Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Pelos en el coño

Foto: Noemi Elías

Paula Bonet

Convertirnos en la persona que otro ha imaginado por nosotros no es libertad, es hipotecar la vida por el miedo ajeno

Deborah Levy

Mira, tú levantas la pierna y pones el dedo índice en el centro. Con el otro separas el labio mayor. Con el dedo ahí puedes pasar la cuchilla sin ningún miedo a hacerte daño. Puedes poner un poco de suavizante para el pelo y resbalará mejor. Queda genial. Suavísimo. A los tíos les flipa. Y Ana se baja los pantalones y me enseña su coño recién rasurado mientras yo apuro la lata de cerveza. Hoy salimos y quizás conozca a alguien, Ana quiere impresionarlo con su coño suave. Le pido que me repita la maniobra. Yo no paso de depilarme las ingles con pinzas los días que sé que voy a ir a la playa. Sudo en el pequeño lavabo mientras realizo el descuaje. Después recorto un poco con las tijeras de bordar de mi madre. Pero no podo siempre porque me encanta mi selva negra. Me encanta hundir los dedos en lo mullido de mi vello púbico. Escucho a Ana por segunda vez y no sé si seré capaz de hacerlo. Pienso en la Huppert cuchilla en mano automutilándose en la bañera. Seguro que si hago lo del dedo y la cuchilla acabo como la pianista y lo pongo todo perdido de sangre. A lo mejor resbalo y me golpeo la cabeza. Un corte en el coño debe doler mucho.

Bajamos al Electropura. Me encuentro con un amigo de una amiga y al final de la noche acabamos en mi casa. Después de todo el magreo en el bar y de los lametazos en cara y tetas, el colega me baja la falda. Joder, Bonet, pensaba que lo llevarías más arregladito. Joder- Bonet- Arregladito. Sí, habéis leído bien: Pensaba que lo llevarías más arregladito. No supe mandar a aquel señor a la mierda y empecé a “arreglarme el coño”. Empecé a estar también más atenta a los sobacos y a las piernas. A mis casi treinta la broma Es que soy de Bellas Artes mientras levantaba un brazo empezó a perder la gracia.

Hace unos días pregunté en un stories de Instagram sobre el tiempo perdido en encajar en esa odiosa mirada masculina (el adjetivo molestó a algunos hombres que aún no comprenden que esto no va contra ellos sino contra el sistema. Bueno, contra los que no se revisan y van de feministas, sí. Contra esos va fuerte) que nos excluye de lo más importante: de mirar. De ser sujeto de la mirada y, por tanto, también del deseo.

Avalancha de respuestas y terror:

Cuánto tiempo perdimos de conocernos a nosotras por complacer a otro.

Media vida.

Muchísima…lo peor es que me vuelvo inconsciente cuando lo hago…y ya luego es tarde. Sigo gastanto esa energía, todo el día con el miedo a ser abandonada.

Uff, al grado de no aceptar lo que veía en el espejo, por creerme invisible a la mirada masculina.

Una parte de mi ser, preciosa y única, que nunca volverá.

Sentir que si comía no tendríamos sexo, peso 59kg y mido 1,65m, tardó 4 meses en disculparse.

Mi juventud.

Por no querer estar sola me perdí a mí misma.

Me internaron por una disfunción en la vesícula biliar, pesaba 41kg 15.4 IMC.

Como dice Deborah Levy, si bien nos hemos sentido culpables por todo casi todo el tiempo, no estábamos seguras de qué habíamos hecho mal. Parece que empezamos a saber que no es normal que tu mayor deseo sea que tus padres te regalen una liposucción en tu dieciocho cumpleaños. O que a los veinticinco necesites con urgencia unas tetas más grandes.

Piel desollada por la depilación, odio hacia mí.

Me depilé con láser axilas y pubis, me arrepiento profundamente, echo de menos mis pelos.

Una amiga me contó que estaba follando con su novio y al pavo se le bajó todo cuando levantó un brazo y él le vio los pelos del sobaco. Hubo tantas broncas por aquello que ella también pasó por la camilla de churrasquear sobacos, piernas y coños. No soy solo yo, todos mis amigos piensan lo mismo, pasan de follar con tías con pelos, argumentaba el huevón. Pobres, ellos, que ven nuestros coños como si fueran un plato de sopa del restaurante de la esquina y lo debaten en su chat de señoros feministas modernos.

Ellos se lo pierden.

Vuelvo al stories de Instagram:

“La odiosa mirada masculina” ataca a todos los hombres. ¿Qué hemos hecho los XY para ser odiosos? Soy chico, puedo hablar o no estoy habilitado?

No, querido, no estás habilitado. Tu punto de vista ya nos lo sabemos. El encanto dulce y atractivo y la obediencia ciega y dócil ya no nos interesan. Estamos hartas de que la nuestra sea la historia del silencio así que agradeceremos que cierres la boca un ratito y nos escuches. Convertirnos en la persona que otro ha imaginado por nosotros no es libertad, es hipotecar la vida por el miedo ajeno. Muchas de nosotras ya no tienen pelos en el coño, pero miedo tampoco. El miedo nos lo hemos churrasqueado a conciencia, echando litros de líquido de encendido para carbón bailando como perras mientras nos abrazábamos y nos celebrábamos.

Etiquetas
stats