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Niños de 3 años aprenden el código binario con la ayuda de simpáticos robots

Niños de 3 años aprenden el código binario con la ayuda de simpáticos robots

EFE

Zaragoza —

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¿Es posible aprender programación y a programar robots con tan solo tres años? La familia de simpáticos robots “The ifs” lo ha hecho posible a través de un sencillo juego de fichas intercambiables que permiten enseñar a los más pequeños cómo funciona el código binario de la mano de los colores, los sonidos de los animales, la música y la comunicación.

Este es el proyecto que han desarrollado Luis Martín y su equipo de apasionados a la tecnología, un grupo de jóvenes zaragozanos que han apostado por enseñar a programar a los más pequeños a través de una familia de robots realizados con sencillos cubos impresos en 3D y piezas intercambiables.

El equipo en el que trabaja Luis Martín se especializó en crear proyectos tecnológicos con fines robóticos, educativos o sociales, focalizados en ayudar a personas con movilidad.

La idea de implicar a los más pequeños surgió de la mano de uno de los integrantes del equipo, que era padre y observó que la educación que ofrecían a niños de seis años en este campo era demasiado tardía. Se dio cuenta de que necesitaban trabajar desde más pequeños para crear una base más sólida.

Luis Martín explica que es a los tres años cuando los niños y las niñas tienen un cerebro “más plástico” y así se permiten sentar las bases de la programación y código binario de forma mucho más sencilla. Y aunque resulte sorprendente, Luis Martín asegura que a esta edad no son “nada pequeños” para aprender a programar.

Es más, subraya que son quienes “más rápido lo asimilan” ya que se lo pasan “muy bien” con los robots programables, puesto que el juguete en sí “no hace nada”, sino que son los propios niños y niñas los que deciden sus funciones, dejándoles la mente “abierta a imaginar cualquier escenario”.

El juego de la programación con “The ifs” consiste, en esencia, en fichas imantadas que se pueden intercambiar sobre las cabezas de los robots, de tal forma que los más pequeños pueden programar las funciones dependiendo las fichas que tenga encima. Hay casi más de un centenar de opciones para los robots: cambiar de color, hacer luz, comprobar la humedad y temperatura, comunicarse entre ellos, hacer música, expresar sentimientos o hacer sonidos de animales, entre otros.

Como resultado, explica Martín, lo que permite es amoldar la cabeza de los más pequeños a la programación, observando que si realizan una determinada acción con una pieza sucede una consecuencia, de forma que cuando sean mayores y quieran aprender con más profundidad este campo ya tengan en su mente la estructura binaria y les resulte más sencillo.

Además, Martín hace especial hincapié en la necesidad de atraer más chicas al sector, ya que se trata de un ámbito “muy masculinizado”. Es por ello que los robots tienen un aire a dibujos animados que les dan un carácter amable.

Quien sabe si estos pequeños robots aumentarán la curiosidad y pasión por la programación a los más pequeños y en un futuro el número de programadores aumentará considerablemente y, sobre todo, con más mujeres en el sector.

Rebeca Oliva Aznar

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