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Jordi Mir: “Tan importante como aquello por lo que nos movemos es cómo lo hacemos”

Jordi Mir, profesor de Ética y Filosofía Política en la UPF

João França

Jordi Mir, profesor de Ética y Filosofía Política en la UPF, es una de las personas que ha estado trabajando en la preparación de las jornadas de código ético impulsadas por Guanyem Barcelona con Procés Constituent, Podem Barcelona, ICV, EUiA, la Trobada Popular Municipalista (TPM) –impulsada por la CUP– y el Partido X que tendrán lugar entre este viernes y sábado. En un contexto en el que lo que está sobre la mesa es la propuesta de candidatura de confluencia en Barcelona, Mir insiste en hablar de ética más allá de los equilibrios e intereses de la negociación política. Considera que la reflexión sobre la ética en la política es necesaria independientemente del futuro que tenga el proyecto de candidatura municipal.

¿Por qué en estos momentos se hace necesario un código ético para la política?

Más que un código ético lo que ahora parece imprescindible es que la reflexión sobre la ética y la política esté en un primer plano. Existe la percepción de que la política como se ha estado haciendo no se adecua a las convicciones éticas que tiene mucha gente. Hay una reivindicación de más ética, por ejemplo, sobre cómo se han comportado las entidades financieras, con las hipotecas, las preferentes, o, como vemos ahora, con los privilegios de sus directivos. Esto tiene que ver también con los casos de corrupción que conocemos o las políticas públicas carentes de ética que han afectado a muchas personas.

¿Qué es un código ético?

Códigos éticos hay en muchos ámbitos y están pensados para hacer una declaración de buenas intenciones de cómo debería funcionar ese ámbito concreto, sea la medicina o el periodismo; una declaración que recoge el consenso que se ha generado sobre cuáles son aquellos comportamientos que consideramos aceptables. En la medida del malestar que decíamos antes, es necesario que nos pongamos de acuerdo en qué es lo que consideramos aceptable. Ya no nos basta con la palabra de un político o cargo público que se compromete a un buen comportamiento, queremos saber qué es un buen comportamiento, cómo se puede controlar. En definitiva, cómo podemos tener una mejor democracia.

¿En este contexto, se está poniendo el cómo por delante del qué?

La idea de que esto sea una de las primeras concreciones de la confluencia es porque existe la convicción en diferentes espacios de que hay cosas que nos gusta o nos gustaría hacer, pero una cuestión básica es que no son aceptables determinados comportamientos en la democracia, sea en el ámbito político o en el financiero. Por ello una posible candidatura que tiene la voluntad de presentarse a unas elecciones y ganarlas debe dejar claro qué le parece correcto y qué no, no con una voluntad inquisitorial ni de perseguir a nadie, sino porque el malestar que ha habido sobre comportamientos no aceptables, nos hace poner por delante las cuestiones éticas y en especial de cómo se comportan los representantes políticos. Muchos espacios de los considerados más alternativos de la política dan mucha importancia a las cuestiones de procedimiento, el método. Tan importante como aquello por lo que nos movemos es cómo lo hacemos, con la idea de ir construyendo alternativas en el día a día, no a la espera de una determinada victoria electoral que nos permita hacer grandes cambios.

¿Con la ética hay suficiente para hacer otro tipo de política?

La ética por definición no es necesariamente política, pero puede convertirse en política en la medida en que se aplica, y en la medida que decide intervenir en la polis, en la ciudad, y podemos hacer la evolución de la ética a la política. La ética es un conjunto de principios morales que nos guían, y en la medida que son principios morales es algo teórico que nos marca el camino, y en esta aplicación entraría la política en la vida pública. Después la ética tiene otra parte que es el análisis y el debate, que hay que explorar. No sólo es una cuestión de principios morales, porque cada uno tiene los suyos, aunque no nos gusten y no sean los deseables en el conjunto de una sociedad. También es la exploración, el análisis de qué nos parece correcto y qué no, y esto a la política le hace mucha falta, para pensar y reflexionar sobre todas las decisiones que tomamos. A veces las tomamos de una forma muy unidireccional sin pensar en todas las consecuencias, y en cambio esto es muy necesario para la vida en la polis.

¿Un código ético resuelve los problemas que se plantean desde la ética?

El código ético en muchas ocasiones es una declaración de buenas intenciones y no pasa de ahí. La Fundación Jordi Pujol también hizo un código ético para los profesionales de la política que incluso está depositado en el Parlament. Se trata de un conjunto de artículos que es una declaración de buenas intenciones, un debate de gente que se dedica a la ética y a la política sobre cómo deben comportarse los representantes públicos. Pero después no establecemos ningún organismo que regule qué pasa si te apartas de él, más allá de cometer o no ilegalidades, porque el código ético va mucho más allá de la ley. La ley puede no decir que todo representante público debe obedecer a los representados, y nosotros planteamos un articulado de este estilo. El código ético va más allá de lo previsto en la ley, pero lo que no hacen estos códigos éticos, sobre todo en el ámbito de la política, es establecer mecanismos que así lo regulen. Sí que pasa en otros ámbitos, como con el código ético de los médicos, en el que el gremio puede establecer unos mecanismos.

¿Y cómo se pueden establecer estos mecanismos?

En el caso de la política, una de las reivindicaciones a las que tenemos que ir es establecer mecanismos que permitan regular lo que hemos acordado en los códigos éticos. No serán mecanismos legales, pero por ejemplo se puede crear una comisión que se encargue de ser garante de si se está cumpliendo lo que está diciendo este código ético. Deberíamos conseguir establecer mecanismos que nos permitan, si hablamos por ejemplo del tema de los sueldos, en primer lugar, generar transparencia y a partir de ahí regulamentar esto. En el tema de las puertas giratorias, alguna comisión que se podría crear podría ser garante de hacer el seguimiento, y controlar si un concejal está incumpliendo este código ético, que se puede intentar regular por leyes -hay leyes de incompatibilidad- y en todo caso denunciarlo y hacerlo público. En los ámbitos en los que no podemos regular ciertas cuestiones sí podemos crear espacios de reflexión. Hacemos una declaración de buenas intenciones y no podemos limitarnos a esperar que todo el mundo las cumpla. David Fernàndez lo decía muy bien: cogemos los más honestos y los tratamos como a los más ladrones.

¿Este código ético podrá garantizar hacer las cosas bien?

Existe la idea de que los que vendrán después o los que cuestionan todo lo que hay establecido serán mejores, y luego puede haber la gran frustración porque no son lo que se esperaba. Incluso la gente con la mejor voluntad en el desarrollo de la vida pública puede cometer errores, en los que ni siquiera haya la voluntad de infringir este código ético, porque todo el mundo se puede equivocar. Equivocarnos nos equivocaremos, pero vale mucho la pena dedicarnos a pensar cómo resolveremos nuestras equivocaciones. Lo que se suele hacer es siempre quitarse responsabilidad de los errores. Desde la reflexión ética deberíamos decir que nos equivocaremos, pero dedicaremos bastante tiempo a subsanar nuestros errores. Aprovechemos estos errores para que nos sirvan para ver qué es lo que no nos funciona y que luego nos sirvan para resolver ese funcionamiento que creemos que no es el adecuado.

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