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Sobre este blog

Si crees que votar una vez cada cuatro años no es suficiente, este es tu sitio. Participar (más y mejor) nos reconcilia con nuestra condición de ciudadanos, pero no sólo eso. Participar aumenta la calidad de una democracia representativa que ha colapsado y nos permite tener mayor capacidad para la resolución de unos problemas aparentemente malditos. Porque la participación ciudadana es la mejor herramienta en nuestras manos para dotar de inteligencia a unas políticas públicas que nos van a afectar sí o sí, tanto si tomamos partido como si no. Al fin y al cabo, nunca el más sabio de los sabios tomará una decisión más sabia de la que pueda tomar el conjunto de la comunidad.

Daniel Tarragó y Gerard Quiñones (sociólogo el primero, politólogo el segundo, y a pesar de ello, amigos) llevan 15 años abriendo puertas y ventanas de instituciones españolas y latinoamericanas. Ahora abren este espacio para compartir mensualmente sus aprendizajes y experiencias. Y, no nos engañemos, para insistir en que la participación ciudadana no es una alternativa: es una necesidad.

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La participación ciudadana no es una feria

Daniel Tarragó / Gerard Quiñones

La participación ciudadana ha sido tan mal utilizada tantas veces que no goza de demasiada buena prensa, eso ya lo sabíamos. Se ha instalado la sensación de que participar no es una buena inversión, sino un gasto inútil que resta recursos para ejecutar las medidas que sí importan. Con este caldo de cultivo, plantearse hacer uso en un contexto como la Feria de Abril de Sevilla era la receta perfecta para el desastre. La convocatoria de un referéndum en la capital andaluza era un cebo demasiado goloso y la iniciativa se ha acabado convirtiendo en noticia de primer orden a los medios de comunicación y ha desatado una ola de críticas en las redes sociales. Pero la iniciativa merece, cuando menos, una reflexión pausada: desde la distancia y rehuyendo de las reacciones en caliente, el análisis de la consulta sevillana nos presenta una de cal y algunas de arena.

Alrededor de medio millón de sevillanos y sevillanas, empadronados en la ciudad y mayores de 16 años, han participado durante esta semana en el primer referéndum popular promovido por el ayuntamiento de la capital andaluza. La consulta servirá para decidir si se adelanta el inicio de la Feria de Abril de 2017. Los ciudadanos llamados a las urnas podían escoger votar telemáticamente o presencialmente en cualquiera de los centros cívicos de la ciudad. El gobierno local ha decidido que el resultado será vinculante, sea cual sea el porcentaje de participación (el primer día de votaciones, 6.000 personas ya habían votado).

A los promotores del referéndum no les debería sorprender el interés mediático que ha generado su decisión, ni los tuits irónicos en la red del estilo “Ya es Feria de Abril en el Corte Inglés” o “Un referéndum para alargar la Feria de Abril y ninguna para prohibir la piña en la pizza #injuticia”. Es evidente, el problema está en el objeto de debate, en el que se pregunta, que además alimenta tópicos interesados y muy arraigados que desmerecen el debate.

A pesar de la relevancia de una fiesta icónica para Sevilla, en términos de impacto económico y de cohesión social, la aparición de críticas era previsible al reducir la participación en la decisión de alargar o no la fiesta. En tiempos de recortes en enseñanza y sanidad, y de precariedad laboral y paro desbocado parece poco acertado llamar a la ciudadanía a las urnas para decidir si se quiere una Feria de Abril más larga. Y, en todo caso, si el gobierno considera imprescindible implicar a la ciudadanía en la posible modificación de la fiesta probablemente fuera más oportuno utilizar el referéndum para culminar un debate ciudadano profundo sobre cuál debe ser el modelo de Feria de Abril para los próximos años. Esta es la cal.

Y ahora, las calientes, porque el error no es sólo del Ayuntamiento de Sevilla. También se equivocan los que valoran y critican sin piedad la iniciativa, sin tener en cuenta diferentes aspectos que también deberían ser noticia. Nos debería parecer bastante relevante que la cuarta ciudad española con más población tome la decisión de aplicar un instrumento de democracia directa. Es más, el gobierno sevillano tiene previsto seguir convocando referéndums sobre temas de interés público a través de la creación y consolidación de la plataforma “Decide Sevilla”. La consulta popular sobre la Feria de Abril es la primera, y se entiende como una prueba piloto (y por ello ha sido necesario hacer ajustes técnicos a lo largo de la semana). Damos margen al consistorio para demostrar que, efectivamente, apuestan por abrir una nueva vía de participación ciudadana.

Tampoco nos pueden pasar por alto las características de la herramienta participativa y como se ha planteado la votación. Hay que poner en valor tanto la oportunidad de ofrecer la posibilidad de votar de forma virtual (¿quién no ha reclamado un uso más efectivo de la tecnología por parte de las administraciones públicas?) O bien de forma presencial, mediante urnas habilitadas equipamientos de proximidad. No desmerecer, pues, la apuesta del ayuntamiento por un instrumento de participación potente, bien pensado y que se tiene la intención de mantener.

En definitiva: ¿A quién se le ocurre preguntar sólo para ampliar la Feria de Abril? Es un error de cálculo imperdonable, ya que la crítica era del todo previsible. Pero, ¿a quién se le ocurre desautorizar toda una política de participación de una gran ciudad por un error como este? Es de una imprudencia inaudita (o de una mala fe nada inocente).

En el ámbito de la participación, donde hay mucho camino por recorrer y aprender, debemos ser más constructivos y valorar el avance que supone promover instrumentos de democracia directa en el mundo local que ni nos pasaban por la cabeza no hace demasiado tiempo. Por supuesto, debemos ser críticos con quien los promueve, exigiendo la necesidad de ser más cuidadosos con los temas que ponemos a debate. Combinar la crítica con la vertiente más constructiva ayudará a no caer en la trampa de desprestigiar los referéndums locales antes de empezar, y mejorar la calidad de nuestra democracia. Y esto vale tanto para promotores como para participantes, porque los unos sin los otros (que en el fondo es el conjunto de la ciudadanía) no saldrán.

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Si crees que votar una vez cada cuatro años no es suficiente, este es tu sitio. Participar (más y mejor) nos reconcilia con nuestra condición de ciudadanos, pero no sólo eso. Participar aumenta la calidad de una democracia representativa que ha colapsado y nos permite tener mayor capacidad para la resolución de unos problemas aparentemente malditos. Porque la participación ciudadana es la mejor herramienta en nuestras manos para dotar de inteligencia a unas políticas públicas que nos van a afectar sí o sí, tanto si tomamos partido como si no. Al fin y al cabo, nunca el más sabio de los sabios tomará una decisión más sabia de la que pueda tomar el conjunto de la comunidad.

Daniel Tarragó y Gerard Quiñones (sociólogo el primero, politólogo el segundo, y a pesar de ello, amigos) llevan 15 años abriendo puertas y ventanas de instituciones españolas y latinoamericanas. Ahora abren este espacio para compartir mensualmente sus aprendizajes y experiencias. Y, no nos engañemos, para insistir en que la participación ciudadana no es una alternativa: es una necesidad.

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