La población de la franja de Gaza sufre una persistente escasez de electricidad, que, especialmente en invierno, provoca un aumento de su demanda para poder calentar hogares. Esto ha motivado especialmente a las comunidades de ingresos más bajos de la Franja a buscar alternativas menos costosas para asegurar sus necesidades ante las continuas fluctuaciones en los precios de los combustibles.
Tamer Abu Motleq, refugiado de Palestina de 28 años, que reside en el campamento de KhanYounis, estaba cansado de esperar a que la lamentable situación socio económica de Gaza mejorara. Para poder encontrar trabajo decidió emprender a través de un proyecto social. “Investigué bien sobre las necesidades que el mercado tiene en invierno. Me di cuenta que había un producto que podía ayudar a las personas, tanto a familias a nivel particular, como a las que trabajan en fábricas y granjas. Se trata de la turba, un material orgánico proveniente de la aceituna que se utiliza como fuente de energía más barata que la electricidad y el gas, además de ser una fuente mucho más amable con el medioambiente”.
Los restos producidos de aceituna tras la extracción del aceite representan entre el 40% y el 50% del peso del fruto. Estos restos se colocan en prensas especiales y luego se secan al sol. Una vez seca, la llamada turba está lista para ser una nueva fuente de energía alternativa caracterizada por su bajo precio y abundante disponibilidad, sobre todo gracias a la presencia de 28 prensas en la Franja.
El coste de usar turba es equivalente a la mitad del coste de usar diésel. La cantidad extraída anualmente por todas las almazaras de la franja de Gaza se estima en 20 mil toneladas.
En el pasado la gente solía eliminar los residuos de la oliva quemándola y enterrándola en el suelo, lo que causaba un gran impacto medioambiental y daño a las tierras agrícolas y las aguas subterráneas, que acababan afectando a la salud general de los ciudadanos.
Impulsados por el lema “la necesidad es la madre de la invención”, Tamer y los otros ocho jóvenes involucrados en este proyecto, llegaron a la conclusión de utilizar los deshechos y convertirlos en una fuente alternativa, limpia y segura que ofrecer a la gente para generar energía que se pudiera utilizar para calentar hogares, en el funcionamiento de granjas, para hacer pan, para producir plástico en fábricas, etc.
“Espero desarrollar este proyecto mucho más y, además de mejorar la vida de los gazatíes, tener la capacidad de atraer a más trabajadores y mejorar sus condiciones económicas de vida”.
Más del 80% de la población gazatí vive por debajo del umbral de la pobreza y la tasa de paro alcanza el 50,2%. El desempleo es especialmente alto entre las mujeres (68,6%) que enfrentan tanto la falta de oportunidades como las barreras sociales. Los jóvenes de entre 15 y 29 años también se ven gravemente afectados y afectadas, con una tasa de desempleo promedio de 71,8%.
La venta de turba, después de comprarla en prensas de aceitunas, reduce las altas tasas de desempleo de varias familias palestinas y promueve su uso en las calles y callejones de los campamentos. Se trata también de una fuente de ingresos para ellos; por lo tanto, brinda nuevas oportunidades de trabajo.
Nader Qeshta, un niño del campamento de refugiados de Rafah de 12 años, lo tiene claro: “Quiero comprar una máquina especial para hacer carbón vegetal a partir de aceitunas secas, lo que generará ingresos para mi familia”.
La población de Gaza lucha por una vida digna cada día de sus vidas. Con la libertad de movimiento coartada y unas tasas de desempleo disparadas, sus habitantes encuentran en sus propias señas de identidad, como es el olivo, fórmulas para hacerle frente al bloqueo.
