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The Guardian en español

Todos los políticos mexicanos se disputan el legado revolucionario de Emiliano Zapata

Familiares directos del revolucionario Emiliano Zapata, colocan un sombrero al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador

David Agren

Anencuilco (México) —

Sentado a la sombra de un árbol chicozapote, Jorge Zapata González da una calada lenta a su cigarro y cuenta una historia aleccionadora sobre la revolución y la traición.

Hace un siglo, su abuelo, el rebelde mexicano Emiliano Zapata, reclutaba campesinos pobres con el grito de batalla “tierra y libertad”, pero finalmente fue traicionado por un antiguo aliado y asesinado.

Un siglo después del asesinato de Zapata, el 10 de abril de 1919, su nieto siente cierto tufillo fresco a traición. “Cien años después, el Gobierno vuelve a traicionar los ideales de Zapata”, afirma.

El actual presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, ha expresado admiración por Zapata, prometió recuperar la economía rural de México y declaró 2019 como el año de Emiliano Zapata.

Pero en Morelos, la región natal del líder revolucionario, se ha desatado una batalla por su legado, ya que López Obrador quiere finalizar una planta energética y un oleoducto a los que la comunidad local se opone fervientemente.

“Es una burla: declarar 2019 el año del General Emiliano Zapata y luego conmemorarlo entregándoles a las multinacionales el agua de los campesinos de la región que lo vio nacer”, dice Zapata González.

El lema revolucionario de Zapata: “Reforma, libertad, justicia y ley” todavía resuena en un país donde esos cuatro ideales suelen escasear, y el Caudillo del Sur es una inspiración para los radicales latinoamericanos, entre los que se destacan los rebeldes zapatistas que levantaron las armas contra el Gobierno mexicano en 1994.

Las imágenes de Zapata con su amplio sombrero, el gran bigote y la bandolera compiten con las del Che Guevara como íconos tanto de romántica rebeldía como de emprendimientos capitalistas. Los descendientes de Zapata hace poco solicitaron la marca con su nombre y su imagen y ahora cobran derechos de autor por productos que van desde camisetas hasta tequila.

“Siempre ha habido una disputa por el legado de Zapata. Comenzó poco después de su muerte”, explica Emilio Kourí, historiador de la Universidad de Chicago. Kourí cree que el atractivo imperecedero de Zapata se debe a que es “una figura maleable que les sirve a todos”.

Zapata, figura esencial del panteón revolucionario del país, es a menudo invocado por políticos de todas las ideologías.

El expresidente Carlos Salinas –que llevó adelante una serie de privatizaciones y acuerdos de libre comercio que hicieron a muchos campesinos perder sus tierras– le puso a su hijo el nombre de Carlos Emiliano. Él decía que sus reformas agrarias, que permitieron la venta de tierras comunitarias, hubieran sido aprobadas por Zapata.

El año pasado, López Obrador, conocido popularmente como AMLO, logró llevar a la izquierda al poder por primera vez desde el establecimiento de la democracia en el año 2000. En su campaña habló una y otra vez en contra de las reformas estructurales de los últimos 25 años y recientemente declaró el fin del “período neoliberal” en México.

Los analistas afirman que el legado de Zapata tiene una importancia especial para el presidente, que promocionó su gobierno como “la cuarta transformación” de la historia mexicana, poniéndolo al mismo nivel de la independencia de España, la revolución y las reformas legales y anticlericales del siglo XIX.

Sin embargo, desde que asumió el poder, AMLO ha tomado un camino conservador, especialmente en lo referente a políticas sociales. Las comunidades indígenas de México han expresado su preocupación por el entusiasmo del presidente en torno a megaproyectos en sus tierras.

“López Obrador quiere construir una nueva historia oficial y apropiarse del legado de Zapata para decir que él también se preocupa por los campesinos”, señala Harim Gutiérrez, profesor de historia de la Universidad Autónoma Metropolitana.

Zapata González rechaza a los políticos que dicen compartir las causas de su abuelo y es muy protector del apellido familiar. Todavía vive en Anencuilco, el pueblo natal de Zapata, donde se ha construido un museo en la casa de la infancia del líder revolucionario. Como muchos de los herederos de Zapata, usa un largo y pesado bigote. “Mi dignidad y mi apellido no tienen precio”, remarca.

Hace poco, Zapata González apoyó una campaña contra la construcción de una planta energética, un oleoducto y un acueducto en el pueblo de Huexca, proyecto que apoya el presidente.

AMLO asumió la presidencia en diciembre de 2018, capitalizando la bronca de los mexicanos por la corrupción para lograr un triunfo aplastante. En Morelos, donde reinaba la violencia y los narcos actuaban con impunidad, el presidente arrasó.

Al principio, López Obrador se oponía a la planta en Huexca, pero luego cambió de opinión al asumir el poder, argumentando que se necesita esa energía eléctrica y que ya se habían invertido miles de millones en su construcción. “Ha hecho lo opuesto de lo que prometió”, dice Zapata González del presidente.

Los vecinos se quejan de que cuando se hicieron pruebas de funcionamiento de la planta, el ruido fue insoportable. Y Zapata González asegura que los residuos de esas pruebas contaminaron el cercano río Cuautla.

López Obrador intentó apaciguar las preocupaciones de los vecinos llamando apresuradamente a un plebiscito, pero las tensiones en la región aumentaron cuando un activista indígena que se oponía al proyecto fue asesinado a tiros días antes de la votación.

AMLO dijo que el asesinato de Samir Flores Soberanes el 20 de febrero fue un acto “cobarde y vil”, pero luego ofendió a los vecinos de la región al afirmar que el objetivo del asesinato era sabotear el plebiscito. Finalmente, la votación acabó favoreciendo al presidente.

“López Obrador no es bienvenido en el estado de Morelos,” indica Teresa Castellanos, una vecina que se opone a la planta energética en Huexca. “Ha traicionado al pueblo”.

Los fiscales del estado aseguran que están investigando indicios que apuntan a la participación del crimen organizado, una frase muy escuchada en México donde a menudo los asesinatos de activistas ecológicos, defensores de los derechos humanos y periodistas quedan impunes.

“Todos nos sentimos amenazados”, dice Yasmin Ríos, una exfuncionaria local que se opone al proyecto.

“Lo que está haciendo el presidente”, añadió, “es pasarnos por encima a todos nosotros, igual que hacía el otro presidente”.

Traducido por Lucía Balducci

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