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Revolución a destiempo

Sáenz de Santamaría, justo antes de una de sus actuaciones.

Merche Negro

Este miércoles el CIS nos vino a confirmar que el Partido Popular ha vuelto a crecer en intención de voto. Sal a la ventana y mira tu calle. Vuelve al ordenador y mira tu cuenta bancaria o de Twitter: ¿te lo puedes creer? Que sí, mira: las multinacionales han vuelto, fíjate que Bill Gates va a meter pasta en España, y la Ford ha invertido 1.500 millones de euros en su nueva línea de ensamblaje en Valencia, que lo cuenta el Financial Times.

No me grites, que ya te escucho y llevas razón: no es que estemos recuperándonos, es que estamos de saldo. ¿Quién no corre tras el escaparate de un “cierre por liquidación” a ver si encuentra gangas? ¿Qué importan Fagor o Canal 9? Sacrificios para salvaguardar el Estado del bienestar, no te olvides.

El mundo nos ha dado el alta y toca obedecer al Dr. Troika, hacer uso de sus recetas para no recaer. Así de simple. En la puerta del hospital nos esperan algunos que se ofrecen como “medicina alternativa” con terapias del tipo “insulte usted a políticos en dosis de amplio espectro y firme cuanta petición online le mande su cuñado por Facebook”.

Nos falta continuidad. Cualquier entrenador de tercera regional lo diría si nos mirase desde la grada. Tenemos que ganar fondo, se nos va la energía en un soplido y terminan subiendo en las encuestas con declaraciones incoloras, inoloras e insípidas basadas en términos que llenan sus bocas de humo. “Transparencia”, “confianza”, “responsabilidad”,“compromiso”. Hay que ver cómo las usa la vicepresidenta Soraya, para mí la maestra en esto, qué rictus de seriedad le pone. Me falta el mejor: “Regeneración democrática”. Este está de moda en el PSOE, les sirve para ocultar una vez más la rendición del cambio constitucional del artículo 135 cuando aún gobernaban. Veréis este fin de semana en su happening, la de veces que lo usan.

Voy a la autocrítica, que es básica. Los que de vez en cuando reflexionamos y os contamos, hablamos demasiado a golpe de titular, de trending tópic, el nuevo horóscopo que gobierna nuestras vidas. No buscamos entre los huecos de la noticia ni hacemos lecturas profundas que aporten otra mirada o que sirvan para nombrar las vergüenzas, propias también, y solucionar errores. Somos redundantes hasta el empacho. Los de un lado y los de otro. Y qué empeñados estamos en que se vean los dos extremos del ring.

Hablamos de los mossos imputados por la muerte violenta de Juan Andrés al mismo tiempo que obviamos a Adriana, prostituta que se suicidó tras estar esclavizada desde la niñez y multada por el mismo cuerpo policial hasta cinco veces.

Conocemos Salt por la lotería y el bloque de viviendas ocupado por la PAH, pero no denunciamos que el Ayuntamiento cerró en agosto las fuentes públicas dejando sin agua gratuita a sus vecinos. Estrasburgo no sabrá de esto aunque sea sintomático de políticas y formas de entender la equidad social: el agua para quien se la pague.

Hace casi un mes nos indignamos con la reacción europea a los inmigrantes nacionalizados después de muertos en Lampedusa, que no con la noticia de los propios ahogados (esto ya solo da para un artículo entero), y este fin de semana han pasado de perfil ante nuestros ojos las madres abrazadas a sus hijos en el desierto de Níger, muertos de sed e inanición. Eran más de noventa.

Otro ejemplo y acabo: se nos llena la boca contra los intereses bajos a los que compran dinero los bancos al BCE –lo acaban de dejar al 0,25%, cifra histórica– para venderlo al Gobierno español a más del 6% y hacer negocio con nuestra deuda. Con brillo y esplendor cargamos contra Draghi, sin fijarnos en que esta semana una localidad pequeña de Catalunya declaró la deuda de su Ayuntamiento ilegítima por el mismo proceso especulador en favor de la banca privada, con el pago a proveedores del ICO que está endeudando a los pequeños ayuntamientos con la aquiescencia cuando no apoyo explícito del Gobierno central. Claro que, algo tan local no luce para ser lo más leído.

Abre la nota de prensa que incluyo y verás que es de unos activistas que dan palmas con las orejas si consiguen un breve en alguno de nuestros medios. Busca lo del agua en Salt, que unos diputados autonómicos han utilizado esta semana para poner el foco en un tipo de pobreza de la que no se habla, la energética, y es que está dentro de sus prioridades políticas pelear como parece que han conseguido, para que no se puedan cortar suministros de luz, gas o agua a familias con escasez de recursos sin autorización y vigilancia de administraciones superiores.

“Reaccionamos cuando nos tocan el bolsillo, pero el propio”, me decía una doctora que entrevisté hace poco y que se quita horas de ocio para asistir a inmigrantes sin papeles. Hablábamos de resultados netos, de formas y fondo, acciones y resultados. Sus palabras tenían sentido: las revoluciones a destiempo son empellones nacidos de un cabreo justificado y necesario, pero que pierden fuerza a medida que los que son mucho más listos cocinan a fuego lento y torpedean nuestros movimientos con demagogia. Demasiadas veces nos pillan sin estar cargados de razones para responder. Y dime lo que quieras, pero están ganando. A mí la primera, a ti el segundo.

Y digo yo: ¿y si cambiamos de estrategia y buscamos a los que como ella, como aquellos, los que de continuo dan la réplica cuando nosotros nos relajamos o rendimos? No es una crítica, es hasta saludable. Puede que tengamos más impulso al levantarnos del sillón. Y déjame que añada algo: ellos nos están esperando. Les faltan manos por todos lados.

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