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El número de experimentos con animales cae por debajo del millón al año pero aumenta la gravedad de las pruebas

Menos pruebas, pero más severas. La experimentación con animales retrocede en España en los últimos años en términos absolutos, pero lo hace a costa de reducir los usos “leves” en los tests, mientras suben los “moderados” y los “severos”, según el informe anual del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Los mamíferos y los peces son, de largo, los más utilizados entre los 887.241 usos registrados de animales en experimentación y docencia en 2024.

La cifra total de usos animales es un 19,26% inferior a la registrada en 2023, pero el descenso es engañoso, advierte Aïda Gascón, directora para España de AnimaNaturalis: “Se debe en que en 2023 hubo un pico en el uso de peces, que ha caído mucho porque ha acabado ese pico en la experimentación en piscifactorías”, sostiene. La estadística le da la razón al menos en cuanto a las cifras. En 2024 se registraron 211.629 usos menos de animales en experimentación y docencia que en 2023, cifra que se explica solo con el caso de las lubinas, que se desplomaron de 337.536 a 33.558 usos.

La mayoría de los animales que se utilizan en investigación y docencia son mamíferos. Ratones, en concreto, con 442.074 usos en 2024, que se utilizaron para investigación básica (54% de los usos), especialmente en oncología (15% del total de usos en roedores) o el sistema nervioso (14%). Les siguen las aves de corral (141.000), animales usados en estudios de aplicación sobre nutrición (13%), y en estudios sobre enfermedades de los animales como la bursitis infecciosa, la salmonelosis, coccidiosois o infecciones por Campylobacter (7%), aunque el grueso es para “las pruebas que reglamentariamente deben efectuarse para el control de la calidad de los lotes, principalmente de vacunas, frente a estas enfermedades (72% del total); por último están ”otros peces“, categoría que excluye a las lubinas, los salmones y truchas y el pez cebra, entre otros, y que suelen tener como fin estudiar las enfermedades que afectan a estos animales.

“De forma general, se mantiene estable la tendencia en número de los usos en mamíferos y anfibios, con un ligero incremento del 6,52% y 0,86%, respectivamente”, desgrana el informe. “Los mamíferos siguen siendo el grupo de animales más utilizados. El número de usos de peces ha sufrido una disminución significativa (de un 58,42%). Los usos de peces presentan oscilaciones a lo largo de los ejercicios debido a que, con frecuencia, el desarrollo de procedimientos en estadios muy tempranos del desarrollo de peces, o en condiciones de producción similares a las de las explotaciones comerciales, implica el uso de grandes cantidades de larvas que conllevan grandes variaciones en cuanto al número de usos. En cuanto al resto de grupos, su porcentaje de uso ha aumentado de manera muy significativa. El uso de aves ha aumentado un 34%, el de cefalópodos un 33% y el de reptiles un 313%”. El texto también contextualiza los bailes de cifras con una explicación que coincide con la de Gascón: “Cuando el número de usos de una especie o para una determinada finalidad es pequeño, variaciones que pueden parecer muy significativas en términos relativos, en realidad responden muchas veces al desarrollo o finalización de proyectos puntuales”.

El texto recoge también un agravamiento de las pruebas que se realizan a los animales. En 2023, las que tenían efectos “leves” sobre su estado (“animales que en el curso del procedimiento han experimentado, como máximo, un dolor, un sufrimiento o una angustia leves de corta duración y aquellos cuyo bienestar o estado general no haya sufrido un deterioro significativo”, lo define el informe) eran dos de cada tres. El año pasado cayeron a una de cada dos. El grueso de ese descenso lo recogieron las pruebas “moderadas” –implican “un deterioro moderado” del animal–, que pasaron del 25% al 40% (una subida del 60%). También subieron las más severas (“deterioro importante”), del 5,8% al 7,8%. Cómo ha afectado a esta varianza la caída en los usos de los peces, principal cambio en la experimentación de 2023 a 2024, no lo explica el informe.

Por último, dice el texto, “en 2024, la tendencia a la baja de los últimos cinco años en la proporción de usos sin recuperación del animal se ha visto interrumpida, habiéndose producido un aumento de estos de en torno al 18%. Si bien parece un aumento significativo”, matiza el informe, “la realidad es que en el número de usos son similares a las cifras de 2022 y suponen un 2,5% de los usos totales llevados a cabo”.

“Si analizamos los usos clasificados como severos, destacan los estudios de aplicación, que suponen el 46% de estos usos, donde destacan los estudios realizados para la investigación de enfermedades animales (18%), el cáncer en humanos (6,47%) y las enfermedades infecciosas humanas (4,49%). Entre los usos severos, también destacan los usos destinados a estudios básicos sobre sistema nervioso y la oncología”, desgrana el texto.

Con carácter general, la investigación básica y la traslacional y aplicada concentran la mayor parte de los usos de animales en experimentación (un 73% entre las dos a partes casi iguales). Dentro de la investigación básica, la oncología y el sistema nervioso copan uno de cada dos experimentos. En cuanto a la aplicada, el bienestar y la alimentación de los propios animales suman casi el 40% de las pruebas, seguidos de los test para el cáncer humano (17%).

El eterno debate

Los científicos que trabajan con animales son conscientes de las críticas que realizan colectivos como AnimaNaturalis a la experimentación en sí, sea más o menos respetuosa con los animales. “Abogamos por erradicar el uso de animales con fines científicos, de experimentación y docentes y sustituirlos por alternativas como los métodos basados en programas informáticos o los cultivos, entre otros”, explica Gascón.

Lluis Montoliu, investigador del CNB-CSIC y del CIBERER-ISCIII y autor del informe del ministerio, explica que el sistema está muy regulado, que no se hacen pruebas en animales por capricho sino como último recurso y recuerda que tres de cada cuatro usos tienen como fin la investigación. “Únicamente usamos animales en investigación cuando no hay modelos alternativos disponibles, y solo se abordan experimentos que han sido exhaustivamente justificados y documentados, revisados por hasta tres sucesivos comités y autorizados por la autoridad competente unos meses después. No es nada fácil realizar experimentos con animales en España ni en la Unión Europea”, contextualiza. “Los investigadores que trabajamos con animales de experimentación en nuestros proyectos científicos no tenemos nada que ocultar”, defiende.

A este respecto, tercia la Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE), el acuerdo que promueve esta organización sobre transparencia en el uso de animales de experimentación científica en España vuelve a ser en 2024 el líder en adhesiones a nivel mundial, según recoge el VIII Informe anual de transparencia sobre el uso de animales de experimentación científica en España. En 2024, el total de instituciones adheridas al acuerdo ha sido de 170, de las que el 93% ha respondido al cuestionario anual. Las acciones de divulgación general sobre investigación animal de estas entidades han aumentado más de 10 puntos porcentuales respecto al año anterior, alcanzando el 64,8% en 2024. La COSCE destaca que un 40,74% de las instituciones propone visitas a las instalaciones para el personal no investigador y un 64,8% incentiva la participación en jornadas de divulgación científica.

“Solo con un compromiso con la total transparencia en la investigación con animales podemos explicar con rigor por qué importantes estudios médicos aún requieren su uso y demostrar que toda experimentación se realiza bajo los más estrictos controles éticos y legales. Transparencia es responsabilidad y conexión con la sociedad”, según Marian Ros, vocal del área de Ciencias de la Vida y de la Salud de COSCE.

Gascón no cree que haya tanta transparencia como se desliza. “Es un sector muy opaco, el más opaco de todos. Es imposible entrar a menos que te infiltres, como pasó en Vivotecnia. Y cuando se ha conseguido, como pasó entonces, se han obtenido esas imágenes... habría que mejorar esos protocolos y supervisión”, recuerda el caso en el que una investigación de la ONG Cruelty Free International destapó prácticas de torturas contra animales en el laboratorio madrileño, una organización dedicada a la investigación por contrato (CRO) para farmacéuticas y biotecnológicas. La empresa realiza pruebas de toxicidad para la industria cosmética, química, agroquímica, biocidas y productos sanitarios.

Pero Gascón también admite que la investigación es importante y debe hacerse. “No nos podemos oponer a la investigación en oncología o de enfermedades del sistema endocrino, nervioso, etc”, concede. “Si no hay alternativa no nos queda otra que asumirlo”, pero insiste en el fomento de alternativas, una vía que, cuenta, está explorando la UE. Por ejemplo, la prohibición hace años (con matices y excepciones) del uso de animales para productos cosméticos.