La breve y vergonzosa historia del cine en 4D
¿Y qué es el 4D te preguntas, mientras clavas tu pupila en la pantalla? No es la cuarta dimensión. Tampoco es el tiempo, físicamente hablando. Según 4DX, una de las mayores exhibidoras de 4D surcoreanas, “es lo último en cuanto a tecnología artística se refiere, trayendo una completa e inmersiva experiencia cinematográfica”. Dicho en otras palabras: si en la película llueve, en el cine también. Si en la película huele mal, en el cine también. Y si en la película viajan en montaña rusa, en el cine... Bueno, en el cine las sillas se mueven al son de la vagoneta.
Aunque ha habido intentos desde los años 50, lo cierto es que el cine 4D nunca ha terminado de cuajar. Todo lo contrario que el 3D, que con su irrupción hace unos ocho años -y cuya película “bandera” fue Avatar, de James Cameron- entusiasmó a buena parte del público. Quien más, quien menos ha pagado dos veces -o tres- el precio de una entrada de cine normal para comprobar los efectos del 3D. ¿Pero qué hay de su hermano mayor?
No hay ningún cine en España que proyecte películas en 4D. La industria parece que no ha terminado de ver el filón definitivo en eso de que la niebla inunde la sala o los olores desagradables hagan su aparición; con el consiguiente aumento de precio. Por ejemplo, ver Batman vs Superman: El origen de la justicia en los primeros cines 4D de Nueva York cuesta 30 dólares. En nuestro país, si bien se ha probado en alguna que otra ocasión, lo cierto es que el experimento no ha tenido éxito. Todo lo contrario que en Japón, donde llevan ya unos cuantos años haciéndolo. Fuentes de la FECE (Federación de Cines de España) contaban a El Confidencial que Europa y Asia “son dos mercados opuestos” que “no tiene nada que ver”.
Del engaño al espectador al pufo del 4D
Después de la Segunda Guerra Mundial la industria del cine tuvo que reinventarse. Muy atrás quedaba ya la irrupción del sonido en El cantor de Jazz o la incorporación del tecnicolor. La televisión cada vez ganaba más terreno a las salas de cine. Había que hacer algo. Entre tanto, el caso Paramount vs EEUU hizo que la productora redujese drásticamente su ratio de producción cinematográfica, así que los directores y demás gente de la industria tuvieron que ponerse a pensar. ¿Qué se les ocurrió? Engañar al espectador para captar su atención de vuelta a las salas de cine.
1958: William Castle produjo una serie de películas de terror de bajo presupuesto que incorporaban algunos trucos, más a modo de engaño piadoso que de broma pesada. En Macabre (Macabro), por ejemplo, garantizó a todos los espectadores que si morían de un ataque al corazón durante la proyección de la película les recompensaría con 1.000 dólares. Pero a nadie nunca le pasó nada. En otra de sus películas, House of haunted hill (La casa de la colina encantada), hizo que un esqueleto sobrevolara la sala al final de la película y en The Tingler se aseguró de que todos los asientos llevaran incorporado un aparato para dar descargas eléctricas de bajo voltaje.
1959: Se probó por primera vez el envío de olores a través de la instalación de aire acondicionado de la sala. La película elegida fue AromaRama. Después, la tecnología Smell-O-Vision fue utilizada en la cinta Scent of Mistery. En vez de utilizar el sistema de aire acondicionado, unas ranuras despedían los olores de los asientos. Y algo muy bizarro: todos los espectadores que asistieron a la primera proyección de Horrors of the black museum (Los horrores del museo negro) intentaron ser hipnotizados con un vídeo previo.
1974: La película Earthquake (Terremoto) hizo que vibrara hasta el cine. Gracias a unos altavoces colocados en la sala, el espectador podía sentirse en mitad del epicentro de un terremoto. Aunque la película triunfó, la idea no tanto: los altavoces fueron utilizados cuatro veces más y después, guardados en un cajón.
1981: Inspirado en la tecnología Smell-O-Vision, el director John Waters desarrolló la técnica Odorama para su película Polyester. A los asistentes se les entregaban unos “rascas” con olor para utilizar en el momento indicado de la película. Previo aviso, claro.
1984: Lo que muchos llamaron el primer cine 4D abrió sus puertas en el Six Flags, un parque de atracciones de Baltimore (EEUU). La estrella y principal reclamo para los espectadores: asientos que vibran.
1991: Los teleñecos hacen su aparición en el parque de atracciones de Disney World, en Hollywood. Burbujas de jabón y muñecos que salen de la pantalla que se convertirían en -casi- la primera película 3D.
1994: Las películas de Disney Cariño, he encogido a los niños y Cariño, he agrandado al niño hicieron partícipe a los espectadores de las maniobras de Rick Moranis y movían, literalmente a los espectadores de su sillón. Un 3D mejorado en el que también vibraban los asientos de la sala.
2009: Se abre el primer cine 4D en Corea del Sur. Avatar contribuye en gran parte a expandir la idea por todo Asia y, después, por todo el mundo. México y Brasil son los siguientes destinos.
2011: Los asientos que vibran se mejoran con la tecnología D-Box. Sincronizados con la película, pueden ir hacia delante, hacia atrás, subir, bajar e ir de lado a lado de la sala. El mismo año, Merlin Entertainments abre un cine 4D en Sidney que incluye fuego. El pequeño “boom” que parece experimentar el 4D lleva a muchas salas a proyectar con esa técnica la película Spy Kids: All the time in the world, lo que supone un perfecto fracaso.
2014: Se abren los primeros cines 4DX en Los Ángeles (EEUU).
2016: La película Batman vs Superman: El despertar de la justicia es proyectada en los primeros cines 4D de Nueva York, mojando al público en las escenas de lluvia, ocultándolos entre la niebla y arrasados por un vendaval cuando sopla el viento.