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Madrid central. ¡Menudo gueto!

Uno de los accesos a Madrid Central, en el primer día de restricción del tráfico.

Raúl Rejón

El 30 de noviembre de 2018 ha empezado a funcionar Madrid Central. Un área con, algunas, restricciones al tráfico privado. Y la ciudad no ha colapsado a pesar de los vaticinios catastrofistas que han precedido la puesta en marcha de la Zona de Bajas Emisiones. ¿Cómo ha podido ser? Igual este Madrid Central no es un plan enloquecido y liberticida. Fruto de la enajenación. Ciertamente no lo es. Y si peca de algo es de timidez. Más aun viendo el aire de la ciudad: demasiado contaminado. Ilegalmente contaminado.

Madrid Central tampoco es algo revolucionario. Imposible serlo, en primer lugar, por la propia fecha de aplicación: 2018. En Europa ya hay cientos de zonas de bajas emisiones. Una docena de ciudades europeas de más de medio millón de habitantes ya las tienen activadas. Pero es que Londres, Múnich, Berlín o Ámsterdam arrancaron en 2008. Una década entera antes. En París empezaron en 2015.

Además, la mayoría del ámbito de Madrid Central ya funcionaba antes con criterios de circulación muy similares a base de las denominadas áreas de prioridad residencial de Cortes, Embajadores, Las Letras (instauradas por el Partido Popular) y de Ópera. Parece que el hecho de incluir la Gran Vía provocara inequívocamente un cataclismo. Y no.

Porque con esta medida a pleno rendimiento, Madrid Central ocupa 5,2 kilómetros cuadrados. Un 0,8% de toda la ciudad. No se percibe ahí una ambición desmedida. Y más si se hace una comparación continental que resulta sonrojante para los que hablan de “cochofobia” o recorte de libertades individuales: en Berlín la zona que exige una etiqueta ambiental a los coches para circular es de 88 km. Un 10% de la capital alemana. En Múnich tienen acotado 44 km. En Ámsterdam la zona de bajas emisiones ocupa 20 km. La capital francesa solo ha metido en su sistema 105 km. ¿Seguimos?. Londres pone trabas a la circulación en... 1.500 kilómetros cuadrados. Algunos detractores pueden aducir que el área londinense con mayores restricciones es menor. Es cierto, se extiende por 21 km y cada vez que un conductor entra en ella tiene que soltar 12,9 euros. Para abril del año que viene pondrán en marcha un área de Ultra Bajas Emisiones.

Tan poco salvaje es este Madrid Central que, además de ocupar una ínfima parte de la ciudad, afecta a una clara minoría. En Madrid se realizan algo más de ocho millones de desplazamientos en día laborable (usando datos del equipo municipal de la exalcaldesa Ana Botella para no contaminar el argumento): el 42% es en transporte público y un 29% en bicicleta a pie. Deja un 29% para el transporte privado. De los viajes a motor entre la zona exterior de la ciudad y la central, 0,75 millones se hacen en público y 0,23 en privado. Y la tan esgrimida periferia que va a la gran urbe: algo más de un millón en su automóvil y 900.000 en transporte colectivo. Es casi imposible deducir, si no estuviera ya demostrado lo contrario por múltiples estudios, que las restricciones que han comenzado este viernes vayan a destruir el comercio y los negocios en el centro. ¿Cómo pudieron sobrevivir con las cifras de transporte antes mencionadas? La gran mayoría de ciudadanos no se mueve en coche.

En realidad, Madrid Central ha sido tan cuidadosa que de tímida casi acaba en timorata. La lista de excepciones que pueden seguir circulando es tan larga que incluye, de entrada, a los empadronados en la zona delimitada: suman 132.000 personas. En Bruselas, Londres, París, Berlín se especifica en sus apartados de excepciones que los residentes no tienen permiso para usar coches prohibidos por el hecho de vivir allí. También pueden acceder a Madrid Central los taxis, los VTC, los servicios públicos, los repartidores, los invitados de los residentes, los titulares de una plaza de garaje, los que vayan a un aparcamiento. Hasta las familias que llevan a sus hijos e hijas a colegios dentro del área han obtenido permiso del Ayuntamiento para meter el coche. Así que no parece una misión imposible llegar al centro para los que, hasta ahora, no utilizaban el metro o el autobús. ¡Menudo gueto aislado!

El objetivo de la zona es, según sus creadores, excluir el centro como itinerario de paso, no eliminarlo como destino. Refuerzan su mensaje con la necesidad de reducir las emisiones contaminantes que hacen que Madrid incumpla la normativa ambiental. Es un hecho probado que el aire de Madrid está demasiado sucio y eso afecta directamente a la salud de los madrileños. Sin embargo, con esta larga lista de excepciones para circular por esta zona, es la parte de Madrid Central que, al final, yo no tengo tan clara.

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