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“Juan Marsé parece salido de un western”

Juan Marsé.

Jordi Corominas i Julián

Barcelona —

Quedo con Josep Maria Cuenca en el bar de un céntrico hotel barcelonés. Ha escrito Mientras llega la felicidad, una biografía de Juan Marsé en la que ha trabajado durante años hasta armar un cuerpo sólido y necesario que cubre un hueco fundamental. Hablar de la vida del autor de Últimas tardes con Teresa significa, en realidad, recorrer los últimos ochenta años de Barcelona, Cataluña y España desde la óptica personalísima de un escritor único que nunca se ha cortado y ha caminado con una admirable libertad por un panorama cultural donde su voz ha ido siempre más allá del realismo para erigirse como una referencia crítica e indiscutible desde múltiples puntos de vista.

Cuenca ha trazado una biografía certera, extensa y muy bien documentada. Empezamos a charlar sobre el tema desde la cuestión nacionalista y al ver que la cosa se pone interesante decido ipso facto encender la grabadora.

¿Cómo se te ocurrió meterte en esta locura?

No escribo, como decía Orwell, para establecer relaciones sociales, sólo por gusto. Era consciente de meterme en un lío tremendo. Joan es una persona muy celosa de su intimidad y se relaciona con la vida pública de una determinada manera. El no lo tenía, pero por suerte la cosa fructificó. Costó que Joan aceptara, no porque tuviera dudas, sino más bien porque estaba liado en ese momento.

No te dio ninguna negativa rotunda.

En absoluto. Le mandé una carta por correo, un pequeño chantaje emocional, y al cabo de tres días me dio el sí.

En los últimos cincuenta años sólo han logrado trascender desde un origen humilde dos nombres: Marsé y Serrat.

Han logrado un éxito rotundo. Entre ambos existen muchos paralelismo. Chicos de barrio con un talento indiscutible y mucho trabajo detrás, porque nunca les han regalado nada, han trabajado mucho y muy bien. Aun así no debemos olvidar en este grupo a Antonio Rabinat, un escritor de primerísima magnitud.

Ambos, además de su origen humilde, comparten ser hijos de familias de perdedores de la guerra.

Directamente, y en el caso de Serrat con la madre aragonesa, por lo tanto un charnego.

Todos lo somos.

Sí, y desde este sentido en lo musical deberíamos añadir a La Banda Trapera del Río, un grupo excepcional de Cornellà que asimismo cantó canciones en catalán.

Humildad y perdedores. Cuando nacen están muy alejados del establishment.

Marsé y Serrat se consagran a finales de los sesenta, en pleno franquismo como gente contraria al régimen. Desarrollaron su obra con toda la potencia posible en un contexto difícil. Ahora, en pleno siglo XXI, hay condicionantes sociales más grandes que durante el franquismo para que te reconozcan si disientes del pensamiento oficial. ¿Por qué Serrat no tiene el Premio de Honor de las Letras Catalanas?

Durante las semanas calientes del proceso alguien habló de las dos Catalunyas. Una es la de Serrat, integradora, bilingüe y expansiva o la de Lluís Llach que es excluyente y simplemente catalana. Por lo que concierne a Marsé creo que encontramos está idea de una Catalunya integradora. Él es Juan en los libros, pero Joan en la vida real.

Y con sus amigos usa más el catalán que el castellano. Lo hablaba con Barral y es su lengua materna. Pero ojo, precisamente lo que distingue a Marsé de alguien como Llach es que el primero no tendría problemas en integrar al segundo siempre que dejara de lado sus sermones de cómo ser catalán. Marsé y Serrat no te dicen cómo ser catalán, lo son y ya está.

Tanto Marsé como Serrat se expresan con su arte y al mismo tiempo su condición originaria propicia que comprendan mejor la necesidad de conjugar esa libertad creativa con un especial énfasis en el trabajo, en su constancia.

Herralde sería otro ejemplo de lo que comentamos. Pese a su distinto origen social también forma parte de esta visión integradora y civilizada de Catalunya que debería ser la normal en el siglo XXI. Esto lo digo también porque la clase social puede importar, pero al fin y al cabo todas estas personas están unidas por un modo concreto de ver las cosas.

Y en este sentido Marsé cuando tiene la suerte de entrar en el mundo de la literatura se relaciona con una intelectualidad burguesa inigualable, de Barral a Ferrater, de Gil de Biedma a Castellet, un grupo que iba más allá de banderas y que deseaba con todas sus fuerzas crear una cultura que superara ese aire gris del franquismo y transcendiera más allá del mismo.

Y lograron su objetivo. Gabriel Ferrater es un fenómeno no sólo aquí, sino desde un contexto europeo, un hombre que consideraba el catalanismo como un freno para crear una Catalunya culturalmente abierta. Y eso no se le perdonan. Lo mismo pasa con Josep Pla. No era fascista, simplemente no era catalanista.

Quizá pase también ahora con Enrique Vila-Matas.

Y tiene la edad para ganar grandes premios. Aquí se le ve como un escritor en castellano.

Pero es muy barcelonés y universal.

Él, junto a Marsé y otros, quedan cada domingo y hablan en catalán. Al final creo que le damos demasiada importancia al tema. No hablo ruso porque por desgracia lo desconozco. La lengua es un instrumento, el amor se dedica a otras cosas. Es un privilegio ser bilingüe y lo olvidamos con demasiada frecuencia.

Cambiemos de tema. ¿Crees que el amor de Marsé por contar historias le llega a Marsé el día que vio en la calle Escorial el coche de los asesinos de Carmen Broto?

Lo de la Broto, esa anécdota, es más bien un pretexto con unas potencialidades alegóricas de las que Marsé sacó petróleo.

Pero es una aventi esencial.

Y fundacional. Lo importante es la ficción, y en este sentido la Broto, por cómo murió y vivió, es un mito clarísimo. Joan tiene una necesidad irresistible de ficción para respirar, vivir y huir de una realidad insatisfactoria.

La mezcla entre el cine y sus propias vivencias.

Las aventis surgen como una estrategia para resistir la realidad de la posguerra, cuando siendo un chico con inquietudes llegó a trabajar en condiciones muy adversas.

Una de las cosas que más sorprende es que pese a esta adversidad parece que nunca haya perdido la calma.

Marsé parece salido de un western, es impasible y hubiera sido un magnífico jugador de póquer, tiene una serenidad increíble. Lo captó Paulina Crusat, a quien vio sólo una vez.

Con Paulina Crusat sí se detecta una impaciencia por llegar.

Sí, y ella como buena consejera literaria le frena.

Precisamente en la biografía marcas de modo muy claro algunos momentos fundamentales.

Pido perdón, pero soy historicista. Hay claros momentos que marcan un antes y un después. Uno de ellos es el de Paulina Crusat, una cima absoluta, como lo es el encuentro con el grupo de Seix Barral. La Crusat lo orienta como lector y le conduce a los autores del siglo XIX. Sus cartas merecerían aparecer en un volumen como modelo para alumnos que frecuentan talleres de escritura. En ese momento él era consciente de tener un cierto talento, pero necesitaba salir adelante para respirar económicamente, quería traer dinero a casa, no tanto por el ego. Paulina Crusat lo centra y lo mejora.

¿Qué otros grandes momentos destacarías?

Sin duda la amistad con Jaime Gil de Biedma y Carlos Barral. La entrada en el grupo de Seix Barral es fundamental, pero no se debe minusvalorar el episodio del intercambio epistolar con Paulina Crusat.

En realidad se encadenan ambas circunstancias.

Sí, así es. Los dos episodios se conectan y hasta hace poco la relación con Paulina Crusat no recibía la importancia que merece. Espero haberlo solucionado con el libro.

En medio de estos dos episodios está su período parisino.

Que es muy importante porque le da el estímulo hacia Últimas tardes con Teresa. Cuando imparte clases a Teresa Casadesús y a sus amigas encuentra el modelo de la pija que escucha cosas de las clases populares y alucina, como cuando nosotros vimos la primera saga de Star Wars. Pese a todo creo que sin Paulina Crusat ni Seix Barral ni París, él también habría llegado.

Su camino tiene algo de ideal.

Ha sido una persona muy afortunada. La suerte es fundamental. Por ejemplo Rabinat no la tuvo y ahora casi nadie lo conoce.

La fortuna es para los audaces.

Y los cementerios están repletos de audaces. Joan es un ser totalmente honesto, es un modelo moral y literario.

En lo moral es interesante ver la cuestión del Premio Biblioteca Breve que Marsé ganó con Últimas tardes con Teresa y la polémica del jurado, con Luis Goytisolo indignado casi desde un punto de vista clasista. Últimas tardes con Teresa

Y es interesante tu observación. Luis Goytisolo desde un punto de vista socio-ecónomico es un clon de Barral. Durante la época de la Gauche Divine muchos no recibieron bien a Joan, pero algunas personas como Herralde o Beatriz de Moura lo vieron como un igual. Sin embargo otros lo contemplaban con reticencia. En la cuestión literaria deberíamos limitarnos a la letra impresa, pero por desgracia siempre se mezclan otras cosas.

En Últimas tardes con Teresa Marsé enfoca una Barcelona donde intenta crear la fusión imposible entre lo lumpen y los pijos, fascinante desde lo sociológico pero también una mayúscula provocación.Últimas tardes con Teresa

Marsé irrumpe con un kalashnikov y dispara a lo bestia. Valoro su ausencia de cálculo en un mundo donde nadie dice nada inconveniente. Él no calcula, va a saco y es algo de una valentía y honestidad brutal. La Historia le ha dado la razón con los señoritos de mierda. ¿Sentó mal en su momento? Sin duda, pero es eso, la Historia le ha dado la razón.

Y en La oscura historia de la prima Montse la ametralladora sigue disparando.La oscura historia de la prima Montse

Sí, pero donde se la juega otra vez es en Si te dicen que caí, donde casi se despeña. Juega con fuego, pero en 1973 ya no es el sarcástico brutal de Últimas tardes, entiende que el mundo no funcionará como quiere y lo asume, algo que también se percibe en Un día volveré. Marsé tiene dípticos a lo largo de su obra. Uno es Encerrados en un solo juguete y Esta cara de la luna, novelas de tanteo. Con Últimas tardes con Teresa y La oscura historia de la prima Montse encontramos al más salvaje, sarcástico y animal, capaz de machacar en 1970 la idea de Catalunya como tierra de acogida. En Si te dicen que caí nace un nuevo registro que es el que llega hasta ahora.

Libro que es su rara avis. A mí me gusta mucho Un día volveré.Un día volveré.

Está a la altura de las mejores. No sé si es la mejor, hay tantas y tan diferentes. Un día volveré es única, excepcional.

Dicen que Mársé se repite, pero seguramente lo que tenemos es la coherencia de quien más que novelas crea poco a poco una idea de obra.

Es un autor importante, y los grandes repiten temáticas, pero cada una de sus novelas son distintas. He intentado plasmar cómo cada una de sus creaciones responde a una evolución permanente que modifica las temáticas y poco a poco refina más su estilo. Es la búsqueda, el impulso que le mueve.

Hay tres temas que me interesa mucho tratar. Uno de ellos es su vertiente periodística. Un momento decisivo, que marca mucho su enfrentamiento con el establishment catalán, es la época de la revista Por Favor.

Y con nombres y apellidos. En La oscura historia de la prima Montse ya machaca a lo que podríamos definir como el prepujolismo, pero en Por Favor lo hace con nombres y apellidos, especialmente con Jordi Pujol y Baltasar Porcel. La prima Montse es etérea, pero en el Por Favor concreta y hasta su retrato de Pujol, devastador, es ejemplar cuando cuestiona su espíritu democrático. Lo lees ahora, tras todo lo que sabemos, y sólo puedes darle la razón, y no sólo a Marsé, también al Perich y a Manolo Vázquez Montalbán.

Quien años más tarde escribió un retrato preciso de Jordi Pujol fue Francisco Casavella, quizá el último heredero de Marsé en lo relativo a ese género tan nuestro que es la novela de Barcelona.

Hay una conexión, y Casavella expresa una continuidad muy fuerte con Marsé, algo que también se logra en El día de mañana de Ignacio Martínez de Pisón.

Y los tres comparten, o compartían porque Casavella falleció, una visión afín de Catalunya.

Marsé hice dos retratos de Pujol. Pese a la hagiografía pública, había mucha gente que le consideraba un encantador de serpientes.

La gran víctima de Marsé es Porcel.

Sin duda.

En estos últimos tiempos el poder catalán ha intentado engatusar a Marsé.

Lo hizo Bargalló en su momento, queriéndolo subir a un avión con Porcel, y lo intentó Mascarell con motivo de los ochenta años de Joan. Fracasaron. Porcel era un trepa que literariamente no tenía calidad. Marsé no perdería tiempo en una pelea personalista, prefiere ver una película de Ford o el culo de una señora por la calle.

Quizá por eso le gustó tanto darle la mano a Yves Montand.

Porque fue la vez en su vida que más cerca estuvo del culo de Marylin Monroe.

Marsé tiene una gran fascinación por el cine.

Y en su infancia es una vía de escape sensacional.

Una de sus grandes frustraciones es lo mal que han adaptado sus obras al cine, sólo salva la serie de Un día volveré.Un día volveré.

Y nunca se ha callado la boca, a lo que debemos añadir la frustración de ver cómo la que iba a ser la gran adaptación de Víctor Erice de El embrujo de Shanghai no llegó a buen puerto por circunstancias ajenas a la voluntad de ambas. La muchacha de las bragas de oro de Vicente Aranda sí se puede ver, por ejemplo.

El amante bilingüe es una adaptación horrible, Marsé dijo que lo mejor de la peli era el culo de Ornella Mutti.El amante bilingüe

No ha tenido suerte en este sentido.

Has trabajado mucho en mostrar cómo fracasó la colaboración con Victor Erice porque Vicente Andrés Gómez le dio una puñalada por la espalda a favor de Fernando Trueba.

Fue algo muy doloroso. Víctor Erice tiene un prestigio brutal en todo el mundo, de Estados Unidos a Francia. Técnicamente es superior a toda la nouvelle vague. Es un cineasta increíble.

En El embrujo de Shanghai, como en otras novelas, aparece la Plaza Rovira, con la que tengo una cierta vinculación sentimental que quizá ha propiciado Marsé. El embrujo de Shanghai,

Y el ha logrado que el barrio de todos sus lectores sea Gràcia. Lo mismo ocurre, desde otra perspectiva, con Modiano, paseas por París y sientes el influjo de su escritura. Desde que leo a Marsé voy a Gràcia y me siento sobreexcitado, paseo por el barrio y estoy en una novela de Joan, ha logrado que sea su barrio, inventado y moral.

El barrio ha cambiado mucho, los lugares ya no son los mismos, pero gracias a sus novelas ha logrado salvaguardar el patrimonio sentimental del barrio.

Es difícil que perdure la arquitectura, el poder ya se encarga de cambiarla y destruirla. Marsé crea un patrimonio colectivo a partir de una experiencia propia. Desde algo particular, universaliza.

¿Ese será su legado?

Su legado se expande en muchos campos. Su lirismo es de una potencia inigualable, así como su vena barojiana, esa mezcla entre mala leche e inmensa piedad. Sería injusto considerarlo sólo por dar inmortalidad a Gràcia, algo que también está, pero otras cosas prevalecen, desde sus adjetivaciones rocambolescas hasta su virtud como novelista, propia de los grandes, y los grandes no pueden etiquetarse desde un solo concepto.

Quizá algo que debería permanecer mucho de Marsé es su actitud.

No puedo estar más de acuerdo y debe remarcarse. Es algo que va más allá de la literatura.

Pero le afecta.

Hablamos del ideal. Marsé no escinde la persona y el autor, veo en Joan un chaval de barrio con 82 años, siento esa fascinación del niño en cualquier faceta suya, con pasión y entusiasmo.

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