Escribir sobre nuestros problemas puede ser mejor que contárselos a alguien

escritura expresiva

Darío Pescador

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“Mi maestro me trajo mi tableta. ¿Por qué hablaste cuando yo no estaba aquí?, dijo, y me azotó con la vara. ¿Por qué cuando yo no estaba aquí no mantuviste la cabeza alta? Y me azotó con la vara. ¿Por qué saliste cuando yo no estaba aquí?” Y me me azotó con la vara“. 

Este pequeño episodio de maltrato escolar es, sorprendentemente, uno de los escritos más antiguos que han llegado hasta nosotros. Un aprendiz de escriba la puso en caracteres cuneiformes sobre una tableta de arcilla en Sumer alrededor del 2000 a.e.c. La historia termina bien (más o menos): el padre soborna al maestro, que empieza a tratar al aprendiz con respeto.

Pero lo más revelador es que también es uno de los primeros documentos escritos que no es un registro contable, que no trata de cuántos sacos de grano entraron y salieron, como era el propósito original de la escritura. En su lugar, es una persona hablando de sus problemas a través de la palabra escrita. 

Cualquiera que haya escrito una carta llena de dolor y reproches a alguien que nos ha abandonado o traicionado sabe que después sentimos alivio, incluso aunque nunca enviemos la carta (o el email). Las investigaciones de los últimos años han comprobado que cuando escribimos procesamos nuestras ideas de forma muy diferente a cuando pensamos o hablamos, algo que puede tener muchos beneficios para nuestra salud mental, y que ha impulsado la moda de escribir un diario en todo el mundo. 

Así cambia el cerebro al leer y escribir 

Los humanos modernos aparecieron hace unos 200.000 años, pero solo aprendimos a escribir en los últimos 5.000 y, desde luego, no todos. En 1800 un 88% de la humanidad era analfabeta. En un abrir y cerrar de ojos, en términos históricos, la situación se ha dado la vuelta y hemos pasado a tener un 86% de seres humanos capaces de leer y escribir en el planeta.

En un tiempo tan corto, los cerebros humanos no han tenido tiempo de evolucionar para leer y escribir. Sin embargo, nuestros cerebros son flexibles y capaces de adaptarse a los cambios, y algunas áreas han tenido que reconfigurarse para aprender esta nueva habilidad. Cuando aprendemos a leer y escribir, el cerebro recicla partes que usábamos para otros propósitos, algo que se ha podido comprobar con personas que aprendieron a leer con 30 años

Ya desde antes de que existiera la escritura, el tronco del encéfalo amplificaba la información visual para que las regiones cerebrales de nivel superior pudieran darle un sentido, mientras que la región del tálamo actuaba como un filtro que seleccionaba la información ambiental más relevante. Esto nos permitía distinguir cuando los arbustos se estaban moviendo con el viento, o cuándo había un león escondido detrás. Este sistema también procesaba las expresiones de los demás seres humanos para interpretarlas.

Este proceso se ha podido observar en directo. En un estudio de 2009 con niños entre 8 y 10 años, los investigadores descubrieron que a medida que mejoraban su capacidad de lectura, aumentaba la producción de nueva materia blanca en el cerebro, es decir, se creaban nuevas conexiones entre las diferentes neuronas.

De qué sirve escribir un diario

Hace tiempo que se conocen los efectos beneficiosos que tiene leer sobre las funciones el cerebro, desde la memoria y el aprendizaje hasta la empatía, además de prevenir el Alzheimer y reducir el estrés. Pero ¿qué hay de la escritura?

Los beneficios de escribir son diferentes, y en cierto modo, más profundos que los de leer o los de hablar con otras personas. Escribir se ha revelado como algo especialmente útil para tratar problemas emocionales. 

En un estudio clásico de 1986 del doctor James W. Pennebaker se pidió a un varias personas que pensaran en una experiencia personal que les hubiera resultado muy estresante o traumática. Después las dividió en dos grupos. Unas escribieron durante 15 minutos sobre la experiencia traumática, mientras que las otras escribieron sobre cosas neutrales, como su desayuno o sus zapatos. Las personas que escribieron sobre sus preocupaciones mejoraron su estado de ánimo y se redujo el número de visitas al médico en quienes estaban en tratamiento.

En otros experimentos se comprobó que este método de escribir sobre las preocupaciones y traumas, denominado escritura expresiva, tenía efectos fisiológicos medibles: lo sujetos vieron que les bajaba la presión arterial y otros indicadores del estrés, y que los cambios se mantenían meses después del ejercicio de escritura. La escritura expresiva también mejora el sistema inmunitario e incluso puede hacer que las heridas cicatricen más rápido

La conciencia de estos beneficios han puesto de moda la escritura de diarios personales. Lo que antes era propio de adolescentes, ahora se ha convertido en un hábito alabado por emprendedores y empresarios de Silicon Valley, mezclado con técnicas para la gestión del tiempo, como el famoso Bullet Journal. 

Pero además de organizarnos el día, ¿puede hacer que nos sintamos mejor escribir un diario? Y si es así, ¿cómo?

Sácalo de la cabeza, no te lo guardes

La explicación del propio doctor Pennebaker en su libro “Opening Up: The Healing Power of Expressing Emotions” (Abrirse: El poder curativo de expresar las emociones) es que cuando un problema o una experiencia traumática nos altera emocionalmente, dejar de pensar en ello requiere un esfuerzo. Esta tensión resultante de inhibir nuestros pensamientos negativos produce estrés, que se acumula en el cuerpo y produce enfermedades a largo plazo. De este modo, escribir sobre estas emociones reduciría el trabajo de inhibición, y favorece que esas experiencias negativas se integren, es decir, en lugar de provocarnos malestar constante, pasen a ser un recuerdo más.

Sin embargo, la escritura también ayudaba a personas que escribían sobre traumas imaginarios que no habían experimentado realmente, y por lo tanto no necesitaban inhibir. Esto lleva a los investigadores a pensar que hay otros factores además del esfuerzo de reprimir los malos pensamientos.

Otra explicación es que el escribir nos ayuda con la regulación emocional, es decir, nuestra capacidad para sobreponernos sobre las emociones y controlar nuestra respuesta. Entre las estrategias para modular nuestra respuesta emocional está tomar distancia y cambiar el punto de vista, que es precisamente lo que conseguimos al escribir sobre ello. El acto de escribir nos obliga a crear una narración de lo ocurrido y darle una estructura, y eso nos da la oportunidad de controlar la respuesta emocional más adelante.

Por último, se ha podido comprobar que la opción contraria, de reprimir los problemas, las preocupaciones y las experiencias traumáticas afecta negativamente a la salud y agrava los síntomas de depresión. Como se dice popularmente, “si te lo guardas, te come por dentro”. La exposición, es decir, enfrentarnos a la experiencia negativa, hace que pierda fuerza, pero solo si la exposición se produce en un entorno seguro. 

¿Sirve entonces contarle los problemas a un amigo? Hablar con una persona de nuestros problemas nos puede colocar en una situación complicada, porque tenemos que enfrentarnos, además, al miedo a que esa persona nos juzgue negativamente, incluso cuando esa persona es “segura”, como un buen amigo o un terapeuta. Cuando escribimos, por el contrario, no tenemos por qué tener miedo a las opiniones de los demás. Esas páginas nos permiten contemplar nuestras propias emociones como un observador externo, y ponerlas en su sitio. 

Consejos para escribir

La escritura expresiva no es nada difícil, y estas son algunas de las indicaciones del doctor Pennebaker sobre cómo usara para mejorar nuestro estado mental:

  • Escribir durante 20 minutos sobre los pensamientos y emociones que experimentamos al recordar una experiencia negativa, estresante o traumática. 
  • No hace falta escribir todos los días, basta hacerlo tres o cuatro veces en días consecutivos.
  • Puedes escribir sobre el mismo problema o sobre problemas distintos en días distintos.
  • Escribir en un lugar privado y tranquilo, lejos de distracciones.
  • No te preocupes de la gramática ni la ortografía, la única regla es que una vez empiezas a escribir, sigas hasta que pasen los 20 minutos.
  • Lo que escribas es para ti.
  • No hace falta gastar un dineral en cuadernos de lujo o plumas estilográficas, el sistema funciona igual de bien escribiendo en un teclado de ordenador.
  • Reserva 10 minutos para reposar después del ejercicio.

¿En qué se basa todo esto?

Foto: Flood G.

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