Los edificios que la Unión Soviética dejó en ruinas ahora son guarida de osos polares que se dedican a mirar por las ventanas
Los restos de la actividad humana suelen transformarse en paisajes distintos a lo que fueron. Cuando una base, una mina o un puerto quedan vacíos, las especies locales aprovechan la estructura como parte de su entorno. La naturaleza no distingue entre hormigón y roca, de modo que termina colonizando lo que el abandono deja libre.
En algunos casos, ese proceso crea nuevos equilibrios donde los animales hallan refugio frente al clima extremo. La antigua estación de investigación de la isla Kolyuchin representa con claridad ese fenómeno.
Una estación soviética convertida en guarida para osos polares
La instalación soviética, situada en el mar de Chukotka, sirve hoy como resguardo para un grupo de osos polares que utiliza los edificios como madriguera. El fotógrafo ruso Vadim Makhorov registró la escena con un dron durante una expedición a bordo del buque Profesor Khromov, mostrando cómo los animales entraban y salían de los almacenes en ruinas. La base había quedado vacía a comienzos de los 90, tras la caída de la Unión Soviética, y el paso de los años permitió que el viento y la fauna ocuparan su lugar.
Esa apropiación del espacio por los osos refleja una adaptación al deshielo ártico. La reducción de hielo marino los impulsa hacia zonas costeras y hacia restos de asentamientos donde hallan techo y sombra. Los expertos consideran que este tipo de conductas aumentará a medida que la temperatura global eleve la dificultad de cazar sobre el hielo. Las imágenes de Kolyuchin ilustran esa transición con una nitidez difícil de ignorar.
El interés por documentar estas escenas ha llevado a varios fotógrafos a la región. Vadim Makhorov difundió un vídeo de treinta segundos donde unos veinte ejemplares se asoman por ventanas y puertas, y en el que un oso intenta atrapar el dron con su pata.
El material fue publicado en YouTube y reproducido por la agencia Associated Press, alcanzando más de 350.000 visualizaciones. Años antes, Dmitri Koch había realizado tomas similares cuando una tormenta desvió su ruta hacia la isla y descubrió allí una concentración inusual de osos. Una de sus fotografías, titulada Casa de osos, obtuvo el premio Fotógrafo de vida salvaje del año.
La convivencia con los osos obliga a extremar precauciones
Los investigadores que trabajan en zonas habitadas del Ártico aplican medidas preventivas para evitar incidentes. Antes de entrar en un edificio abandonado, golpean el metal o emiten sonidos para verificar que ningún animal se encuentre dentro.También instalan rejillas o tablones con clavos que funcionan como barreras visuales, sin causar daño, para disuadir a los osos. Estas precauciones resultan esenciales en lugares donde la línea entre refugio humano y guarida animal se ha difuminado.
El profesor Tom Smith, de la Universidad Brigham Young, explicó a la BBC que la curiosidad es habitual en los osos polares, que suelen acercarse a estructuras, coches o tuberías. Según un estudio que abarca el periodo comprendido entre 1870 y 2014, se registraron solo 73 ataques de osos polares a personas en los cinco países donde habitan: Canadá, Groenlandia, Noruega, Rusia y Estados Unidos. La cifra revela la rareza de esos encuentros, aunque el riesgo para los equipos científicos sigue presente.
El caso de Kolyuchin, más allá del impacto visual, condensa una consecuencia tangible del cambio climático. Los osos buscan cobijo en lo que antes fueron símbolos del esfuerzo humano por dominar el Ártico, y su presencia en esas ruinas marca un contraste entre la retirada de la ciencia y la expansión de la fauna.
Está claro que el hielo retrocede y los animales se adentran en los restos del pasado, transformando una base olvidada en una muestra visible de cómo el planeta reorganiza sus espacios cuando el clima cambia.
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