Se llaman guardacantones, fueron cañones de la batalla de Trafalgar y hoy forman parte de este admirado casco histórico
Un curioso viajante que pasee de manera calmada por las calles del casco histórico de Cádiz observará en más de una esquina una especie de elemento de protección, negro e incrustado en la propia pared de la esquina. Dicho recorrido por el centro histórico de la ciudad milenaria le llevará a descubrir que son más de un centenar los antiguos cañones que fungen como guardacantones, piezas patrimoniales de la Edad Moderna que se han integrado perfectamente con la arquitectura de los edificios antiguos y bodegas. Aunque a menudo pasen desapercibidos, estos elementos forman parte del paisaje urbano de la ciudad desde hace muchos años y ofrecen una conexión tangible con su rica historia naval y comercial.
Los guardacantones son estas piezas de avancarga, lo que significa que la carga se introducía por la boca. Están fabricados en hierro fundido, y en algunas de ellas aún se pueden observar los muñones que originalmente se utilizaban para montarlos sobre un soporte, conocido como afuste o cureña, lo cual facilitaba su uso y disparo. Estos cañones se empleaban indistintamente tanto a bordo de los buques como en tierra, siendo la única variación la forma de su montaje. Aunque la mayoría proceden de la batalla de Trafalgar (1805) y de los tiempos en que las tropas napoleónicas intentaron invadir la ciudad (1810-1812), muchos de ellos datan de los siglos XVIII, XIX y XX.
La función esencial de estos elementos, una vez en desuso como artillería, era la de salvaguardar las esquinas de las edificaciones del constante tráfico de carruajes. Al ser colocadas en los ángulos, evitaban que las ruedas de los carros o carretas chocaran contra las fachadas y produjeran daños estructurales. El incremento en el volumen de mercancías y el tráfico rodado que hizo necesaria esta protección se intensificó notablemente tras el traslado de la Casa de la Contratación de Sevilla a Cádiz en el año 1717. Este evento no solo propició un crecimiento demográfico en la ciudad, sino que también multiplicó el movimiento de productos que se transportaban por las calles gaditanas en carros y en carretas. Este tipo de protección se mantuvo hasta que las calles empezaron a urbanizarse con aceras, un cambio que naturalmente separó las ruedas de las paredes.
Una forma económica y accesible para los gaditanos de proteger las esquinas frente al desgaste provocado por este intenso tráfico fue precisamente la reutilización de cañones inservibles. Estas piezas provenían de desguaces de buques, cañoneras o pecios marinos. Otros cañones pudieron haber sido acumulados tras los numerosos asaltos que Cádiz sufrió a lo largo de su historia, o incluso pudieron haber sido rescatados del fondo de La Caleta, la conocida playa que aparece en 'Muere otro día', de la saga James Bond. En todo caso, se trata del único recinto urbano del mundo que cuenta con una muestra tan numerosa de cañones empotrados en sus esquinas. El experto Antonio Ramos Gil ha estudiado los guardacantones y asegura que son característicos del entorno de la bahía de Cádiz, si bien la propia capital es donde se concentra la mayor cantidad, conservándose más de un centenar de cañones y siendo considerada un verdadero museo de la artillería al aire libre.
Actualmente muchos de ellos se localizan específicamente en el área comprendida entre las calles San Bartolomé, Los Moros, Valdés y la Plaza de Elías Ahuja, situados en lugares históricos como la casa de las Cuatro Esquinas o “La Carraca” y las bodegas San José y Campbell. Cabe destacar que, aunque los cañones inservibles fueron la primera solución, más tarde aparecieron otras piezas de protección. A partir de la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, se comenzaron a utilizar esquinales de fundición de hierro con el mismo propósito de proteger los ángulos de los edificios. El casco histórico contiene un número significativo de estas piezas, contabilizándose alrededor de 150 esquinales de fundición, que complementan a los mencionados cañones.
Un plan de conservación
Dada su indudable relevancia histórica, estos bienes requieren políticas de conservación, como la campaña de restauración impulsada por la Delegación Municipal de Patrimonio Histórico del Ayuntamiento de Cádiz. El plan de conservación incluye un total de 265 piezas de protección o guardacantones (115 cañones y 150 esquinales). Para facilitar la intervención, la ciudad se ha dividido en cuatro zonas de actuación, cubriendo desde el eje de la avenida del Puerto hasta zonas como el barrio de Santa María, La Viña, la Plaza San Antonio y Alameda Apodaca.
El proceso de recuperación de estas piezas consiste en aplicar un tratamiento de choque que inicia con un líquido a base de ácido tánico para convertir el óxido en una pátina protectora de color negro. Posteriormente, una vez seco, se aplica una pintura de poliuretano de dos componentes de color negro mate, que crea una película que aísla el hierro del oxígeno y el agua, resistiendo mejor los golpes y arañazos. Gracias a esta iniciativa, la ciudad de Cádiz sigue manteniendo una gran cantidad de cañones convertidos en elementos de protección de las esquinas de su admirado casco histórico, guardacantones de indudable patrimonio histórico y que sorprende a más de un turista que visita la localidad.
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