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The Guardian en español

Los pilares de la presidencia de Trump: nepotismo y corrupción

El presidente de EE.UU., Donald J. Trump (d), y su asesor principal, Jared Kushner (i), durante una reunión en la Casa Blanca.

Jill Abramson

A pesar de su fama, el reality The Apprentice (El aprendiz) no es el que mejor explica la presidencia de Donald Trump. Para entender lo que ocurre en la Casa Blanca hay que sintonizar un programa popular que se estrenó casi al mismo tiempo: American Greed (Avaricia americana).

La semana pasada supimos que Jared Kushner se reunió con grandes ejecutivos financieros en la Casa Blanca y les pidió 500 millones de dólares en préstamos para su imperio inmobiliario familiar, un negocio en el que mantiene una participación activa y que pasa por algunos problemas económicos. Esto realmente supera la mayoría de las artimañas financieras que aparecen en American Greed y casi puedo escuchar a Stacey Keach, el actor que narra el programa, describiendo el lado oscuro del último episodio protagonizado por Jared sobre la corrupción en los negocios y la política de Washington.

Nuestros sentidos se han apagado. Estos préstamos deberían haber levantado un gran escándalo en cualquier otra Administración, pero el presidente ya estableció un límite ético bajo para su presidencia al no cortar sus vínculos con la corporación Trump Organization y al no publicar su declaración de la renta, como han hecho todos los últimos presidentes.

El hecho de que Trump se esté beneficiando personalmente de su presidencia es un secreto a voces en Washington, tal y como se puede comprobar dando un paseo por el lobby del nuevo Hotel Trump en la antigua y grandiosa oficina de correos de la ciudad. Prácticamente todo el que quiere un favor o una reunión en la Casa Blanca está allí, soltando al menos 500 dólares por noche y engordando la caja de la Trump Organization.

Jared y la familia Kushner han sido incluso más descarados. El año pasado, su hermana apareció en las noticias por haber prometido visados estadounidenses a ciudadanos chinos ricos a cambio de 500.000 dólares en inversiones en propiedades de los Kushner. En una investigación publicada en enero, el New Yorker reveló que las reuniones de Jared con miembros del Gobierno chino, en las que se discutió sobre sus negocios familiares, puso tan nerviosos a los agentes de inteligencia estadounidenses que temían que los chinos le estuviesen manipulando. (Y esta es una de las razones por las que Kushner no ha conseguido su autorización de seguridad para poder leer documentos clasificados como 'Top Secret').

Israel también ha sido un blanco fácil para la codicia de Jared. De acuerdo con the New York Times, la empresa de la familia Kushner recibió en la primavera de 2017 una inversión de cerca de 30 millones de dólares de Menora Mivtachim, una de las principales aseguradoras de Israel. Esto se produjo poco antes de que el presidente y su yerno –quien ha estado haciendo de mediador en el proceso de paz de Oriente Medio– hiciesen una visita oficial al país y antes del anuncio del traslado de la embajada estadounidense a Jerusalén. De acuerdo con la información, los fondos se dirigieron a un proyecto en Maryland.

Kushner también ha recibido al menos cuatro préstamos del banco Hapoalim, el principal banco israelí, actualmente bajo investigación penal del Departamento de Justicia estadounidense.

En los casos de China e Israel, los acuerdos de negocios de Jared están estrechamente vinculados a las visitas del presidente Trump a esos países. El patrón es claro: si un país extranjero quiere recibir los honores de Trump con su presencia y favores, lo mejor es apostar primero dando préstamos a su yerno.

En los casos más recientes, también expuestos por the New York Times, los benefactores de Jared, Apollo Finance y Citigroup, son nacionales. Pero esto no reduce la corrupción. En el caso del préstamo de 180 millones de dólares de Apollo, Kushner también mantuvo reuniones con su fundador, Joshua Harris, sobre un puesto en la Administración.

En 2012, un gran escándalo de corrupción sacudió el mundo e hizo caer a algunos de los miembros más poderosos del Gobierno chino. Los dirigentes habían adquirido grandes fortunas estando en el cargo, pero a menudo escondían sus fortunas ilícitas en las cuentas bancarias de miembros de la familia política. Así se forjó una nueva y rica élite china, los principitos.

¿Por qué usar a la familia política para esconder el dinero? Porque era en quien podían confiar para mantenerse callados y los que finalmente devolverían el dinero a sus legítimos dueños –los dirigentes políticos– una vez dejasen sus cargos.

Así que también Donald Trump ha depositado su confianza en su yerno. A pesar de perder peso en la Administración y su autorización de seguridad para acceder a determinadas informaciones, Jared sigue siendo el hombre indispensable en la Casa Blanca y seguirá siéndolo, aunque el jefe de Gabinete John Kelly intente expulsarle. Algunos expertos en la Casa Blanca predicen que Kushner será finalmente reubicado en el equipo de campaña para la reelección de Trump, pero que, aun así, seguirá teniendo una gran influencia.

Tener a Jared y a su esposa, Ivanka, la hija de Trump, trabajando en la Casa Blanca es un caso de libro de nepotismo enloquecido. El presidente sostiene que la gente debería estar tranquila porque ninguno de los dos cobra “un duro”, pero la idea de que sus servicios gratuitos al país blanquean de alguna manera la corrupción que supone tenerlos en altos cargos públicos es un sinsentido. Ejercen sin ninguna rendición de cuentas, excepto al paterfamilias.

El nepotismo y la corrupción son la base de la presidencia de Trump. Esto no debería ser sorprendente. Son los dos pilares de muchos negocios familiares y dos motores de poder y beneficios. Antes de convertirse en presidente, la única experiencia de Trump era dirigir el negocio inmobiliario de su familia, con sus hijos e hija a su lado. Este es el único modelo que conoce, pero es un modelo desastroso para dirigir un gobierno.

Jared Kushner, mientras tanto, nunca tendrá remordimientos. Incluso si le cortan las alas, él seguirá haciendo sus lucrativas escapadas internacionales.

Ya hemos visto esta estrategia antes en lugares como Uganda, Filipinas y otros países donde los gobernantes y sus familias saquean a la población. Nunca pensamos que esto llegaría a Estados Unidos, pero vivimos en la era del gobierno de reality televisivo: y el nombre de nuestro programa es American Greed (Avaricia americana).

Traducido por Javier Biosca

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