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La difícil relación entre las personas trans y el sistema sanitario: “En ginecología me llaman Rubén, pero cuando me desvisto empiezan a tratarme en femenino”

Victoria muestra su tarjeta sanitaria, en la que aún figura su antiguo nombre.

Marta Borraz

“Cuando eres trans, surgen muchos miedos y rechazo a ir una consulta médica incluso cuando tienes una gripe”. Rubén Castro, de 25 años, describe así la difícil relación que existe entre las personas trans y el sistema sanitario, que sigue sin adaptarse a la diversidad de quienes han sido asignados con un género al nacer, pero han decidido transitar a otro (o a ninguno). “Al final no tenemos los mismos derechos que el resto porque nuestro bienestar está dependiendo de la voluntad o sensibilidad de los profesionales”, señala el joven, uno de los testimonios de la nueva campaña de la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB).

La organización ha puesto el foco en los obstáculos que suelen afrontar muchas personas trans cuando van al médico y ha elaborado un sondeo que arroja conclusiones avaladas por la ONG Médicos del Mundo, que participa en la campaña. El estudio ha entrevistado a 69 personas trans de diferentes ciudades. De ellas, casi la mitad (un 48,5%) declara haber anulado o retrasado citas médicas, tanto de atención primaria como de especialistas, por miedo a la discriminación. Entre los motivos que esgrimen, se encuentra el temor a no ser tratado con respeto, a ser invisibilizada en consulta o a no ser nombrada de forma correcta en la sala de espera.

Esta es una de las trabas más habituales y algo que reiteran la mayoría de los testimonios recopilados por la FELGTB. Se produce cuando el expediente médico y la tarjeta sanitaria reflejan un nombre que ya no es el utilizado por la persona, lo que provoca situaciones incómodas y exposición ante el resto de pacientes. Es lo que le ocurre a Victoria G.C, una mujer trans hondureña refugiada en España desde hace tres años. Como aún no tiene la nacionalidad, no ha podido cambiar su nombre en los documentos sanitarios. “A mi no me molesta que me pregunten cómo quiero ser llamada y, de hecho, lo he dicho muchas veces, pero es algo que pasa. Cuando en la sala de espera te llaman Víctor y se levanta Victoria, la gente cuchichea y te sientes violentada”.

Si Victoria, de 36 años, tuviera la nacionalidad española podría haber modificado su tarjeta sanitaria al igual que hizo Rubén, tal y como permite la Comunidad de Madrid, donde residen ambos. Aunque él sí haya podido cambiar su nombre y sexo legal, sigue enfrentándose a situaciones “muy incómodas”, explica. Por ejemplo, cuando pide una cita en su médico de cabecera para ginecología, cuenta, el sistema informático utilizado rechaza el trámite porque aparece en él con nombre y sexo masculino “y no soy una mujer”. “Pongo una reclamación, me llaman a los cinco días y me dan la cita, pero no debería ser así”.

Este joven también hace hincapié en la importancia en el uso de los pronombres. “En ginecología me llaman Rubén, pero una vez que me desvisto me tratan en femenino automáticamente, con pronombres femeninos”, lamenta. En este sentido, tanto la FELGTB como Médicos del Mundo reivindican que el sistema tenga en cuenta que las personas trans son heterogéneas y cada una decide por qué proceso médico desea pasar de forma que muchas eligen no hormonarse ni someterse a cirugías. 

Desconocimiento de la realidad trans

El informe elaborado por ambas organizaciones recoge decenas de testimonios más allá del nombre utilizado en las consultas. Así, prácticamente un tercio de las personas entrevistadas aseguró no acudir nunca o muy poco al médico y esgrimieron motivos como no sentirse bien atendidas. En muchos casos, las respuestas aluden a “miradas, detalles, indiferencia” o “cuestionamiento de las decisiones”. “Casi siempre dudan de mi género”, dice una de las personas encuestadas.

La última experiencia de Rubén con el sistema sanitario ilustra algunas de estas conclusiones de la investigación y de la práctica diaria de Médicos del Mundo. El joven sufrió un dolor fuerte en el pecho y, aunque pensó que debía ir a urgencias, lo fue retrasando, hasta que aumentó. “Al mismo tiempo que el dolor, estaba la ansiedad, los nervios y el miedo por tener que decir que soy una persona trans. El temor a cómo te van a mirar, qué comentarios te van a hacer o tener que mostrar tu cuerpo está ahí”, resume. 

No obstante, las prácticas no son uniformes y otras personas refieren no haber tenido ningún problema: el 52,2% contestó no haber sentido un trato discriminatorio o poco adecuado por el personal sanitario por el hecho de ser una persona trans, aunque la otra mitad manifestó que sí. Más allá de los prejuicios o los estereotipos, la FELGTB apunta en su informe a que “existe mucho desconocimiento de la realidad trans”. Para paliar estas lagunas, la organización exige formación e información adecuada para todo el personal sanitario, que es una de las reivindicaciones clave de su nueva campaña.

Entre otras cosas, pide además que se tenga en cuenta la realidad de las personas no binarias –aquellas que no se identifican ni como mujeres ni como hombres– porque el sistema sanitario “suele obligarlas a encajar en un género o en otro”, dice Victoria. “Yo he visto casos de personas que acaban diciendo 'pues hoy voy de mujer o voy de hombre y así me evito problemas'”, ejemplifica la psicóloga clínica y miembro de Médicos del Mundo, Inmaculada Amador. La experta señala que el sistema público de salud “sigue funcionando en base al binarismo”, algo que, asegura, “tiene que cambiar”. “Es el sistema el que debe adaptarse a la diversidad, no las personas diversas a él”.

La modificación de la ley de 2007

La situación, sin embargo, no es homogénea y varía en función de las leyes autonómicas LGTBI aprobadas por cada comunidad. Algunas cuentan con protocolos médicos más o menos desarrollados o en algunas se permite la modificación de las tarjetas sanitarias, como en Madrid. Eso sí, después de la intervención del Defensor del Pueblo, que llamó la atención a la Consejería de Sanidad tras años de incumplimiento. Sin embargo, otros territorios como Castilla y León, Asturias o Castilla-La Mancha no cuentan con este tipo de normativas. 

Por ello, los colectivos trans piden la reforma urgente de la ley 3/2007 de 15 de marzo, que regula la rectificación registral de la mención relativa al sexo de las personas. La norma, a las puertas de ser modificada en el Congreso antes del adelanto electoral, hace que las personas trans tengan que someterse a dos requisitos médicos para cambiar su nombre y sexo legal: dos años de hormonación y la obligación de presentar el informe diagnóstico de disforia de género. Ambos condicionantes son patologizantes –que muestran como enfermedad o trastorno una realidad– para la comunidad trans, que pide eliminarlos para avanzar en el principio de la libre autodeterminación del género.

Este derecho, reconocido como tal por organismos internacionales como el Consejo de Europa y organizaciones como Amnistía Internacional, implica que cada persona pueda ser tratada y reconocida según su identidad sin necesidad de que la misma sea autorizada por terceros, como ocurre actualmente. Por otro lado, los colectivos exigen, y con este sentido se tramitaba en el Congreso la modificación, que la reforma de la ley de 2007 incluya a los menores de edad y a las personas sin nacionalidad española, para que puedan modificar su nombre y sexo. “Siendo mujer trans, se suman otro tipo de intersecciones. Las escalas de discriminación van aumentando por ser migrante y racializada”, zanja Victoria.

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