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Motivos para la esperanza en tiempos de desesperanza

Dos jóvenes asistentes a la manifestación del 8M en Madrid.

José Miguel Contreras

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La explosión del movimiento feminista no solo ha tenido una influencia decisiva en la política actual. La tendrá además de forma indeleble durante las próximas décadas. Uno de los factores más llamativos de la movilización vivida en todo el mundo estos últimos años, y en España de la misma manera, es la extendida presencia de chicas y chicos muy jóvenes que difícilmente podremos ver en otro tipo de concentraciones. Es evidente que no estamos ante una manifestación de protesta puntual. Nos encontramos ante una demostración pública de un cambio social que no tendrá vuelta atrás.

Hace unos años, dos politólogos estadounidenses, Yair Ghitza y Andrew Gelman, realizaron un apasionante estudio estadístico en el que analizaban la influencia de la edad en la conformación de las posiciones políticas de los ciudadanos. La conclusión del trabajo es que la ideología de cada uno se construye de forma similar, que no paralela, a la de nuestra posición económica. A lo largo de los años vamos poniendo dinero, según nuestras posibilidades, en una cuenta corriente que es la que determina nuestro nivel de vida. Según la investigación de Ghitza y Gelman, los hechos políticos que vamos viviendo a lo largo de nuestra existencia conforman año tras año nuestra ideología. El hallazgo principal de la investigación es que esa adquisición de experiencias políticas no tiene el mismo valor a lo largo de la vida. La conclusión a la que se llega es que la etapa más determinante de la creación de nuestra posición política es la juventud, en torno a los 18 años. En concreto, establecieron que la experiencia política vivida entre los 14 y los 24 años influye tres veces más que lo que aprehendemos entre los 35 y 45. La diferencia es aún mayor en edades posteriores.

El modelo aplicado a la política estadounidense muestra cómo la población blanca que tiene mayor simpatía asentada por el Partido Demócrata es aquella nacida entre 1945 y 1955 y que tenía en torno a 18 años en mitad del estallido del movimiento juvenil de 1968. En el resto de los segmentos de edad, los ciudadanos blancos son mayoritariamente republicanos. Mediante este análisis estadístico puede predecirse en parte la tendencia evolutiva de los procesos electorales futuros, sin olvidar, claro está, la evidente influencia que otros acontecimientos coyunturales tendrán en cada momento.

Trasladado al caso español, puede ser interesante establecer qué grandes acontecimientos han podido contribuir en las últimas décadas a marcar a generaciones enteras de cara al futuro. Es evidente que los que teníamos entre 14 y 24 años en 1977 solemos ser en gran mayoría firmes defensores de la transición democrática y, posiblemente, más dados a apoyar políticas de consenso y a huir de frentismos estériles.

También es probable que buena parte de los jóvenes que en 2003 (nacidos entre 1980 y 1990) vivieron la extraordinaria movilización social contra la guerra de Irak y el desprecio a la voluntad popular aún mantengan serios recelos sobre la figura del expresidente Aznar y defiendan postulados pacifistas e izquierdistas.

Siguiendo la misma tesis, pocas dudas puede haber sobre el impacto generacional que tuvo lo vivido alrededor del 15-M de 2011. Los jóvenes nacidos entre 1988 y 1998 sintieron con especial impacto vital aquella experiencia. Será difícil que olviden aquello que pudieron sentir en su propia piel en la etapa de conformación de su manera de entender el mundo. Es, a buen seguro, el grupo social más firmemente convencido de que la historia dio un vuelco que no tiene marcha atrás.

En Estados Unidos, los nuevos votantes en las elecciones que van a tener lugar este año parecen inclinarse de forma mayoritaria por los demócratas. La era Trump marcará sin duda a toda una generación que ha visto una etapa caracterizada por el bloqueo de las políticas progresistas. Todas las encuestas así lo adelantan. También en la votación del Brexit, los jóvenes británicos se enfrentaron a la dura experiencia de ver cómo los más mayores decidían el futuro del país contra la opinión de las generaciones que van a tener que padecerlo. Los que en estos años rondan los 18 años están asentando una ideología que en su mayoría mantendrán el resto de su vida.

Seguramente, la mejor inyección de optimismo con la que podemos contar hoy en España es ver a los jóvenes comprometerse, enfrentarse a las ideas más retrógradas, movilizarse con ilusión por defender la lucha contra el cambio climático, por combatir la desigualdad, por gritar contra el machismo, por rebelarse contra la pérdida de libertades ganadas por generaciones anteriores. Buena parte de los que se movilizan hoy en día lo hacen representando un mismo espíritu y además compartiendo su juventud. Esa es la más sólida esperanza con la que podemos contar quienes seguimos defendiendo una sociedad que luche por el progreso, la justicia y la igualdad. Parte de mi generación lo lleva haciendo algunas décadas tras vivir con pasión el fin de la dictadura y la llegada de la democracia.

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