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The Guardian en español

Teletrabajo, vacaciones o clases por Internet: así lidian los padres con el cierre de colegios por el coronavirus en Asia

Michael (D) juega con su hermana Elaine (I) en su casa mientras las escuelas siguen cerradas tras el brote del nuevo coronavirus, en Pekín, China, el 19 de febrero de 2020

Helen Davidson / Lily Kuo / Justin McCurry

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“Están siendo unas vacaciones largas”, ironiza Sarah Wong, madre y empleada en una aseguradora de Hong Kong. Wong y sus dos hijas, Chloe y Greeta, están en un espacio de coworking en Kowloon, al norte. Chloe ha preparado su escritorio como lo haría en casa, con su iPad, su lámpara de mesa y un ambientador. Junto a ella, las niñas, de 12 y ocho años, escuchan las clases por Internet. La escuela ha cerrado por el coronavirus.

Gobiernos de todo el mundo han comenzado a cerrar escuelas o se preparan para hacerlo en un futuro próximo en un intento de ralentizar la expansión del virus. El ministro de Educación de Francia ha confirmado que en su país ya han cerrado 120 colegios en las zonas que registran más infecciones.

En algunos países, los padres ya llevan más de un mes con sus hijos en casa. Los hay que han tenido que pedir vacaciones o y otros los han mandado al extranjero con familiares que puedan hacerse cargo.

La mayor parte de los escolares hongkoneses no regresaron a clase después del año nuevo lunar. El Gobierno ha prolongado el cierre preventivo de escuelas hasta el 20 de abril. “Las primeras semanas fue complicado, nos descuadró todos nuestros horarios, no solo los de los niños. Afectó a toda la rutina familiar y los horarios de trabajo”.

Con el comienzo de las clases online, las niñas están volviendo de algún modo a la rutina y no se aburren tanto, en opinión de su madre. Se siente afortunada porque su empresa le permite cierta flexibilidad a la hora de organizar el trabajo. No todos sus amigos tienen la misma suerte. Dice que algunos están “muertos de miedo”.

Si hace buen día, Wong se lleva a sus hijas al parque o a la playa. Pero tras los consejos que comienzan a circular recomendando cierta distancia física entre las personas, empiezan a echar de menos a sus amigos.

En la isla de Hong Kong, la diferencia de edad entre los tres hijos de Eiffel Chau, que van del primer al quinto grado de preescolar, complica mucho la situación. “La más pequeña no tiene clases por Internet”, afirma Chau. “Necesito mantenerla ocupada para que no moleste a los otros dos niños. Tiene compañía, pero como ve que sus padres están en casa, espera que hagan algo con ella”. Chau se considera afortunado porque le permiten trabajar desde casa. Su esposa es maestra y está ocupada gestionando las clases por Internet que imparte a sus alumnos.

Su consejo para otros padres que enfrenten la misma situación es aprovecharse de lo que está pasando. Darle la vuelta a la tortilla. El sistema educativo de Hong Kong es muy exigente pero Chau utiliza el tiempo extra del que dispone para enseñar a sus hijos a ser más responsables con las tareas de la casa y para hacer más ejercicio físico. “Al mismo tiempo es una buena oportunidad de ponerse al día con las relaciones familiares”, agrega. “No tenemos lugares a los que ir, ni siquiera los fines de semana. Tenemos juegos de mesa y cartas. Aprovechamos para eso”.

Clases por televisión y consejos en Internet

Millones de estudiantes chinos llevan sin ir al colegio desde mediados de febrero. Las escuelas han recibido la orden de impartir clases por Internet y se están retransmitiendo clases de primaria por la televisión pública.

Las autoridades han recomendado –y obligado en algunos casos– a las familias que no salgan de casa, lo que dificulta más la situación de los niños, que tienen que gestionar todo ese tiempo encerrados. En algunos vídeos se puede ver a familias entretenidas con juegos muy elaborados.

En Internet circulan todo tipo de consejos. Hay quienes recomiendan crear horarios muy estrictos y seguirlos a rajatabla y quienes proponen experimentos científicos caseros y actividades de todo tipo. En Gulou, uno de los distritos de Pekín, las autoridades han recomendado disfrutar del momento: “Los padres son los mejores maestros en la vida de un niño”. Pero los temas de debate como “qué tipo de vidas se ven obligados a vivir los padres” o “el retraso del inicio de las clases” tienen más de 400 millones de visitas y miles de comentarios.

“Solo quiero saber cuando empieza la guardería”, escribe una persona. “Los niños son muy destructivos y los padres se están volviendo locos. Espero que la epidemia pase lo antes posible y que estas pequeñas bestias destructivas puedan estudiar”. Otros se quejaban de la dificultad de supervisar las clases en la red y los deberes de sus hijos. “Me torturan estas clases online. ¿Cuándo va a terminar esto?”.

En Japón, muchos padres que tienen que trabajar se horrorizaron cuando el Gobierno anunció el pasado fin de semana que pedía a los centros educativos, desde primaria al instituto, que no abran hasta que comience el nuevo curso a mediados de abril. Un cierre de esa magnitud, que afecta a 13 millones de estudiantes, ha obligado a que las empresas se replanteen sus rígidas prácticas laborales y permitan el trabajo desde casa o una reducción de la jornada laboral.

Las madres trabajadoras se quejan de que el cierre escolar las obliga a pedir vacaciones debido a la escasez de guarderías y de personas que puedan hacerse cargo de los cuidados.

Una encuesta elaborada en Internet por Yahoo Japón ha revelado que el 49% de los padres dejarían a sus hijos solos en casa, el 20% pediría vacaciones y el 14% recurriría a los abuelos.

En algunos casos, los padres y madres no tienen más opción que llevarse a los niños a la oficina. “Me sorprendió mucho la noticia del cierre de colegios y pensé ¿qué debería hacer? No hay explicación sobre cómo va a funcionar”, explica una de ellas, Keiko Kobayashi, directiva en una multinacional en Tokio, a Associated Press.

De regreso en Kowloon, Wong mira cómo estudian sus hijas y espera que puedan volver pronto a la escuela. “No paran de decir 'quiero ir al colegio', y eso es bueno porque antes no querían”.

Traducido por Alberto Arce.

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