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Opinión - ¿Y ahora qué? Por Marco Schwartz

Rumanía en una semana: ruta por ocho lugares imprescindibles

El Castillo de Bran, o Castillo de Drácula, en Rumanía.

Roberto Ruiz

Rumanía es uno de esos países que están cerca, pero que te transportan lejos. Su no muy lejano pasado comunista sigue marcando sus zonas más rurales, y su autenticidad, su gente, su frondosa naturaleza y su arquitectura medieval son algunas de sus caras más representativas. Todos conocemos Rumanía por Bucarest, o por la Transilvania del Conde Drácula, pero verás que si vamos un poco más allá podemos encontrar un buen número de parajes poco afectados aún por el turismo masivo.

Rumanía no es un país especialmente grande, tiene una extensión aproximada a la mitad de España, por lo que en un viaje de una semana bien organizado podemos visitar gran parte de su territorio. Eso sí, ten en cuenta que la mejor manera de moverse por él es en coche, pues el transporte público te puede complicar un poco las cosas, sobre todo si quieres aprovechar el tiempo al máximo. Sabiendo esto, y con un mapa y un calendario por delante, puedes ir marcando las siguientes paradas para asegurarte de pasar por algunos de los sitios más atractivos de Rumanía.

Bucarest, la capital

Lo más normal, si llegas a Rumanía en avión, es que empieces y acabes tu viaje en Bucarest. Como gran capital que es aquí tienes para pasar los días que quieras, pero con un par de ellos ya puedes hacerte una buena idea de todo lo que ofrece. La ciudad de Bucarest necesita una guía entera para ella sola, pero te vendrá bien saber de antemano que hay lugares como el Palacio del Parlamento, su boulevard, el Monasterio de Stavropoleos o la calle Franceză que no te puedes perder. Resulta muy interesante descubrir con nuestros propios ojos cómo la dictadura comunista de Nicolae Ceausescu transformó la ciudad en el siglo XX.

Sinaia y el Castillo de Peles

Sinaia no está lejos de Bucarest y el cambio de escenario es tremendo, pues empezamos a sentirnos rodeados por el verde de los valles y las montañas rumanas. Aquí el protagonista indiscutible es el Castillo de Peles, construido entre finales del siglo XIX y principios del XX para el rey Carlos I de Rumanía. En su día fue toda una revolución, pues fue de los primeros castillos de Europa en contar con electricidad y ascensor. En él la mezcla de estilos es una constante y, si por fuera es bonito, sería un gran error perderse su interior, pues entre salas y salones vamos a ser consciente del nivel de lujo y excelencia que se puede alcanzar entre el barroco y el rococó. 

Brasov, Bran y Rasnov

Rumanía es un país de castillos, y si hay uno que destaca sobre todos los demás, aunque sea por popularidad, ese es el de Bran. En Transilvania encontrarás varios, pero el de Bran es el conocido como el ‘Castillo de Drácula’. En realidad se trata de toda una leyenda, pues Vlad III o Vlad Drăculea, príncipe de Valaquia y conocido como el Conde Drácula, nunca vivió en él y solo pasó de visita una vez. El mito creado por Bram Stoker es gran responsable de que sea uno de los puntos más turísticos de Rumanía, aunque es indiscutible que el castillo en sí bien se merece una visita. Es altamente recomendable comprar la entrada con anticipación en la web oficial del castillo, pues las colas en temporada alta pueden ser importantes. 

Muy cerca se encuentra Rasnov, donde su fortaleza acapara toda la atención. Esta ciudadela del siglo XIII consta de dos recintos amurallados en los que podemos entrar, donde se agolpan las pequeñas casas de piedra que quedaban protegidas por sus gruesos muros.

Brasov puede resultar el lugar perfecto en el que asentarnos a la hora de visitar Bran y Rasnov, una bonita ciudad llena de encanto y rodeada de bosques en los que muchos osos pardos encuentran su hogar. Además, su plaza principal y sus más céntricas callejuelas bien merecen un paseo.

Sighișoara y sus calles de colores

Si seguimos hacia el norte llegamos a Sighisoara, una pequeña ciudad cuyo centro histórico es considerado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Sus estrechas callejuelas están llenas de color y el empedrado de sus calles contrasta con las puntiagudas torres y tejados. Aún conserva el marcado carácter defensivo y militar con el que fue construida, como dejan ver sus murallas y bastiones. Aquí, por cierto, es donde se encuentra la casa natal de Vlad II de Valaquia.

Sibiu, ciudad medieval

Sibiu es una de las ciudades medievales más bonitas de Transilvania. Mientras recorres sus calles vas a dejar a tu paso fortificaciones originarias del Medievo, palacios barrocos y edificios religiosos de la importancia de su Catedral Ortodoxa de la Santísima Trinidad. Aquí no es raro sentirse observado pues sus tejados están llenos de ojos, pequeñas ventajas abiertas entre las tejas que parecen que nos siguen allá donde vamos. Su centro está lleno de vida y cuando brilla el sol sus tres plazas principales son un imán para turistas y locales.

Alba Iulia y su ciudadela

Un poco más hacia el norte está Alba Iulia, la antigua Apulum. No es de las ciudades más conocidas de Rumanía pero es probable que su ciudadela fortificada te sorprenda, y mucho. Una muralla de 12 km en forma de estrella, con puertas barrocas y torres en sus ángulos, protege la zona más monumental de la ciudad. Es conocida como la ciudadela de Alba Carolina y data de la primera mitad del siglo XVIII. En su interior conviven dos catedrales: la de San Miguel, católica, y la de la Coronación, ortodoxa. 

Maramureș y sus iglesias de madera

Maramureș es una región localizada al norte de Rumanía, haciendo ya frontera con Ucrania, y de las que te proponemos es la más alejada de Bucarest, por lo que dependerá de qué ritmo le quieras imprimir a tu viaje para decidir si ir hasta ella o no. Su capital es Baia Mare, pero de aquí lo que más te llamará la atención son las iglesias ortodoxas de madera, altas y esbeltas, que salpican sus pueblos. Son de los siglos XVII y XVIII, algunas albergan espectaculares frescos en su interior y su singularidad hace que ocho de ellas sean Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

Transfăgărășan, una de las carreteras más bonitas del mundo

Y en tu camino de vuelta a Bucarest, si quieres ver la que es considerada una de las carreteras más bonitas del mundo, te recomendamos que pases por Transfăgărășan, aunque si hay posibilidad de nieve es mejor que la dejes para el verano. Une las regiones de Transilvania y Valaquia a lo largo de casi 100 km y curva tras curva sube hasta alcanzar los 2.034 metros de altitud. El trayecto merece la pena, y más aún las vistas que se obtienen desde arriba.

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