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Una villa senegalesa resiste la moda de los centros tecnológicos de África

Taller de creación digital en el Medialab Kër Thiossane de Dakar, Senegal / Foto: Kër Thiossane

Silvia Font / Silvia Font

Madrid —

Marion Louisgrand-Sylla como cofundadora del primer centro de cultura digital y arte multimedia de Senegal, ha sido testigo directo del gran cambio tecnológico que viene experimentando el continente africano en la última década y en particular el desarrollo del software libre en algunos países del África Subsahariana.

“Cuando empezamos nosotros en 2002, puedo decirte que fuimos los primeros en trabajar con herramientas de código abierto en el país”. Aquel año, Louisgrand-Sylla y su marido François Sylla deciden dejar Europa para trasladarse a la villa del barrio de Siap, Dakar, donde Sylla había pasado algunos años de su infancia antes de emigrar a Francia.

En aquel momento llegan a un país en el que apenas cien mil personas tienen conexión a Internet. Hoy son más de tres millones los usuarios registrados, en torno al 17% de la población. “La idea era crear un 'medialab' pero a la senegalesa, es decir, adaptado a las limitaciones técnicas del país, en las que en muchas ocasiones hay cortes de luz o Internet ‘va a pedales’”, explica Louisgrand-Sylla que se encuentra en Madrid de visita fugaz como primera invitada del ciclo de microresidencias GriGriPixel, impulsado por la madrileña Susana Moliner y en colaboración con Medialab-Prado, con el objetivo de crear una red de intercambio de experiencias entre actores africanos y españoles en el ámbito de la cultura digital.

Así nació hace trece años Kër Thiossane, que en wólof (lengua vehicular en África del Oeste) siginifica “casa de cultura”. Entendida ésta como la confluencia entre la cultura africana tradicional y las prácticas de la imperante cultura digital que nos rodea, integrando disciplinas artísticas multimedia, el acceso abierto, y la creación a través de la informática y otras tecnologías de la comunicación.

“Ahora ha cambiado mucho, todo el mundo tiene un teléfono móvil pero en aquella época el contacto con la tecnología era muy escaso”, recuerda esta senegalesa de adopción. Por aquel entonces, mientras que los clientes de telefonía móvil pasaron de un escaso 5% a alcanzar prácticamente el 99% de la población en 2014. De ahí la apuesta por la ‘low technology’: “una tecnología de bajo coste, más acorde con el contexto de Dakar y que en general se ha convertido en una característica propia de la tecnología hecha en África, que destaca por el aprovechamiento de los recursos y la explotación del ingenio como paliativo a la falta de recursos –un buen ejemplo de ello puede verse en el blog Africagadget.

“Las sociedades africanas, especialmente en sus grandes urbes, están acostumbradas al bricolaje y la cultura del apaño”, continúa Moliner, que ha pasado los últimos cinco años participando en proyectos culturales en el África Subsahariana desde que una beca de gestión cultural de la AECID le llevara en 2009 a la embajada de Bamako (Malí).

“En África los objetos están acostumbrados a una larga vida de reparaciones. Por eso, resulta interesante analizar de qué forma la crisis del modelo desarrollista que afecta a nuestro mundo interconecta prácticas de reciclaje, cooperación, prototipado, mutualización, y autonomía de fabricación. Valores que atesora la cultura hacker”, añade.

Agitadores del software libre

En la actualidad, Kër Thiossane es un referente de la cultura digital y libre del África Occidental. Entre otros muchos proyectos, cuenta con uno de los pocos fablabs de la región. La palabra viene de Fab Lab (laboratorio de fabricación, en inglés), y es una especie de taller pequeño con una serie de herramientas controladas por ordenador que tiene el objetivo de construir casi cualquier cosa.

Este fablab libera el conocimiento generado a través de su propia wiki colaborativa y organiza desde 2008 AFROPIXEL, un festival en torno al software libre relacionado con prácticas artísticas y ciudadanas pionero en la región y que se celebra coincidiendo con la Bienal de Artes de Dakar. Desde este encuentro senegalés han desarrollado actividades de todo género: un taller de diseño de tipografía en código abierto (Dakartypo), CPU en bidones de plástico reciclados, una cartografía de los (escasos) espacios verdes de la ciudad con la herramienta OpenStreetMaps, sesiones booksprint (método para la creación de manuales basado en la técnica ‘code sprint’) de arduino o un hackatón para contribuir a la WikiAfrica, el proyecto de la fundación Wikimedia para contribuir a la visibilización de la cultura e historia del continente en la enciclopedia colaborativa. Y no hacen más “por falta de recursos económicos”, reconoce Louisgrand.

Como es habitual en los espacios de experimentación y creación digital, y en la cultura de los medialab en general, la documentación del proceso creativo y el aprendizaje durante dicho proceso de innovación cobra especial relevancia, tanto o más que el resultado final en sí. “En la cultura digital, registrar el proceso de creación es indispensable para garantizar su replicabilidad y cumplir así con uno de sus pilares básicos que es la de compartir el conocimiento de forma abierta”.

"Para nosotros era especialmente importante la apuesta y sensibilización  por las licencias libres, ya que el uso habitual es de programas y dispositivos de licencias privativas"

“Incluso es lo que se fomenta desde las universidades”. La mayoría de los cursos de informática que se imparten en escuelas o universidades suelen basarse en el aprendizaje de paquetes de software específicos en los que los estudiantes acaban obteniendo un certificado en, por ejemplo, Microsoft Office; en lugar de dotarles de las herramientas necesarias para ser capaces de enfrentarse a cualquier tipo de software. Según apunta Morales, “en casi todos los ámbitos de aprendizajes formal se utiliza el sofware privativo”, si bien es cierto que en las administraciones públicas y en ciertas universidades se está empezando a utilizar sofware libre por su coste mucho más económico. Es el caso de la Universidad Cheik Anta Diop de Dakar, promotor del Campus Digital Francófono de la ciudad.

Tecnología africana en código abierto

Esa apertura al código abierto se extiende por otras zonas del continente. “La tecnología africana está en auge” destacan desde GitHub, la famosa plataforma de desarrollo colaborativo para alojar código de software utilizando el sistema de control de versiones Git.

Así lo comprobaron ya en 2013, cuando miembros de la plataforma se unieron al AfricaHackTrip, una expedición ideada por un grupo de programadores europeos que se propusieron explorar la escena tech africana visitando cuatro países del este del continente: Kenia, Uganda, Ruanda y Tanzania. Entre los 16 proyectos africanos alojados en GitHub se encuentran algunos tan conocidos como Ushahidi (“testimonio” en swahili), una plataforma abierta de cartografía online vía SMS o correo electrónico de origen keniata y cuyo código ha sido utilizado en casi 3.000 mapas en 20 lenguas distintas.

CodeAfrica que mapea el número de usuarios registrados en la propia plataforma, y que a fecha de enero de 2014 ascendían a 12.329 GitHubers. De esos más de doce mil usuarios africanos, el 20% procede de Sudáfrica, uno de los países más activos en desarrollo informático.

De hecho, es el país de nacimiento de Ubuntu, el sistema operativo de software libre más popular entre los usuarios de Linux; cuyo propietario, Mark Shuttleworth, probablemente sea más conocido sin embargo por haberse convertido en el segundo turista espacial de la historia.

Junto a Sudáfrica (que cuenta con una tasa de penetración de ancho de banda de poco más del 3%), países a ambos lados del continente cuya penetración de ancho de banda apenas rozan el 1% como Nigeria, Kenia y Ghana, están liderando una tendencia del que también se está experimentando en Europa y EE.UU: el uso de código abierto para el desarrollo de herramientas de open data y openGov –en la frontera entre la tecnología cívica, el hacktivismo ético y el periodismo de datos.

En estos países se han instalado laboratorios locales que siguen la estela de la plataforma CodeForAfrica, que desde un espacio de coworking de Nairobi, toma parte activa en el desarrollo de iniciativas democráticas en código abierto como GotToVote, aplicación para garantizar el registro de ciudadanos en las listas de votación electorales o la web OpenByLaws, que hace accesibles a los ciudadanos sudafricanos las leyes que aprueba su gobierno y promueve la comunidad africana de Hacks/Hackers.

El momento de los hub

hub“Sí, ahora Dakar está más abierta al código abierto, pero en lo que se refiere a los  informáticos” explica Louisgrand. En su opinión, sigue habiendo una fuerte tendencia a centrarse en el uso de la tecnología para negocios, un poco desligados de la realidad social, y “no muchas veces esta perspectiva encaja con el espíritu ético del código abierto”.

"Hemos tenido muchas propuestas de empresas de Silicon Valley, que quieren hacer cosas con nosotros, pero vienen con una idea del código abierto que no es la que practicamos en Kër Thiossane"

“Quieren poner el dinero y hacer un proyecto en un mes, pero nosotros queremos que la gente aprenda la técnica. En eso nos diferenciamos del resto de coworkings, incubadoras de startups y demás espacios que están surgiendo y que lo que van es a hacer negocio”, recalca. Marion Louisgrand se refiere a la ola de hubs que se extiende actualmente por numerosos países subsaharianos, y del que insiste en desmarcarse.

Al igual que en muchos países occidentales, África viene experimentando desde hace unos años un “sorprendente florecimiento de hubs tecnológicos por todo el continente” reporta el Banco Mundial. Este informe de 2014 revela que serían ya cerca de 100 los espacios de este tipo activos, en una región donde tan sólo el 20,7% de la población utiliza internet.

La web de mapeo digital AfricaHubs –basada en en el código de Ushahidi, por cierto— ha registrado un gran número de estos espacios de innovación tecnológica cuyos perfiles pueden oscilar entre el laboratorio tecnológico, incubadoras empresariales o hackerspaces. Este movimiento panafricano de centros tecnológicos con el que se generan redes de conocimiento, cuenta con una fuerte presencia de empresas extranjeras –como Google, Microsoft, Orange o Mozilla— que han llegado a una región que ya cuenta con su propio ‘Silicon Savahna’ en Kenia y al que Senegal espera arrebatarle el puesto del ‘Silicon Valley africano’ cuando inaugure su parque tecnológico de Diamniadio (a 40 kilómetros de Dakar) que empezará a construirse el año que viene.

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