Entramos en Ojo Guareña, las entrañas de la provincia de Burgos

Sima Dolencias, en Cueva Palomera de Ojo Guareña

Roberto Ruiz

En el comarca de las Merindades, en el tercio norte de la provincia de Burgos, el río Guareña nace en las estribaciones meridionales de la cordillera cantábrica. Su curso atraviesa el valle de Sotoscueva y al chocar contra un enorme paredón de roca caliza, desaparece por un sumidero natural.

¿Qué ha pasado? ¿Dónde está el río? ¿Acaso se trata de una alcantarilla gigante? Nada de eso, lo que ha sucedido es que se ha introducido en una gran cueva, la de Ojo Guareña, y vuelve a salir a la superficie tras atravesarla varios kilómetros después. Las aguas de este río, y las de otros cuantos que hacen lo mismo en paralelo, como el Trema, han creado al disolver el carbonato de calcio durante miles y miles de años la cuarta curva más grande de la península ibérica. 

Ojo Guareña esconde un complejo de 110 km de túneles naturales repartidos en varios niveles de profundidad, que no ocupan más de 5 km2 , y ésto le permite ser considerada la vigesimosegunda cueva de mayor tamaño del mundo. En 1970 su espacio pasó a ser considerado Bien de Interés Cultural y desde 1996, dada su delicadeza, es uno de los cuatro Espacios Naturales Protegidos que encontramos en esta comarca burgalesa.

Una cueva que habla del pasado

Desde los años 50 se ha estado explorando y topografiando toda la cueva hasta alcanzar los 110 km conectados que se conocen hoy día, y eso que aún hay varias galerías inundadas por explorar. Se han encontrado numerosos yacimientos arqueológicos, incluso asentamientos de  neandertales y homosapiens con pinturas y grabados rupestres. Hay enterramientos, restos de exploradores que se adentraron y nunca consiguieron salir e incluso una sala repleta de huellas de pies descalzos, cuya antigüedad se estima en 15.600 años aunque su edad no se haya podido confirmar.

Ojo Guareña es además el hogar de una variada fauna cavernícola, aquí se han encontrado hasta 32 especies de invertebrados únicas en el mundo y se puede ver con facilidad cómo los crustáceos han evolucionado de manera totalmente diferente a sus parientes del exterior.

Actualmente se conocen 14 entradas distintas y dos de ellas son visitables, la de Cueva Palomera y la de la Cueva y Ermita de San Bernabé. Antes de dirigirse a ellas es fundamental visitar la Casa del Parque, en Quintanilla del Rebollar, para aprender y comprender mediante maquetas, reproducciones y material didáctico cómo son las cuevas y cómo se crearon. Ni que decir tiene que, si quieres conocer uno de los mayores espectáculos naturales del panorama nacional, la visita de Ojo Guareña es más que obligatoria.

La Cueva y Ermita de San Bernabé, la visita más accesible

La Cueva y Ermita de San Bernabé es posiblemente la cara más conocida de la cueva de Ojo Guareña. Está perfectamente adaptada para permitir un fácil acceso a todos los públicos y es la que recibe un mayor número de visitas, por lo que es la más recomendable como toma de contacto. 

De ella se pueden visitar 400 metros de túneles y lo haremos de manera guiada y con nuestro correspondiente casco protector. Antes de entrar, por cierto, dejaremos a la derecha una sala subterránea que hizo de ayuntamiento entre 1885 y 1924, hasta que se trasladó a la localidad de Cornejo. 

Una vez dentro nos da la bienvenida una proyección audiovisual de unos 12 minutos en la que se nos da una breve explicación sobre la historia de Ojo Guareña, y seguidamente la visita continúa hacia las Pilas del Santo y la galería de los Silos, donde 23 depósitos fueron excavados en la roca para conservar el grano en época medieval.

La ruta finaliza en la Ermita de San Bernabé, enclavada dentro de la cueva, donde en sus techos y paredes quedaron dibujados los 10 martirios de San Tirso y los milagros de San Bernabé. Una pequeña “Capilla Sixtina” burgalesa de espectacular belleza y singularidad.

Cueva Palomera, donde hacer espeleología

Cueva Palomera va un paso más allá, es algo más exigente y no está tan acondicionada como la cueva de la Ermita de San Bernabé. Es bastante más grande y para visitarla se ofrecen dos recorridos, uno corto de 1.300 metros y 2 horas y media, y otro largo de 2.500 metros en el que se suelen emplear 3 horas y media. Visto así, nada que ver con los 45 minutos que lleva visitar la de San Bernabé.

En Cueva Palomera estarás más cerca de vivir lo que realmente experimenta los verdaderos espeleólogos, con tu casco y tu luz frontal. El recorrido no es difícil pero sí hay un par de tramos en los que habrá que avanzar en cuclillas, pero esa es su mayor dificultad. Los guías te ayudarán a interpretar diferentes zonas, comprendiendo su geomorfología e hidrogeología, conforme tus pasos te lleven por Dolina Palomera, Rampa de Palomera, Sala Edelweiss, Base de Sima Dolencias, Zona de Gour de las Hojas, Sala del Cacique o el Museo de Cera. Aquí verás cómo las estalactitas y estalagmitas crean formas caprichosas y siempre con un importante componente de aventura, pues la única luz será la de tu casco.

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