Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Caras de cabreo en el metro y el bus

CGT convoca tres jornadas de huelga y once de paro parcial en Renfe y Adif

Isaac Rosa

Cuidado con cabrear demasiado a quienes viajamos en transporte público. Cuidado, que más de una revuelta ciudadana empezó por una subida del precio del billete que fue la gota que colmó el vaso del descontento. Entre las más recientes, las de Brasil, que sacaron a millones de personas a la calle y quebraron la imagen idealizada del gigante económico. Mirando más atrás, hay no pocos ejemplos de levantamientos ciudadanos que empezaron con un aumento de tarifas. Entre nosotros, algunos recordarán que la primera huelga contra el franquismo fue la del tranvía de Barcelona en 1951.

Los recortes en sanidad indignan, sí, pero la mayoría no pisa un ambulatorio ni un hospital con frecuencia. Y en cuanto a los recortes educativos, sus efectos más graves tardarán años en verse. Pero que haya menos frecuencia de autobuses, trenes y metro, alargándote el trayecto al trabajo; que vayas hacinado y muerto de calor; y que encima te suban el abono; todo eso hace que el cabreo sea diario (y doble: de ida y vuelta), y cada día añada una nueva gota a ese vaso que acaba por desbordarse.

Ocurre en cada vez más ciudades, y si hasta ahora eran los trabajadores quienes se movilizaban contra los recortes, ahora los usuarios empiezan a sumarse a la protesta. En el caso de Madrid, cuyo transporte sufro a menudo, la mala leche que tradicionalmente se le ha adjudicado a los conductores atascados va camino de ser superada por el cada vez peor ánimo de quienes esperan un autobús retrasado, se meten en un vagón asfixiante, o comprueban lo que cuesta un abono cada vez que lo renuevan.

Y eso solo con la experiencia en carne propia. Que si encima te da por curiosear, y descubres el cachondeo que ha sido durante años la gestión de las empresas públicas de autobús (EMT) o Metro: abundancia de altos cargos, gastos superfluos, externalización de tareas, compras de material, despilfarro presupuestario o estaciones de metro plantadas al calor de la burbuja en barrios fantasma. Sumen el recorte de rutas y horarios, el aumento de tarifas que irá a más y el empeoramiento de las condiciones laborales de la plantilla, y ya tenemos ambiente para bajarnos del vagón o el bus todos juntos, pero para protestar.

Por ahora, ya hay un grupo de trabajadores y usuarios (es decir, dueños del transporte público, que la “mentalidad cliente” nos hace olvidar que nos pertenece) que se está organizando en una plataforma para defender el transporte público. Se presenta esta semana, y los colectivos que la forman son muchos, plurales y representativos. Están contra los recortes de servicios y las subidas de tarifas, pero también por una movilidad sostenible y un transporte accesible, que tenga en cuenta a quienes más dificultades tienen (incluidos quienes sufren controles racistas), controlado mediante una gestión transparente; y sobre todo que siga siendo público, pues, tras el deterioro actual, es fácil adivinar un intento privatizador no muy lejano.

Esta ciudad que hasta hace dos meses aseguraba estar preparada para organizar unos Juegos Olímpicos y hoy no tiene para limpiar las calles es la misma cuyo transporte público se dedicaba hasta hace muy poco a despilfarrar presupuesto en anuncios televisivos tan hermosos como inútiles y que hoy pretende transportarnos como ganado.

Etiquetas
stats