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The Guardian en español

Los tribunales de Países Bajos sentencian que el pastafarismo no es una religión

Un grupo de pastafaris en medio de una misa

Jon Henley

El Consejo de Estado neerlandés ha dictaminado que el pastafarismo no es una religión y ha indicado que una integrante de la Iglesia del Monstruo del Espagueti Volador no tiene derecho a salir en su fotografía de pasaporte y en su permiso de conducir con un colador en la cabeza. Mienke de Wilde está estudiando la posibilidad de llevar su caso al Tribunal Europeo de Derechos Humanos.

La más alta institución judicial de los Países Bajos considera que Wilde, una estudiante de Derecho de Nijmegen, no queda eximida por motivos religiosos de la prohibición de hacerse las fotografías oficiales de identidad con la cabeza cubierta. En su sentencia indica que el pastafarismo no es una religión sino una sátira.

La Iglesia del Monstruo del Espagueti Volador fue fundada en Estados Unidos en 2005 por Bobby Henderson, como respuesta al hecho de que los fundamentalistas cristianos abogaran por enseñar la teoría del creacionismo en las escuelas. En un comunicado, Henderson pidió que, en este caso, también se dedicaran las mismas horas a enseñar el evangelio del monstruo del espagueti volador.

Los seguidores de esta religión adoran a un dios invisible llamado el Monstruo del Espagueti Volador, lucen coladores en la cabeza como homenaje a su dios, y veneran a los piratas por consideran que son los pastafaris originales. Asimismo, se comprometen a rechazar “las locuras sin sentido”, ser amables con todos los seres vivos y comer mucha pasta.

El Gobierno de Nueva Zelanda reconoce oficialmente la Iglesia del Monstruo del Espagueti Volador y desde 2015 permite que se celebren bodas pastafaris. En cambio, son muchos los países que no le han otorgado la condición de entidad religiosa si bien algunos de ellos permiten que los miembros de este credo aparezcan en documentos oficiales con coladores en la cabeza o disfraces de pirata.

En 2006, Henderson anunció los “mandamientos” de esta Iglesia en una parodia que se llamó el “evangelio del monstruo del espagueti volador”. Destacan ocho principios que empiezan con la frase “preferiría que no lo hicierazz (según el evangelio, dos de los diez mandamientos originales se perdieron).

Los seguidores que siguen estos pseudo-mandamientos terminan sus plegarias con “ramen”, en vez de “amén”. El cielo pastafari incluye un volcán de cerveza y strippers.

De Wilde argumentó que si bien la iglesia tiene sentido del humor esto no significa que “no defienda sus principios con seriedad”. Se ha mostrado decepcionada con la sentencia, que ha apoyado la prohibición de las autoridades de Nijmegen a aparecer en fotografías oficiales con un colador en la cabeza.

“Entiendo que si no eres miembro de la Iglesia te puede parecer extraña”, afirmó De Wilde en declaraciones al periódico Algemeen Dagblad: “Sin embargo, es lo mismo que te ocurre con otras religiones que no son la tuya, y que te cuentan historias de personajes que pudieron separar las aguas o de personas capaces de partirse en dos. A mí algunas religiones también me despiertan incredulidad”.

El Consejo de Estado neerlandés no se dejó impresionar por los argumentos de De Wilde. “Puede ser que los pastafaris consideren que el colador es un objeto sagrado, y que lo usen para rendir tributo al Monstruo del Espagueti Volador pero en realidad su uso no es obligatorio”, dice en su sentencia.

“De hecho, el pastafarismo no impone obligaciones ni restricciones a sus seguidores. De Wilde ha afirmado que usa el colador porque considera que es su deber pero en realidad se trata de una elección personal”. La ley holandesa permite que, por motivos religiosos, los ciudadanos aparezcan en las fotografías oficiales con la cabeza parcialmente cubierta.

“Es importante poder criticar con total libertad el dogma religioso a través de la sátira, pero eso no convierte esta crítica en una religión seria”, indica el Consejo, que también afirma que el pastafarismo carece de la “seriedad y coherencia” que debe tener toda religión.

Traducido por Emma Reverter

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