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Cuatro mujeres sirias

Leila Nachawati

Fadwa

Fadwa era actriz. Natural de Alepo, fue durante años una de las estrellas más reconocidas de Siria. En 2011, cuando estallaron las protestas en la ciudad de Homs, se convirtió en un icono revolucionario. Su imagen, rodeada de manifestantes, cabello rapado al dos y pañuelo palestino, contrasta con su apariencia sólo unos meses antes. Incluso la voz, aquella cadencia dulce que enamoró a toda una generación de sirios, sonaba diferente en los gritos, apasionados y roncos, con que animaba a la ciudad de Homs a continuar el movimiento de desobediencia que inspiraba la resistencia contra la dictadura en el resto del país. El hecho de que perteneciese a la confesión alauita, igual que el régimen de los Asad, ponía en cuestión el relato oficial que desacreditaba las protestas. Tuvo que huir a Francia después de que las autoridades anunciasen que la buscaban viva o muerta.

May

May también era actriz. Recuerdo la mirada de fascinación que le dirigió mi pareja de entonces aquel verano de 2008 en la Cueva de Baal, el bar de Damasco que frecuentábamos. “Es May Scaff, la amo...”, me dijo él, despertando una punzada de celos hacia aquella mujer bellísima que reía y bailaba, rodeada de amigos. Le conté aquella anécdota en 2013, cuando la conocí finalmente en Ammán, durante una reunión de defensores de derechos humanos sirios residentes en Jordania, y recuerdo que rió de buena gana. Comimos, bebimos, intercambiamos largas conversaciones sobre el presente y el futuro del país, en aquellos días en los que todavía esperábamos justicia. En sus últimas imágenes, casi siete años después de aquellas protestas en las que participó activamente, su rostro se había endurecido, las canas cubrían su cabello casi por completo y costaba reconocer a la belleza relajada de otra época.

Razan

Razan es quizás el símbolo de la justicia, la Justicia en mayúsculas, para la población siria, abandonada desde hace tiempo a su suerte. Reconocida abogada especializada en violaciones de derechos humanos, fue miembro del equipo para la defensa de los prisioneros políticos, fundadora de la Asociación de Derechos Humanos de Siria y documentadora para los Comités de Coordinación Local, un trabajo que la colocó en el objetivo tanto del régimen como de los grupos de bandera negra que por aquel entonces habían comenzado a secuestrar el levantamiento popular. En los debates en los que los sirios fantaseaban con un Ministerio de Justicia para la Siria del futuro, Razan era el nombre más repetido.

Lama

Lama, estudiante en la Universidad de Damasco, nació en 1992. Observo las imágenes que sus amigos han compartido en redes sociales. En una de ellas se la ve posando para la cámara, con blusa y pantalón blancos y falda superpuesta color rosa chicle, a juego con las zapatillas de lunares. Lleva gafas de sol a modo de diadema sobre el hiyab, un estilo muy popular entre las jóvenes sirias, y un brazo en jarras. En la otra imagen aparece en primer plano, con ropa oscura y pañuelo palestino al cuello. Mira a cámara y sonríe. Leo que fue detenida en noviembre de 2014 en Tal, el barrio donde colaboraba en uno de los comités locales surgidos tras el inicio del levantamiento de 2011. Había acudido a una llamada (una mujer interesada en sus clases particulares de inglés) que resultó ser una trampa. Los hombres que se abalanzaron sobre ella la entregaron después a la Seguridad Política.

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La estudiante Lama Albasha es uno de los miles de nombres de las infames “listas de la muerte”, nombres de personas ejecutadas o muertas bajo tortura en cárceles gubernamentales como la de Sednaya, a la que Amnistía Internacional se ha referido como “matadero humano”. Su familia fue informada, al acudir al registro de Seguridad el 31 de julio de 2018, de que había fallecido años antes “de un ataque al corazón” en prisión.

La abogada Razan Zeituneh continúa desaparecida desde diciembre de 2013, sin que nadie tenga noticias de su paradero. “Los expertos en certificar la muerte no lloramos”, escribió antes de ser capturada por un grupo de hombres enmascarados en Duma, a las afueras de Damasco. Sólo unos días después, Naciones Unidas anunció que abandonaba, incapaz de darle seguimiento, el recuento de las víctimas de la guerra en Siria.

La actriz May Scaff fue encontrada muerta el 27 de julio de 2018 en el apartamento que compartía en París, donde se había refugiado en los últimos años. “No perderé la esperanza, os pido que no la perdáis nunca”, fue el último mensaje que publicó en sus redes. “Nuestro país se llama la Gran Siria, no la Siria de Asad”.

La actriz Fadwa Suleiman falleció en París en agosto de 2017, tras una larga enfermedad. En su última entrevista dijo: “Aunque lo borren todo, no debemos dejar que borren nuestro sueño. Si queda un sola persona siria, estoy segura de que construirá la Siria que amamos. Siria no es un país, no es una entidad geográfica, es una idea. La revolución blanca de la mente y el alma, que perdurará en el espacio y en el tiempo.”

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