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Sexo en el espacio: por qué es preocupante que el sector del turismo espacial no lo haya tenido en cuenta

Una pareja de astronautas

David Cullen, The Conversation

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El ser humano tiene una enorme facilidad para compartir momentos íntimos en lugares insólitos. Lo demuestra la existencia del Mile High Club, un galardón imaginario otorgado a quienes han tenido relaciones íntimas a bordo de un avión de pasajeros. Así que hay muchas posibilidades de que el lanzamiento del sector del turismo espacial vaya seguido rápidamente de las primeras relaciones sexuales en el espacio.

Tras investigar el tema, mis colegas y yo creemos que las empresas de turismo espacial no se han preparado adecuadamente para las consecuencias de que la gente se una a lo que podríamos bautizar como el Club de la línea Kármán (en referencia al límite de 100 km de altura entre la Tierra y el resto del cosmos).

Siempre se ha hablado del turismo espacial en términos de un futuro lejano. Pero el turismo espacial suborbital –vuelos cortos con sólo unos minutos de vuelo espacial e ingravidez– ya existe. El precio de los billetes va desde los gratuitos, hasta los que cuestan millones de dólares.

Llegamos a la conclusión de que el sexo en el espacio se producirá probablemente en los próximos diez años

A la vuelta de la esquina están vuelos mucho más largos. Empresas como SpaceX, de Elon Musk, tienen un historial consolidado de desarrollo de naves espaciales más rápido que el sector público. La nave espacial [Starship] de SpaceX, más grande y capaz, operará probablemente de forma rutinaria en los próximos años.

Ocurrirá, la única duda es cuándo

A estas alturas, ya se han reservado vuelos y confeccionado listas de pasajeros para los primeros vuelos privados que girarán alrededor de la Luna. Las naves espaciales como Starship tendrán capacidad para decenas de pasajeros, en un entorno de grandes cabinas, posiblemente con camarotes privados.

Teniendo en cuenta que los viajes espaciales ya no están reservados a los astronautas profesionales, las diversas motivaciones de los turistas espaciales y los próximos desarrollos de naves espaciales, llegamos a la conclusión de que el sexo en el espacio se producirá probablemente en los próximos diez años.

Lo realmente preocupante no son las interacciones sexuales en sí, sino qué pasa en caso de que conduzca a la concepción humana en el espacio. Se espera que los primeros vuelos orbitales de turismo espacial duren de días a semanas, por lo que, en caso de fecundación, sólo tendrían lugar en el espacio las primeras etapas de la reproducción humana. Porque, de entrada, no se permitirá embarcar a las pasajeras si ya se sabe que están embarazadas.

Eso sí, la industria del turismo espacial no parece haber tenido en cuenta los embarazos ocultos o desconocidos: a veces las mujeres no se dan cuenta de que están embarazadas, en muchos casos incluso hasta que se ponen de parto.

Gracias a décadas de vuelos espaciales humanos, ya sabemos que la ingravidez y el aumento de los niveles de radiación ionizante tienen un profundo efecto en nuestros cuerpos. Pero sabemos cómo afectará a los procesos fisiológicos de la reproducción.

Efectos de la gravedad sobre músculos, huesos y cerebro

Los astronautas sufren habitualmente desgaste muscular y óseo, ya que sus cuerpos ya no tienen que resistir las fuerzas de la gravedad.

En la Tierra, la gravedad influye en la distribución de los fluidos corporales, como la sangre. La falta de gravedad puede provocar un aumento de la presión dentro del cráneo, lo que puede hacer que la visión de las personas sea borrosa e incluso cambiar la estructura del cerebro.

Experimentos limitados con embriones de ratón, entre ellos uno en el que se utilizó una minicubadora en un satélite, han mostrado cambios en la viabilidad de los embriones tras su exposición al espacio. El conocimiento del impacto en la reproducción humana es prácticamente nulo, pero podemos suponer que habrá efectos.

El conocimiento del impacto en la reproducción humana es prácticamente nulo, pero podemos suponer que habrá efectos

Por lo tanto, es posible que los embriones humanos concebidos en el espacio sufran anomalías en el desarrollo que no han sido estudiadas. Además, podría haber un mayor riesgo de embarazo ectópico en condiciones de ingravidez, es decir, cuando el embrión se adhiere fuera del útero, por ejemplo en las trompas de Falopio.

Aunque los turistas espaciales utilicen anticonceptivos, no podemos estar seguros de que resulten igual de eficaces fuera del planeta Tierra, porque tampoco se han realizado estudios sobre cómo afectarán los entornos espaciales a los anticonceptivos.

¿Quién asume la responsabilidad?

Para la industria del turismo espacial, existen riesgos comerciales de litigios, daños a la reputación y pérdidas financieras si las personas conciben durante los vuelos espaciales, así como cuestiones éticas y de derechos reproductivos que abordar. Nuestra investigación encontró pocos indicios de que el sector esté tomando medidas para mitigar estos riesgos.

No podemos estar seguros de que los anticonceptivos resulten igual de eficaces fuera del planeta Tierra

También hay que tener en cuenta un aspecto más oscuro: el riesgo de agresión sexual en el espacio. Imagínese intentar eludir las insinuaciones de otro pasajero o miembro del personal durante un vuelo espacial: estaría completamente atrapado.

La industria del turismo espacial y otras partes implicadas deberían reunirse urgentemente para debatir estas cuestiones y formular una estrategia que proteja a todos los implicados. Una solución sencilla podría ser una combinación de asesoramiento previo al vuelo espacial a todos los turistas espaciales sobre los riesgos de la concepción humana en el espacio.

También podría considerarse la posibilidad de eximir de responsabilidad a los operadores de turismo espacial en caso de que se produjera la concepción humana.

El turismo espacial ya está teniendo lugar y parece probable que muy pronto se produzcan interacciones sexuales entre algunos participantes. La cuestión es si el sector estará preparado para las posibles consecuencias.

David Cullen es profesor de Tecnología Bioanalítica de Universidad de Cranfield.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

The Conversation
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