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ENTREVISTA | Tarana Burke

“No quiero que la esencia de 'me too' quede oculta bajo el halo de las famosas”

Tarana Burke

Silvia Font

Nueva York —

Un tuit de la actriz Alissa Milano prendía la llama en aquel fin de semana de octubre a partir del cual algunas cosas parecen haber cambiado en Hollywood, y no solo en Hollywood. Milano, sin saberlo, se había convertido en el altavoz del proyecto que Tarana Burke, activista criada en el barrio neoyorquino de Harlem y fundadora de la organización Just Be, inició en 1997 tras una experiencia personal que le marcó de por vida.

Burke recuerda que siendo directora de un campamento para jóvenes una de las niñas, de tan sólo 13 años, le confesó a duras penas los abusos a los que le sometía el novio de su madre. Ella, que había vivido la violencia sexual en su propia piel, se quedó en shock y sin palabras ante el doloroso relato, incapaz de seguir escuchando, y decidió llevarla con otra compañera. “'Me too' era la respuesta que me hubiera gustado que me dieran a mí y que me gustaría haber sido capaz de dar”, cuenta.

Estas dos palabras se han convertido en el escudo de muchas mujeres y hombres, víctimas de abusos sexuales, que han roto su silencio –incluso con sus adaptaciones a otros idiomas, como en España con #yotambién— engendrando un movimiento social transfronterizo que se ha llevado el reconocimiento de 'personaje del año' de la revista TIME.

Y con la misma viralidad que la etiqueta #metoo se convirtió en TT mundial, han ido apareciendo Weinsteins más allá de la industria cinematográfica y el entretenimiento, en universidades de prestigio como Harvard, en equipos olímpicos y entre la clase política, lo que para Burke pone de manifiesto que “cualquier persona es susceptible de sufrir abusos sexuales porque es una cuestión de dinámicas de poder”.

Hace 10 años 'me too' no comenzó precisamente con un tuit. ¿En qué contexto nace el proyecto?

Empezó como un movimiento comunitario para conectar con jóvenes de color que habían sufrido acoso sexual en mi comunidad, intentando encontrar la forma de empatizar y crear confianza con estas chicas que nunca habían hablado de sus experiencias de violencia sexual.

¿Qué significaba 'yo también' en ese primer momento?

Yo no fui a terapia por primera vez hasta los 30, y aunque lo recomiendo, también es posible empezar la recuperación sin ayuda profesional. Por eso para mí 'me too' es la chispa que inicia la conversación entre supervivientes: que sepas que no estás sola, a mí también me ha pasado y voy a compartir contigo este proceso. Esa simple idea abre un mundo de posibilidades para las supervivientes.

Poniéndonos en la piel de esas mujeres que tras años de silencio deciden denunciar públicamente lo que han sufrido, ¿cómo es ese proceso de empoderamiento?

La violencia sexual es el único delito que permite al perpetrador marcharse mientras son las víctimas las que cargan con la vergüenza, y eso es lo más grave. Vivimos en una sociedad en la que los hombres condicionan a las mujeres haciéndonos pensar que somos de su propiedad o que debemos someternos a su voluntad, y las mujeres son educadas socialmente para aceptarlo.

Por eso, muchas supervivientes creen que de alguna manera han podido contribuir a que se produjera ese abuso o acoso, les avergüenza haber dejado que pasase, tienen miedo de cómo pueda responder la gente a su alrededor… Todos esos factores llevan a las mujeres a guardar silencio. Lo bonito de 'me too' es que ha creado una base de apoyo que rompe con ese sentimiento de vergüenza.

El hecho de que #metoo se haya convertido en un fenómeno viral a través de las redes sociales, ¿es algo positivo o la sobrexposición de estos casos puede tener efectos negativos?

Mi trabajo con 'me too' no es un momento puntual viral sino una travesía vital. Antes del hashtag empezamos a llevar las camisetas con 'me too', que era ya todo un posicionamiento y una forma de empezar a sentirte bien contigo misma, incluso de forma pública.

Pero creo que tiene su cara y su cruz. Por un lado, ha facilitado que la gente se animara a dar el paso porque lo único que tenían que hacer era lanzar un tuit. Pero por otro, puede que cree un falso sentimiento de seguridad, en un momento de fervor, y tal vez no todo el mundo sea consciente de que lo que se dice es totalmente público.

Hay gente que ha tildado el movimiento de 'moda'. ¿Se corre el riesgo de banalizar una cuestión tan grave como esta?

El porcentaje de denuncias falsas es apenas del 3%. Puede que haya gente que se aproveche, y seguro que hay casos, pero la gran mayoría son mujeres y hombres que han permanecido durante años en silencio, incapaces de hablar públicamente o que nunca creyeron tendrían el espacio para hacerlo.

Jamás me habría imaginado que habría cientos de miles de personas con tanto valor para denunciar públicamente. Es un momento universal de catarsis para todas las mujeres y hombres, blancos y de color, así que creo que para nada banaliza el problema, en todo caso lo enfatiza.

En apenas dos meses 'me too' se identifica como uno de los movimientos sociales de mayor impacto de los últimos años. ¿Cuál crees que es hasta el momento el cambio más tangible?

Para mí ha sido ver cómo ha crecido el sentimiento de 'tolerancia cero', empezando por Hollywoood pero trasladándose a cualquier tipo de empresa, quitando de sus puestos a personas cuyos jefes, estoy segura, antes habían consentido esos comportamientos.

Y creo que también se está produciendo un cambio en la forma en la que se está socializando la conversación. Antes era una cosa entre mujeres, y ahora la gente está entendiendo el amplio espectro de la violencia sexual.

Y de pronto hay Harvey Weinsteins por todos lados.Harvey Weinsteins

Es que es una problemática que afecta a todos los estratos, desde los ricos hasta la gente de a pie. Cualquier persona es susceptible de sufrir abusos porque es una cuestión de dinámicas de poder, y se manifiesta de muy diversas formas: tu jefe en el trabajo, alguien en el campus de la universidad que tiene más 'caché social' que otros...

Por eso creo que no se habla suficientemente del efecto directo que tiene el hecho de pertenecer a una clase privilegiada, porque podemos utilizar nuestros privilegios para ayudar a quienes tienes menos privilegios o se puede utilizar para ejercer poder sobre otros, como ocurre en el abuso sexual.

¿Estos privilegios también se manifiestan a la hora de apoyar a las víctimas? ¿Hay víctimas de primera y segunda?

Está claro que la respuesta nunca es igual y depende de quién sea la víctima y a quién se esté señalando. Las mujeres de color no reciben la misma 'bendición', por así decirlo, que las blancas cuando denuncian. La sociedad está educada para responder a la vulnerabilidad de las mujeres blancas mucho más rápido que a la de las mujeres de color, y por eso reciben distintos tipos de atención.

Precisamente por lo que ha criticado duramente en Twitter a Lena Dunham cuando salió en defensa de su amigo y productor en Girls, Murray Miller, al que la actriz Aurora Perrineau acusó de agredirla sexualmente.Lena Dunham cuando salió en defensa de su amigo y productor en Girls, Murray Miller

Es que tenemos que ser duras, especialmente, con personas como Lena Dunham que es una ofensora reincidente y que, además, tiene una ingente masa de seguidores a los que influye. Es una 'pide disculpas' en serie, y cuando tienes que pedir disculpas cinco y seis veces por las mismas cosas, significa que no estás haciendo nada por cambiar tu comportamiento.

Hay muchas mujeres blancas que son increíbles aliadas y están comprometidas con la interseccionalidad, con situar al colectivo de mujeres marginalizadas en el centro de la causa para conseguir un movimiento feminista realmente efectivo. Y ella no es una de esas mujeres.

Lenah Dunham se nos presenta como una feminista, como alguien que defiende los derechos de la mujer, pero es una pesadilla como ejemplo de lo que el feminismo debería ser.

De nuevo un movimiento de apoyo a las mujeres que crea fracciones entre la propia comunidad feminista.

Para mí resulta especialmente doloroso porque cuando empecé 'me too' lo hice como un movimiento para las mujeres de color, y de ahí ha evolucionado a ser un movimiento de todas la mujeres.

Y no sólo de las mujeres.

'Me too' se ha convertido en un movimiento totalmente inclusivo, para mujeres, hombres, y también a través del espectro del género entre la comunidad queer. ¡Y eso es increíble! Pero lo que ocurre a veces con los movimientos inclusivos es que siguen creando dinámicas en las que unas voces se escuchan más que otras.

Y cuando alguien tan influyente como Lenah Dunham viene con un discurso como ese es cuando se genera el rechazo, y muchas mujeres de color dicen '¿Ves? Mira lo que hace el feminismo blanco, por esto es por lo que no siento que 'Me too' sea para mí'.

¿Temías que esto sucediera, que el movimiento fuera 'blanqueado', apropiado por la comunidad de no color?

En cierto sentido está pasando. Ésta es una conversación con muchos estratos, en la que las mujeres negras, nativas, latinas, representan unas minorías que suponen el mayor porcentaje de la población, y si no somos cuidadosos con ello esa realidad se borra de un plumazo, y lo que queda es una conversación sobre acoso sexual en el entorno laboral.

Más de la mitad de las historias #metoo hablan de situaciones de violencia sexual, no de acoso en el trabajo, y no quiero que eso quede oculto bajo el halo de las celebrities.

De pronto se ha convertido en la cara de 'Me too'. ¿Cómo lleva esta fama una activista de campo del Bronx?

Bueno es algo a lo que también nos educan socialmente, a elegir un individuo y alzarlo a la categoría de héroe... No creo en el culto a las personalidades y no tengo respuestas para todo, pero para lo que sí que creo puedo servir es como puente entre dos mundos.

Yo crecí en un hogar monoparental en el Bronx, fui atacada sexualmente en tres ocasiones antes de cumplir los 25 y nunca había presentado una denuncia. Nunca tuve a nadie que hablara conmigo sobre ello y tampoco busqué ayuda, pero tuve la inmensa suerte de que alguien se cruzara en mi camino y me ayudara a recorrer el camino a la superación, que es un proceso que dura para siempre. Y ese el trabajo que hago desde antes de este boom de #metoo, devolver el regalo que la vida me ha dado.

¿En una escala más global, hacia dónde le gustaría ver evolucionar 'me too' como movimiento?

Tenemos mucho trabajo por hacer y no podemos dejarlo en un hashtag. Esto ha sido un punto de inicio pero está claro que hay mucha legislación por reclamar a nivel federal y también acción social.

Hay que generar espacios para los supervivientes de violencia sexual, donde se sientan apoyados cuando decidan dar el paso adelante. No esperar a que las víctimas vayan a pedirlo, sino crear un tejido social de apoyo donde las personas impulsen estos espacios en sus propios vecindarios.

A mayor escala, hay que llegar a pensar en la violencia sexual como un asunto de justicia social, como son la dignidad económica o el hambre. Y aspirar a ser un cambio sistémico porque no sólo se trata de acabar con los abusos sexuales, sino de acabar con la opresión en general.

¿Por dónde debería empezar esa transformación social?

La única forma de que se produzca un verdadero cambio cultural es trabajando simultáneamente con nuestros niños. Reprogramar a esos niños y adultos que son educados bajo la idea de que tienen derecho a hacer lo que quieran, a utilizar su poder sobre otros y 'servirse' ellos mismos.

Es un proceso de desaprendizaje y una de las vías es trabajar en una cultura del consentimiento, junto con una educación sexual completa que tiene que comenzar en las edades más tempranas. Y sí, hay quienes piensan que en un mundo en el que el consentimiento se sitúa en el centro de nuestros comportamientos de pronto tendrán que pedir permiso para todo, y bueno, tal vez es que tiene que ser así.

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