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En Abierto es un espacio para voces universitarias, políticas, asociativas, ciudadanas, cooperativas... Un espacio para el debate, para la argumentación y para la reflexión. Porque en tiempos de cambios es necesario estar atento y escuchar. Y lo queremos hacer con el “micrófono” en abierto.

Renta, trabajo y empleo

Mark Zuckerberg se tomará dos meses de baja por paternidad en Facebook

Juan Díaz Ramos @er_guan (Fundación de los Comunes/Equipo técnico institucional de Málaga Ahora)

Trabajo en un pequeño comercio tradicional, propiedad de una buena señora que lo heredó. En mis horas de trabajo apenas vendo: mi jefa casi no necesita este negocio para vivir, se trata más bien de una cuestión sentimental. Sin embargo, tantas horas muertas en mi puesto me hacen sentir mal: la parte proporcional de mi salario de hoy, por no vender casi nada, arroja un saldo productivo de casi menos 30 euros.

Por fin echo el cierre y en la calle me encuentro con un grupo de turistas. Me preguntan dónde comer bien y les recomiendo mis dos bares favoritos, con buena comida casera, precio y trato. Me gusta compartir esos lugares auténticos frente las franquicias, seguro que les gusta, vuelven y lo recomiendan.

Ahora sí, empieza mi horario productivo del día. Es el que prefiero.

Hoy toca Asamblea del colectivo por el Derecho a la Vivienda. Si no fuese por este grupo, me digo, por cómo nos apoyamos, ¿cuántas personas estarían sin techo hoy? Esto sí que es producción, y de la buena.

Cuando termina la Asamblea, ya de vuelta a casa, hago una pequeña compra, es decir, continúo produciendo mediante consumo e impuestos, mejoro mi saldo productivo (qué obsesión tengo con eso) y además apoyo el comercio tradicional.

Llego a casa, aprovecho la inercia para limpiar y después me preparo la cena. Da pereza, pero luego me siento muy bien. Este de los cuidados es el gran olvidado de los trabajos, pese a que genera la mayor recompensa: la enorme producción que sostiene la sociedad y nuestras vidas.

Por fin puedo relajarme a tiempo para desconectar viendo en la tele mi programa favorito, que siempre me estropean los anuncios, cuando sobre todo hacia el final se multiplican. No obstante, qué consuelo significa pensar en toda la riqueza que estoy produciendo sin moverme del sofá: aumento la audiencia al programa y me trago la publicidad, que tanto empleo genera. Definitivamente, mi saldo productivo del día pasa a números positivos de la manera más cómoda, y aún no he acabado...

Aún me queda tiempo para navegar por Facebook, esa gran empresa global para la que todas trabajamos. El señor Zuckerberg y su entorno tuvieron una brillante idea y supieron ponerla en marcha: convertirnos en sus peones y gratis; qué sería de Facebook sin nuestros contenidos. Cada foto o noticia aumenta su beneficio y el de las webs que enlazamos, así que movemos miles de euros con nuestro ratón.

En el chat me aparece mi amiga Mari, la pobre, que está fatal: mal de amores, de bolsillo y de morriña, allí tan lejos que se tuvo que ir. Necesita cuidados y estamos a tanta distancia... si no nos cuidamos entre nosotras, quién nos va a cuidar.

Antes de dormir me meto en Badoo para intentar cerrar esa cita de mañana. Con el poco tiempo que tenemos, ligar resulta difícil, pero menos mal que el joven Andreev Andrey nos resuelve la papeleta. ¡El empresario del amor!, que por cierto también se lleva lo suyo comercializando nuestros deseos.

Por fin me acuesto, aunque dejo el ordenador encendido para compartir mis tesoros musicales y cinematográficos, y de paso le regalo unos céntimos a Endesa. Reconozco que me conmueve el p2p: cuánta generosidad global puesta en red, cuántos buenos grupos y películas he podido conocer.  Eso me permite después asistir al cine y conciertos de los directores y grupos que descubro. No están los precios para experimentar mucho sin conocer antes. Espero que esta noche no tenga problemas con el flujo de datos, que no me va nada bien con la tarifa que me vendió mi primo, pero tenía que hacerle el favor. Yo también trabajé en telemarketing y no puedo evitar empatizar con él. Aguanté hasta que ya le había vendido el producto a todas mis amistades y familiares, y de ahí a la calle porque un mes no llegué al mínimo, aunque eso sí, dejé a amigos y familiares con su contrato.... Y ahora a devolver el favor.

Bueno, a dormir ya, se acabó mi horario productivo por hoy... hasta que suena el despertador: ducha, desayuno y a currar. Mientras me ducho recuerdo un sueño: recibía una renta por toda la riqueza que produzco cada día, qué cosas se sueñan... A ver si hoy vendo algo y no me siento tan mal por perder tantas horas sin producir nada. Al menos me queda el consuelo de tener un “trabajo garantizado” (obrero, como le gusta a Garzón), aunque precario (al gusto de Rajoy y Sánchez), y sostenerme a duras penas en la “clase media” (que tanto le gusta a Rivera).

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