grupos han facturado un total de 8.248 millones de euros entre 2019 y 2023. El estudio calcula que en 2023 MDPI (681,6 millones de dólares), Elsevier (582,8 millones de dólares) y Springer Nature (546,6 millones de dólares) fueron las tres editoriales que más ingresos generaron con APCs.
Un sector difícil de entender
Para el ciudadano medio, ajeno a este sector, el funcionamiento del mundo editorial científico puede ser difícil de entender, admite Ramón Feenstra, del departamento de Filosofía y Sociología de la Universidad Jaume I, investigador en temas de acceso abierto y que fue editor de una revista durante 12 años. A los propios investigadores les cuesta a veces comprender cómo se ha llegado a este punto. “Es paradójico que en la era actual de la comunicación, con más posibilidades que nunca para distribuir los artículos con facilidad, el control que ejercen las grandes editoriales sea tan amplio”, reflexiona Feenstra.
El proceso es más o menos así: los estados financian –normalmente–. Los científicos plasman el fruto de las investigaciones pagadas con fondos públicos en forma de artículos, que envían a revistas científicas para su publicación. Estas reciben los textos y se los pasan a otros científicos, que revisan la calidad de esos papers de manera gratuita. Evalúan y corrigen, piden cambios. Todo por amor a la ciencia. Cuando el artículo ya está pulido y es válido, el autor tiene una decisión que tomar: ¿quiere pagar unos miles euros a la revista para que esta lo publique en abierto –más visibilidad, más lecturas, más citas; más éxito, en definitiva– o prefiere no gastar dinero en eso y que quede bajo suscripción, disponible por tanto para menos gente? (Y eso en el escenario bueno, según la publicación esa elección puede que ni exista y haya que pagar sí o sí). Solventada la dicotomía, la revista le da formato al texto, lo aloja en su servidor y lo publica.
Recapitulando: los estados financian, los científicos investigan, otros científicos validan su trabajo, las revistas cobran, indexan, archivan, publican y difunden.
El modelo APC (conocido como “la vía dorada”) no es el único en el sector, pero en los últimos años se está volviendo el más popular. Tradicionalmente, las revistas solían pertenecer a sociedades científicas y funcionaban por suscripción. Pero ese modus operandi limitaba quién podía leer los artículos, y por tanto su impacto. Para sortear esta barrera, las revistas le dieron la vuelta a la tortilla. Empezaron a ofrecer a los autores una alternativa: en vez de cobrar al lector por acceder al artículo, que el investigador pagara por publicarlo y el texto esté en abierto, accesible para todos.
Miles de revistas, grupos enteros, funcionan hoy bajo ese modelo. Es el caso de MDPI, un (ya) gigante de nuevo cuño al que muchos investigadores miran con recelo por sus prácticas “depredadoras”, como se califican en el sector. Sus revistas –le sucede algo parecido a Frontiers– son laxas con los criterios de aceptación de artículos, son rápidas en la gestión y publicación y tienen precios relativamente más baratos que otras. Como han conseguido colocar muchas publicaciones entre las más prestigiosas, las que siempre buscan los investigadores, se han vuelto una bicoca para muchos científicos que necesitan publicar para progresar en sus carreras.
La falta de transparencia que denunciaba Alperín se vuelve muy real cuando se trata de analizar lo que le cuesta a las revistas publicar un artículo y en base a qué suben los precios por ese servicio. No existen datos reales, solo alguna aproximación realizada por investigadores o extrabajadores del sector.
Uno de los intentos más recientes lo realizó la investigadora Lilian Nassi-Calò. Esta argentina trató de desglosar el coste de publicar para una revista y calculó que si publica mil artículos al año, en el escenario más caro le cuesta 616 euros y 379 en el más barato. Si la revista publica cien o menos artículos anuales, el rango oscila entre 665 y 418 euros. Y sin embargo, el coste medio para los autores está en casi 3.000 euros a día hoy, y entre los analizados el mínimo no baja de 1.896 (para todo el grupo MDPI).
Alexander Grossmann y Björn Brembs, exeditores de Springer, Wiley y Frontiers, respectivamente, realizaron un ejercicio parecido con un resultado similar. “Nuestro cálculo [...] oscila entre 643,61 dólares para una revista que publica 100 artículos al año y 565,15 dólares para una revista de este tipo que publica 1.000 artículos (o más, ya que los costes indirectos se vuelven cada vez más insignificantes en torno a este valor). Estos valores consisten en 266,53 dólares de costes directos de publicación (es decir, comprobación de similitud, DOI para un artículo, DOI para dos o más revisiones, corrección de estilo, composición tipográfica, formateo de figuras/gráficos/tablas, distintivo Altmetric, indexación, preparación de XML y metadatos), 289,91 dólares para el personal editorial y entre 8,72 y 87,18 dólares para 1.000 y 100 artículos, respectivamente, en costes indirectos (es decir, plataforma Web OA y alojamiento, preservación digital, membresías)”, desgranaron.
Las consecuencias
El catedrático Emilio Delgado López-Cozar y el profesor Alberto Martín-Martín, de la Universidad de Granada, resumen lo que ha supuesto esta evaluación en un artículo recientemente publicado en la Revista Mediterránea de Comunicación. “El paso del modelo de pago por suscripción (pagar por leer) al modelo de pago por publicación (pagar por publicar ”en abierto“) no solo consagra el negocio como único fin de la actividad editorial, sino que lo propicia sistémicamente generando una dinámica que conduce indefectiblemente a ello. En este nuevo modelo económico-financiero el objetivo preferente de las empresas de la edición científica se convierte en publicar más, porque cuantos más artículos se publiquen, más APC se cobran y, por ende, más ingresos se obtienen. Los beneficios de las editoriales pasan a depender de su volumen productivo y no de su sagacidad y tino selectivo”, escriben.
Y continúan: “En cambio, el modelo de negocio basado en la suscripción de revistas tenía una meta y unas dinámicas muy distintas. La finalidad era ganar el favor de los lectores, pues más lectores equivalían a más suscripciones, sinónimo de más negocio. En este caso, el objetivo último de la editorial y su negocio no depende de publicar más sino de publicar mejor: acertar o atinar con los contenidos publicados, con la selección de trabajos relevantes, de interés y amplia audiencia, general o especializada, según la comunidad científica y profesional a la que la revista se dirigiera; en definitiva, editar mejores revistas, que sean atractivas a sus lectores (comunidades científicas y/o profesionales). Comprar o suscribir revistas dependía no de contener más artículos, lo que engendra ruido y desafección en el lector, sino mejores artículos”.
El debate, marciano fuera de ese mundo, está muy presente entre los investigadores. Y debería trascenderlos, argumenta Feenstra, porque se emplea mucho dinero público solo para pagar estos APCs. En España, las universidades públicas y el CSIC tienen firmados unos “acuerdos transformativos” por los que pagan 42,5 millones al año a cuatro grupos editoriales a cambio de un número determinado de publicaciones.
“No estoy en contra de las revistas científicas y creo que es importante que haya variedad de rutas de acceso abierto”, expone Feenstra. “Para mí el problema es la transformación que está habiendo de revistas híbridas a revistas doradas. En una híbrida tienes la capacidad de elegir si haces el gasto o no. Si no pagas puedes dejar el preprint en un repositorio y la revista obtiene su beneficio. Pero la transformación hacia la ruta puramente dorada sí es un problema. Ahí desaparece la capacidad de elección. Tengo que publicar en revistas de alto impacto [para progresar en la carrera académica] pero no me dejan no pagar. Hay situaciones muy dispares, además. Países con muchísimos recursos financian la publicación de sus investigadores mientras otros no pueden”.
Esta inequidad de la que habla Feenstra también molesta a Alperín, del ScholCommLab. “El modelo de las APCs está desmantelando la manera en que las revistas se estaban organizando en otras partes del mundo, en particular en América Latina. Está desmantelando el modelo diamante, un modelo de las revistas financiadas por y manejadas por la comunidad académica, y está convirtiendo cada vez más revistas en un negocio. Los APCs ha ayudado a acelerar un poco esta comercialización de conocimiento, en particular en regiones del mundo donde no estaba aún tan comercializado”.
También, coinciden los dos investigadores, hay una creciente inequidad entre disciplinas. “Las que tienen más recursos, las STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, en inglés), que tienen más recursos, son las que se pueden seguir pagando, mientras las disciplinas que no tienen este tipo de recursos terminan quedando fuera del negocio”, explica Alperín.
El hartazgo no es solo de los investigadores. Instituciones de todo el mundo tratan de salirse de esa lógica –también en España– e incluso hay universidades que han decidido dejar de pagar a las revistas. También hay trabajadores de las editoriales que no comulgan con el sistema, como el equipo editorial de 'NeuroImage', una publicación puntera de la editora Elsevier, que dimitió en bloque por las condiciones abusivas (“inmorales”, adujeron) que imponen a los científicos. Los de Nature han ido a la huelga porque el grupo ha tenido un beneficio del 25% hasta los 500 millones de euros, ha subido sus tarifas un 8% y eso no se está trasladando a sus condiciones de trabajo. Cada poco tiempo aparece en prensa algún artículo de un científico o grupo que expresa a los cuatro vientos su desacuerdo con un sistema que consideran “una estafa lucrativa”, como este reciente de Arash Abizadeh, filósofo y profesor universitario, en The Guardian.
Las editoriales defienden que ofrecen “calidad”
Cada editorial justifica su política de precios de una manera (pero ninguna explica cómo los fija o qué costos tienen a la hora de publicar). “El principio general de Elsevier sigue siendo cobrar precios unitarios inferiores a la media del mercado y ofrecer al mismo tiempo una calidad superior a la media. Los datos públicos disponibles muestran que publicamos más artículos de investigación y de mayor calidad que otras grandes editoriales”, explica una portavoz del grupo.
Frontiers utiliza el estudio sobre el costo de los APCs para defender la “competitividad” de sus precios, con “una media de 2.270 dólares” (el coste medio total roza los 3.000 dólares). También asegura el portavoz que su política de tasas es “sostenible e inclusiva”. En este contexto, sostenible significa que sus precios cubren “todos los costes asociados a un servicio de revisión y publicación de alta calidad”, y sí detallan que se tiene en cuenta la inflación a la hora de fijar esos APCs. La inclusividad que dice practicar la compañía se refiere a que las revistas más grandes y consolidadas “subvencionan el desarrollo de títulos más nuevos y comunidades de investigación con menos financiación para la investigación y el acceso abierto. De este modo se garantiza que ninguna comunidad se quede atrás”.
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