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Sobre este blog

UNRWA es la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Medio. Desde 1949 trabajamos para proporcionar asistencia, protección y defensa a más de 5 millones de refugiados y refugiadas de Palestina, que representan más de la quinta parte de los refugiados del mundo y que actualmente viven en campamentos de refugiados en Jordania, Líbano, Siria y el territorio Palestino ocupado (la franja de Gaza y Cisjordania), a la espera de una solución pacífica y duradera a su difícil situación.

“En Gaza los niños conocemos el sabor amargo de la agonía de la pérdida antes que el dulce sabor de los sueños”

Ataques israelíes sobrevuelan una escuela de la ONU en Gaza

Alia Khalid Madi

Gaza —

Un día en la escuela, nuestro maestro entró en clase, apenas lograba balbucear algunas palabras porque había subido las escaleras corriendo. Intentaba decirnos que debíamos irnos a casa lo más rápido posible y no dio más explicaciones. 

Recogí mis libros, mis cuadernos para colorear y un lápiz con una bailarina que mi mamá me dio como regalo de primer año de escuela. Luego salí corriendo al pasillo como los demás para presenciar la que sería la primera tragedia en mis cinco años de vida, una tragedia que me ha acompañado desde entonces.

Las escaleras de la escuela estaban llenas de gente y me llenó de pavor la situación. Estudiantes y profesores corrían y gritaban desde todos los rincones; las escaleras parecían estrechas, oscuras y asfixiantes. 

Aunque mirar el hueco de la escalera me hizo sentir como si me estuviera ahogando, nunca dudé y seguí adelante para unirme al resto. Me fusioné con la corriente. No hice ningún esfuerzo físico para bajar las escaleras, los empujones me llevaban. Con tanto movimiento uno de mis compañeros se cayó por las escaleras. Vi gotas de sangre brotar de su cabeza, manchando el suelo blanco. En ese momento, mi visión inocente del mundo se terminó. Era la primera vez que veía brotar sangre de una persona, pero no sería la última. Le ayudé y corrimos juntos al autobús. 

Después de ese día aterrador, me quedé en casa jugando al escondite demasiadas veces. Me escondía de las explosiones ensordecedoras y recurrentes, y otras veces jugaba a mi juego favorito, que era imaginarme que era una astronauta y que el color anaranjado y rojizo que destellaba al otro lado de la ventana eran las estrellas que me visitaban. Amaba el cielo, la luna y las estrellas, y soñaba con un elixir mágico que transformara a los humanos en pájaros cuando quisiéramos.  

Una noche, mientras mi familia estaba reunida en el sótano, los niños jugábamos al escondite, como de costumbre. Nos escondíamos del sonido de las bombas y buscábamos el lugar más seguro y cálido para ser niños en mundos imaginarios. Mi prima me decía que las explosiones constantes eran cohetes espaciales que se lanzaban contra las casas de las personas y yo me preguntaba cómo podría ser eso cierto si mi profesora me había enseñado que   los cohetes se envían a la luna, al espacio exterior, no a las casas. Mi cerebro de cinco años tardó mucho en comprender el concepto de crueldad y horror pero a esa edad comencé a reconocer otro tipo de cohetes: cohetes de la muerte, cohetes del diablo. 

Los ataques duraron semanas. Cuando las explosiones finalmente cesaron, tuvimos que volver a la escuela. Las calles eran muy diferentes: oscuras, melancólicas y con ceniza. La destrucción estaba por todas partes.  

Me sorprendió ver que mi escuela se había convertido en un montón de enormes carpas blancas rodeadas de cámaras. Pensé que era una especie de obra de teatro que habían montado nuestros maestros, así que no me importó mucho. Cuando regresé a casa, mi papá dijo que me había visto en la televisión. Dije que había visto cámaras pero que no entendía por qué, y mi papá me explicó que el ejército israelí había bombardeado la escuela. Fue entonces cuando supe que las cenizas en polvo que había visto eran las antiguas paredes de mi escuela. 

Los niños de Gaza crecemos muy rápido y conocemos el sabor amargo de la agonía de la pérdida antes que el dulce sabor de los sueños.  

La muerte nos caza y si no nos mata, mata nuestros sueños. La experiencia más dura por la que uno puede pasar aquí es estar a cargo de un niño. Es difícil consolar a un menor, sabiendo demasiado bien que una vez fuiste niño y estuviste expuesto al mismo trauma durante la guerra.  

Siempre quise enseñarle a mi hermana pequeña, Nour, la belleza del arte, la ciencia, los idiomas y cómo crear su propio mundo imaginario antes de que la guerra le enseñara nuestra cruel y corrupta realidad. Porque ella es, como dijo una vez Wordsworth, 

“una simple niña, 

que respira levemente, 

y siente su vida en cada miembro, 

¿qué debería saber de la muerte?“ 

Pero hace ya dos guerras, cuando llegaba la hora de dormir, mi hermana ya no conseguía pegar ojo. Le asustaba la oscuridad que se apoderaba del barrio y la ausencia de calma provocada por el zumbido de los drones, un sonido que le traspasaba los huesos. Así que decidí narrarle la historia del Principito.  

A medida que las explosiones afuera se hacían más y más fuertes y el cielo se llenaba de color sangriento, no pude evitar mentir y decirle que eran estrellas, tal y como solía decirme a mí misma cuando tenía su edad. Traté de convencerle al igual que traté de convencer a mi yo más joven, de que solo eran “estrellas”, las mismas estrellas que contaba todas las noches y a las que les pedía un deseo antes de dormir.  

Ahora ya no cuento estrellas, pero sigo deseando cada noche paz y alegría para todos los niños y niñas de Gaza. 

Este artículo fue publicado originalmente en inglés en We are not Numbers  

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UNRWA es la Agencia de Naciones Unidas para la población refugiada de Palestina en Oriente Medio. Desde 1949 trabajamos para proporcionar asistencia, protección y defensa a más de 5 millones de refugiados y refugiadas de Palestina, que representan más de la quinta parte de los refugiados del mundo y que actualmente viven en campamentos de refugiados en Jordania, Líbano, Siria y el territorio Palestino ocupado (la franja de Gaza y Cisjordania), a la espera de una solución pacífica y duradera a su difícil situación.

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