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Crónica de una resurrección: así ha ido Microsoft del precipicio a superar a Apple como empresa más valiosa del mundo

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Carlos del Castillo

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Ningún analista, ni siquiera los que se jactan de haber sido los primeros en invertir en bitcoin, se habría atrevido a pronosticarlo. Pero es una realidad: Microsoft es la empresa más valiosa del mundo en 2024. La abuela de las grandes tecnológicas, la que ya estaba ahí cuando ni siquiera estaba claro el concepto de “ordenador personal”, la que casi desbarranca por perderse la revolución del Internet móvil y la web social, la que un juez ordenó desmembrar, vuelve a la cumbre.

En la apertura de las bolsas de este miércoles, el valor en el mercado de las acciones de Microsoft marcaba un total de 2,893 billones de dólares. Superaba así por tercer día consecutivo a Apple, que había ocupado el puesto de empresa más valiosa casi tres años de forma ininterrumpida. Lo ha conseguido gracias a encabezar una nueva revolución, la de la inteligencia artificial (IA), que ha tenido tanto impacto tecnológico como financiero.

“El eclipse de Apple por parte de Microsoft como el mayor valor del mundo ha sido impulsado por la IA”, explica Ben Laidler, estratega de mercados globales de eToro. “Con su gran participación en OpenAI, desarrolladora de ChatGPT, sus propios chips de IA y el lanzamiento del servicio de suscripción Copilot AI, Microsoft se ha beneficiado desde el principio de una de las tendencias tecnológicas de adopción más rápida de la historia”, añade.



Bill Gates y Paul Allen fundaron Microsoft en 1975, pero no salió a bolsa hasta once años después. No sería hasta la década de los 90 cuando sus acciones comenzaron a dispararse, empujadas por el éxito de Windows. Fueron los años en los que Microsoft se consolidó como gran tecnológica, una bonanza que se desinfló en 1998.

Aquel año el Gobierno de EEUU presentó cargos contra la compañía por establecer un monopolio en el sector de los ordenadores personales a través de Windows. Cualquier desarrolladora que quisiera llegar al usuario final debía pagar una licencia a Microsoft para ser compatible con su sistema operativo y plegarse a todas sus exigencias de usabilidad.

El juicio pintaba muy mal para Microsoft y, de hecho, en junio de 2000 la Corte de Distrito del Distrito de Columbia declaró culpable a la empresa de Gates y ordenó que se disgregara en varias empresas diferentes. Sin embargo, la compañía apeló y terminó llegando a un acuerdo extrajudicial con el Departamento de Estado para evitar su desmembramiento un año después.

El polémico acuerdo no se ratificó judicialmente hasta 2004, años en los que la compañía caminó en el alambre. Aunque Microsoft permaneció unida, fueron convulsos tanto a nivel bursátil como de negocio: las nuevas tecnológicas de la era digital y la efervescencia de las startups como Facebook o Google habían condenado a su antecesora al ostracismo.

Los años pasaban y Microsoft sobrevivía, pero casi como un anacronismo de un Silicon Valley en pleno auge. Tenía un modelo de negocio basado en licencias anquilosado y fácilmente hackeable mientras su competencia desarrollaba herramientas que cambiaban el mundo.

Había que cambiar el rumbo. Y Gates dio un buen golpe de timón.

Al borde del colapso

“Cambian el maquinista un poco más tarde y se van al hoyo”, dice Javier Recuenco, CEO de Singular Solving y experto en Resolución de Problemas Complejos. Era 2014 y Gates decidió sustituir a Steve Ballmer, que había sido el director ejecutivo de Microsoft los últimos 14 años. “La estrategia es todo en la pervivencia de una compañía. Ballmer era un operador. Funciona muy bien mientras Microsoft tenía ventaja estratégica. En el momento en que dejó de tenerla, le pasaron varios trenes e hizo predicciones ridículas”, continúa.

Un ejecutivo de otra época. “Si Ballmer te veía con un producto no Microsoft, te lo podía romper delante de ti”, recuerda Recuenco.

Pero como tantas veces, que hiciera falta dar un paso adelante no significa que este sea fácil. “Esto era una decisión crítica para Gates porque no solamente había que dar un golpe de timón, había que poner fin a una amistad de 35 años y Ballmer además, como su primer acuerdo con Microsoft fue en acciones, era el tercer accionista de la compañía”.

Gates terminó tomando la decisión de sacar a Ballmer de la dirección. ¿Pero a quién elegir como sustituto? El seleccionado terminó siendo Satya Nadella, un ejecutivo de origen indio (de los muchos que ahora comandan grandes tecnológicas del valle) que había ascendido en el escalafón de la compañía de forma orgánica.

“Satya es un perfil mucho menos agresivo pero mucho más conectado con la realidad tecnológica imperante”, opina Recuenco. Bajo su mando, Microsoft viró su negocio para centrarlo en la computación en la nube y en la modernización de sus programas de ofimática, que dejaron atrás el sistema de licencias para basarse en las suscripciones.

La evolución dejó a Microsoft en una inmejorable posición para lo que vendría a partir de 2020. Lo primero, la pandemia y su efecto en el teletrabajo, era imposible de predecir. Lo segundo, la inteligencia artificial y sus enormes necesidades computacionales para ser entrenada y operar, quizá no tanto. La compañía estaba en el sitio indicado en el momento correcto. “Ha aprovechado el auge de la IA, que ha pasado del bombo publicitario a la realidad de los beneficios”, confirma Ben Laidler, de eToro

La IA puede haber tenido un efecto mínimo en la vida de las personas, pero ya se deja sentir muy claramente en las aspiraciones de los inversores y, por tanto, en el precio de las acciones de las compañías. “Nuestra última encuesta mundial a inversores minoristas muestra que hay más inversores dispuestos a comprar valores relacionados con la IA de los que poseen actualmente”, revela el analista.

A esto se une el aplauso general por cómo Nadella llevó la crisis de liderazgo de OpenAI, en la que colocó a su organización en una situación con la que solo podía ganar o ganar más.

“Microsoft es el que más se ha beneficiado del auge de la IA porque básicamente los otros competidores (Google, Meta) son agencias publicitarias a las que no les interesa sacudir el barco”, coincide Recuenco: “Mientras, Microsoft ha terminado una transición de vendedores de licencia y contratos multiaño a proveedores de software como servicio”.

¿Y Apple?

Si Microsoft es la gran tecnológica que mejor ha sabido surfear lo que está ocurriendo alrededor de la IA, de Apple se puede decir todo lo contrario: es la que menos anuncios sobre esta tecnología hizo en 2023, un año en el que su competencia salía a más de uno al mes.

La multinacional fundada por Steve Jobs es foco de constantes rumores. Algunos dicen que se está guardando un bombazo para la próxima presentación de los nuevos iPhone, en septiembre. De momento ha desarrollado unas gafas de realidad virtual aumentada muy caras, que aún no están en el mercado y más cercanas al metaverso que a potenciar a los trabajadores, como ChatGPT y otras inteligencias artificiales generativas.

“Apple se ha quedado al margen de la IA y está sufriendo las crecientes dificultades del consumidor y el apetito por sus productos de lujo”, opina Laidler: “Esto se ha visto recientemente en China, donde el consumidor está sometido a una presión especial y Apple se ha visto obligada a ofrecer descuentos en los precios”.

“Apple desde que llegó Tim Cook [en 2011] solo ha aprovechado el inmenso legado que creó Jobs y el motor se ha parado, pero la inercia era brutal”, dice Recuenco.

Una inercia que ha mantenido a Apple como la empresa más valiosa del mundo. “Sigue siendo uno de los dos únicos valores en el selecto club de los 2 billones de dólares de capitalización bursátil, tiene unos productos y una rentabilidad de enorme éxito, y algunos cambios de guardia son propios de los mercados de capitales”, recuerda Laidler.

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