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The Guardian en español

El olor, el ruido, la contaminación: las llaman granjas, pero son fábricas

Bente Joergensen vive cerca de una granja porcina, en el pueblo de Tingerup en Dinamarca.

Tom Levitt

¿Qué se siente al convivir con una explotación ganadera industrial? ¿En qué medida afecta la vida diaria? Una campaña de la ONG ambientalista Greenpeace visitó, entre diciembre de 2018 y marzo de 2019, varias granjas y las comunidades que las rodean en Francia, Dinamarca, España e Italia para saber cómo viven los vecinos afectados.

En la UE están registrados más de 330 millones de vacas, cerdos y ovejas. A esa cifra hay que sumarle varios miles de millones de gallinas criadas en cautividad cada año para su sacrificio. El crecimiento de la ganadería y cría industriales excede los límites considerados seguros por la comunidad científica a la hora de evaluar la emisión de gases de efecto invernadero, los flujos de nutrientes y la pérdida de biodiversidad. Por eso, grupos de activistas están pidiendo que el nivel de producción de carne y leche se reduzca a la mitad para el año 2050.

Vecino de una de las mayores lecherías de España

Ricardo Antón, 'Ritxi' entre sus amigos, tiene 56 años, gestiona una granja de hortalizas orgánicas que sirve a pequeños consumidores y dos comedores escolares en Caparroso, Navarra y cree que “las granjas industriales representan una amenaza para el ecosistema de la zona”. Además, “las empresas pequeñas difícilmente pueden mantener sus niveles de producción”. Antón defiende que las explotaciones más tradicionales, a menor escala y con mayor diversidad de cultivos y cría, están desapareciendo.

En España, a lo largo de los últimos 50 años, se ha realizado una transición desde la cría de animales tradicional y extensiva hacia una industrialización y concentración de las explotaciones. No muy lejos de donde trabaja Antón, la explotación lechera que opera bajo el nombre Valle de Odieta SCL es una de las mayores del país. En noviembre de 2018, tenían 5531 vacas, un 60% más de lo permitido por la ley según los datos oficiales proporcionados por el Gobierno de Navarra a Greenpeace. Los propietarios no quisieron proporcionar un comentario para este reportaje. Pero al mismo tiempo están desarrollando la que sería, de materializarse, la mayor instalación de producción de leche de la UE, con más de 23.000 vacas en Noviercas, un pueblo que no llega a los 200 habitantes en la provincia de Soria. Lo harán después de que los gobiernos de Navarra, País Vasco y Cantabria rechazaran el proyecto que ahora apoya el alcalde de Noviercas.

Vivir cerca de una granja porcina en Dinamarca

Bente Jørgensen fue maestra en un instituto y vive desde hace más de 20 años con su marido, Søren Hansen, ingeniero químico, en Tingerup, 60 kilómetros al oeste de Copenhage. La granja de cerdos Vandvaerksgaarden está a 100 metros de su casa.

Jørgensen dice que la pareja tiene miedo de la exposición a sustancias potencialmente tóxicas en el abono y el aire. Cuando el olor aumenta, Jørgensen sale de casa con una mascarilla. “El olor es tan desagradable que enferma. Me duele la cabeza, los ojos enrojecen y se hinchan. Siento que el olor, ruido y polvo de la granja están destruyendo nuestras vidas”.

A Jørgensen le gusta pasar tiempo al aire libre pero lo limita debido al olor que sale de la granja, tan malo que teme las consecuencias y el impacto sobre su salud de la exposición a largo plazo. Tiene que limpiar la verja exterior de su casa varias veces al año debido al crecimiento de musgos que, cree, nacen de la cantidad de nitrógeno que viaja en las emisiones de amoníaco de la granja. Cada jueves se recogen los cerdos muertos de la zona y hasta que eso sucede, los vecinos afirman que los cerdos muertos quedan en el exterior de los lugares de cría. Según la ley danesa deberían estar cubiertos.

La explotación porcina Vandvaerksgaarden es una de las nueve gestionadas por Peter Kjaer Knudsen y sus tres hijos en los alrededores de Tingerup, Bukkerup, Soderup y Baarup. Estas granjas producen en conjunto casi 90.000 cerdos y más de 100.000 lechones para su sacrificio. A principios de 2019, Peter Kjaer Knudsen fue declarado culpable por un juzgado local de sobrepasar en un 9 por ciento la cantidad de cerdos que podía criar durante los años 2010 y 2011. Knudsen tampoco quiso dar su versión de los hechos para este reportaje.

Dinamarca produce 33 millones de cerdos al año y es uno de los mayores productores per cápita del mundo. La mayor parte de esa carne tiene la exportación como destino. Dinamarca exporta casi el 60% de la carne de cerdo de toda la Unión Europea. El número de explotaciones porcinas desciende pero las que sobreviven son cada vez más grandes. Greenpeace ha pedido al gobierno danés que investigue los riesgos para la salud derivados de las emisiones de amoníaco que afectan a quienes viven en sus alrededores, algo que ya ha sido considerado como urgencia de salud pública en otros países.

Una fábrica de huevos en Francia

La escuela de Lescout, en Francia, está a tan solo 500 metros de la granja de gallinas de Gallès SAS. Abierta en 1980, no ha parado de crecer y tras una ampliación en 2016 alberga a 185.000 gallinas ponedoras, una cifra que multiplica por 250 el número de habitantes del pueblo. Su dueño planea expandirla aún más y ya ha pedido permiso para otro edificio.

“Algunas mañanas, el olor es tan corrosivo a la garganta y la nariz que por la seguridad de los niños, preferimos que se queden dentro durante el recreo,” explica Cathy Double, que fue ayudante de maestra en la escuela.

La granja está cerca del Castillo de Gua, un monumento histórico propiedad de Catherine Gavelle, una arquitecta de 57 años. “Creo que este tipo de granja-fábrica, para empezar, nunca debió haberse construido. No debería autorizarse la construcción de una instalación industrial en un pueblo y al lado de un edificio protegido. Afecta mi vida en lo visual, lo sonoro y lo oloroso,” afirma.

Cría intensiva de cerdos en Italia

Adalgisa Martorelli, de 55 años, vive en Cadelbosco, un pueblo en Emilia-Romagna y sufre una enfermedad respiratoria que, explica, empeora en presencia de olores fuertes. Se ha visto forzada a dejar su casa durante los momentos en los que se esparce el estiércol en dos granjas de cerdos, Azienda Agricola Fontanelle SNC di Ferrari e C y Allevamento Azienda Agricola Tenuta Vincenzo Srl. Ha sido hospitalizada en varias ocasiones y a veces tiene que usar una máscara de oxígeno en casa.

Aunque no hay pruebas médicas del vínculo entre su enfermedad y la contaminación de la granja, Martorelli afirma que se encuentra mejor desde que una de las granjas dejó de esparcir el estiércol cerca de su casa.

Hace diez años, Martorelli creó un comité junto a algunos de sus vecinos y documentaron fugas de una de las granjas, Azienda Agricola Fontanelle SNC di Ferrari e C, que vertía residuos a los acuíferos locales. Las autoridades obligaron a la empresa a detener el proceso de extensión de estiércol durante cinco años a algunos de los campos cercanos y a reducir el número de cerdos en la instalación de 12.500 a 3.899.

Los empresarios que hablaron con The Guardian dijeron que aquellas fugas de desechos fueron debidas a una rotura en una de las tuberías y que se trataba de un hecho aislado. También que la reducción del número de animales no está relacionada con esas fugas, que es debido a las quejas del comité en defensa del aire limpio y que las emisiones están por debajo de los límites señalados por las leyes italianas y europeos para las piaras de cerdos.

La otra granja, Azienda Agricola Tenuta Vincenzo SRL, ha recibido permiso para aumentar su número de cabezas de 2.000 a 7.000. El comité de Martorelli se opone a la ampliación. “Me aterroriza esa nueva petición de ampliación. Si llega a hacerse, no podré seguir viviendo aquí. Tendré que tomar la decisión de dejar mi casa,” se queja.

El dueño de la granja, Dario Gualini, dijo a The Guardian que cuenta con los permisos medioambientales para llevar a cabo la expansión y que va a seguir con atención los posibles impactos. “Hemos adoptado las mejores técnicas disponibles en el ámbito del bienestar animal y la protección ante el mal olor así como de contaminación ambiental. Estamos convencidos, igual que las autoridades que nos han emitido los permisos, que nuestra estructura se convertirá en ejemplo en el futuro de las mejores condiciones tanto para animales como para humanos”.

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